Por Pablo Arahuete
El increíble castillo vagabundo podría ser el epílogo y testamento cinematográfico del notable realizador Hayao Miyazaki. Por lo menos, así parece al conocerse la noticia de su retiro tras una larga trayectoria que abarca nueve películas, algunas obras maestras como El viaje de Chihiro (2001), segundo estreno comercial en nuestro país y otras tan sólo imborrables como Mi vecino Totoro o Princesa Mononoke (editadas en video). Como suele ocurrir con los grandes artistas, el reconocimiento de su obra llega a destiempo y tal prisa ahora encuentra su mayor justificación en la nueva nominación al Oscar como Mejor Film Animado (ya lo había ganado tres años atrás con Chihiro). Aunque uno tenga su corazoncito con Tim Burton es indiscutible la superioridad artística del noveno opus de este artesano de 65 años, de inagotable magia.
Si bien, en apariencia Burton y Miyazaki no tienen un vínculo cinematográfico reconocible, se pueden rastrear en sus obras ciertos rasgos que aventuren una proximidad: la difusa frontera entre dos dimensiones, la real y la imaginaria, cuyo traspaso no necesita de un viaje físico, sino más bien introspectivo y espiritual; la estrecha relación de la memoria y la identidad, de cuyo pasaje se recupera la idea del niño interior y, por último, la apuesta al tono fabulesco que proporciona ricas alegorías sobre los conflictos humanos. Estos nexos no pretenden trazar semejanzas de estilo entre los autores, sino simplemente aportar otro modo de abordaje sobre los universos que construyen. Si hay algo inobjetable en la obra del maestro de la animación, -a quien la infortunada comparación con Walt Disney, como algunos críticos insistieron, no le sienta nada bien- eso obedece a su sello personal y la marca indeleble en cada plano. Los mundos de Miyazaki deslumbran por su vitalidad y su equilibrio entre el exceso y la exageración. Por más insignificante que sea, cada objeto o personaje tiene luz propia, un rango de acción definido y una función dentro del imponente cuadro que la pluma inventa. El trazo fino y atento entrega su obsesión por el detalle, como sucede en este relato que buscó inspiración en un libro infantil de la escritora británica Dianna Wynne Jones, del año 1986.
Sin alterar la temporalidad de la historia original, la meticulosidad aparece en la reconstrucción de la Inglaterra decimonónica. En un segundo plano, en el trasfondo de esta aventura, donde se desliza un elemento novedoso para la épica de Miyazaki como la historia de amor, aparecen las alusiones a una guerra. Primera alegoría política tangible. Para el autor, obsesionado por la idea de la invención y de las máquinas como herramientas transformadoras y positivas, en este caso los inventos se utilizan para destruir el mundo. De ahí la lucha solitaria que entabla el mago Howl (convertido en ave) contra los pájaros de hierro que descargan las bombas sobre la ciudad.
Sin embargo, al mundo arrasado se le superpone otro más exuberante y atractivo poblado de magia, fantasmas y hechizos. A esa otra dimensión, la cual primero emerge desde la niebla y luego cobra absoluto protagonismo, pertenece el castillo móvil, lugar donde llega la heroína Sofie después de haber sido hechizada por la maléfica bruja Calamidad. En consonancia con Chihiro, donde la pérdida de la identidad formaba parte del conflicto central de la trama y no retrataba otra cosa que el avance de la niñez a la adolescencia, el maleficio que pesa sobre Sofie la ha convertido en una anciana de 90 años, a quien le fue quitada toda experiencia de amor posible. Y ese parece ser el desafío que deberá afrontar para volver a ser la de antes y transcurrido el tiempo encontrar al amor de su vida.
Sólo cuando duerme, su fisonomía recupera a la joven Sofie, pero al despertar su rostro se agrieta y el cuerpo se transforma en un despojo. Al dueño del castillo, el enigmático mago Howl, lo tortura su cobardía por no enfrentarse a las fuerzas del mal y su exagerada vanidad, siempre pendiente de su apariencia. En este personaje se abre el interrogante del verdadero alcance de su magia y la sospecha de cierta ironía de Miyazaki sobre el mundo contemporáneo al mostrarlo como un metrosexual, quien reacciona con desmesura al ver transformado su cabello. No obstante, la trama del increíble castillo… se amalgama con la aventura desaforada, tributaria del animé, de la poesía y fuerza de un Akira Kurosawa, otro artesano de la composición del cuadro.
Miyazaki logra introducir –como pocos- el lenguaje cinematográfico al servicio de la animación porque recupera la especificidad del cine: ilusión de movimiento. Pero la reviste de ese realismo ontológico anhelado por el crítico francés Andre Bazin. Es decir, un realismo no imitador o reproductor de la realidad (eso le compete a la fotografía), sino una búsqueda capaz de trascenderla, de develar su aspecto oculto. En tiempos donde gran parte del cine de animación dilapida energías y recursos en lograr la mayor fidelidad posible con la realidad, (baste como botón de muestra El expreso polar), la audaz apuesta al dibujo y a la textura palpable que relega el uso del CGI a lo que la mano no puede alcanzar (el 10 por ciento de este film utilizó el digital) habla a las claras de un amor incondicional por el cine. Eso se vislumbra en cada film del realizador, donde el naturalismo emana en los paisajes; en los follajes que ondulan cuando un viento los impulsa; en el fuego que abraza la leña y lucha por no extinguirse porque si éste desaparece el castillo no podrá huir del mundo en ruinas.
Un fuego inextinguible como la inventiva de este niño atrapado en el cuerpo de un animador fatigado, pero cuya capacidad de reinventarse, de auto evocarse se aprecia en esta sinfonía de los sentidos. Sinfonía desde el punto de vista de la conjunción de imagen, sonido y movimiento.
Esta fue la novena y pareciera que, por desgracia, la última.
Título: El increíble castillo vagabundo.
Título Original: Hauru no ugoku shiro.
Dirección: Hayao Miyazaki.
Voces originales: Chieko Baishô, Takuya Kimura, Tatsuya Gashûin, Akihiro Miwa, Ryûnosuke Kamiki y Mitsunori Isaki.
Género: Animación, Aventura.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 119 minutos.
Origen: Japón.
Año de realización: 2004.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 09/02/2006.
Fecha de reestreno: 23/02/2023.
Puntaje: 9 (nueve)