Por Aleix Sales, corresponsal Cine Nueva Tribuna, España
Tras ese rotundo paso en falso que estrenó hace unos meses, La mujer en la ventana, Joe Wright deja el thriller psicológico y regresa a los parámetros en los que siempre se ha desenvuelto mejor: las adaptaciones de época. En su carrera, Wright se ha atrevido a reinterpretar obras versionadas a montones como Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, o Anna Karenina de Tolstoi. Sin embargo, esta aproximación a la pieza teatral de Edmond Rostand ya viene filtrada de antemano al tomar como base el musical “Cyrano” de Erica Schmidt, estrenado en 2018 en el West End, marcando el hecho diferencial a otras lecturas en celuloide célebres como la de Michael Gordon en 1950 o la recordadísima de Jean-Paul Rappeneau de 1990. Schmidt también se encarga de la traslación del texto teatral al cinematográfico de este Cyrano que reúne las sensibilidades del siglo XXI.
En esta era, se despoja al personaje de su tradicional nariz monstruosa para basar su desencaje en el canon social mediante la cuestión de la altura, otorgándole el cuerpo de Peter Dinklage –no en vano, pareja de la autora-, sin hacer escarnio burlón de su característica física. A su lado, Roxanne es una mujer en busca de una independencia fundamentada en la libre toma de decisiones, mientras que Christian es un joven de color aquejado de dificultades comunicativas. A partir de aquí, la trama se desarrolla según lo previsto por Rostand.
Wright ya ha demostrado con creces en varias aportaciones de su filmografía que es un cineasta con exactitud a la hora de dirigir –pocas veces se ha visto algo tan cuadrado al milímetro como la primera parte de Expiación, deseo y pecado (2007)– y con gusto a la hora de componer imágenes en la que todos los elementos quedan en la retina del espectador. Sin embargo, aun contando con multitud de elementos que el inglés de sobra sabe cómo trabajar, este Cyrano se acerca más al descontrol ampuloso de Peter Pan (2015) que a la precisión de Anna Karenina (2012), por citar sus saltos al vacío más notorios de su carrera. La película deambula por el camino de la irregularidad a lo largo de sus dos horas, con desajustes rítmicos, logrando cotas notables –especialmente en las escenas más íntimas-, pero dando lugar por igual a secuencias desdibujadas y desapasionadas.
El mayor lastre es la naturaleza de la versión, es decir, un apartado musical poco memorable en términos generales. Si bien la contribución instrumental de The National es solvente y considerablemente afinada, son las partes cantadas las que funcionan menos porque su inserción no resulta fluida de ningún modo al no posicionarse en ningún bando de sus posibles ejecuciones. Por un lado, la mayoría de números musicales se asientan en el diálogo cantado, y los pocos momentos coreográficos, totalmente carentes de fuerza, parecen bocetos de lo que debería ser un gran show, dejando a Cyrano huérfano de espectacularidad. Hay apuntes, como esos duelos de espadas al compás de los instrumentos, pero no son exprimidos.
Por otro lado, aunque siga la línea del diálogo cantado a nivel musical, no es suficientemente valiente para entregar todas las intervenciones a la música, como bien hicieron Los Miserables (Tom Hooper, 2012) o Evita (Alan Parker, 1996), ocasionando que cada intervención cantarina resulte artificial en medio de la prosa. Y mira que Wright tenía argumentos para repetir la fórmula de Hooper, apoyándose en esa “fealdad” con la que justificó Hooper el criticado canto de ciertos actores de su film, ya que el plantel de intérpretes tampoco destaca por unas dotes vocales reseñables, salvo Haley Bennett, cuyo timbre de voz recuerda al de Evan Rachel Wood en Across the Universe (Julie Taymor, 2007). El conjunto, pues, no se muestra armónico y sume la propuesta a un quiero y no puedo recurrente en el pensamiento.
Los errores de Wright también encuentran un contrapeso positivo en el mismo Wright, ya que su buen ojo es capaz de compensar los desaciertos con su delicioso diseño de vestuario –a cargo de la habitual Jacqueline Durran y Massimo Cantini Perrini-, una luminosa ambientación en Sicilia y la competente fotografía de Seamus McGarvey, con destellos renacentistas. Además, por descontado, de la excelente elección de Peter Dinklage como Cyrano, erigiéndose como el alma del film, regalando una interpretación muy expresiva. Le secundan un reparto correcto pero sin las magnitudes de la potencia de Dinklage.
Aspiraba a romper el molde, pero Cyrano no termina de jugársela y cristaliza en un film más frío de lo esperable, viniendo de alguien que ha convertido en tórridos los sentimientos más distantes. Una inyección de audacia como la del protagonista y una línea más Baz Luhrmann no habrían situado Cyrano en la tierra de nadie en la que se encuentra, engrandeciendo todas sus aptitudes. Solamente basta esto, porque el corazón ya lo tiene, lo cual es bastante en las grandes producciones contemporáneas.
Título: Cyrano.
Título Original: Idem.
Dirección: Joe Wright.
Intérpretes: Peter Dinklage, Haley Bennett, Kelvin Harrison Jr., Ben Mendelsohn, Bashir Salahuddin, Scott Folan, Monica Dolan, Joshua James, Anjana Vasan, Ruth Sheen y Mark Benton.
Género: Drama, Musical, Romance.
Clasificación: Apta para mayores de 13 años.
Duración: 123 minutos.
Origen: Reino Unido/ Canadá/ EE.UU.
Año de realización: 2021.
Plataforma: Prime Video.
Fecha de Estreno: 14/10/2022.
Puntaje: 5 (cinco)