back to top
sábado, 23 noviembre 2024
InicioCríticaResistencia: Frankenstein y el Dr. Monstruo

Resistencia: Frankenstein y el Dr. Monstruo

Por Juan Alfonso Samaja

La acción sucede en futuro distópico donde tiene lugar una confrontación agresiva entre humanos y una tecnología robótica que ha alcanzado niveles preocupantes de autoconciencia. Joshua, un soldado de la agencia militar, recibe la misión de hallar al enigmático Nirmata, diseñador que está detrás de la inteligencia artificial y del arma definitiva que ha creado para destruir a la potente unidad de ataque Nomad, última esperanza del gobierno de los EE.UU para contener a las bases de resistencia de los autómata.

Crítica

La trama comienza haciendo un resumen de las consecuencias contrarias e interdependientes del desarrollo gradual de la IA, que constituyen ya un lugar común en el género: a) ocupación de las tareas y actividades humanas cotidianas y estratégicas y b) peligrosa dependencia de los humanos en una IA que ha alcanzado peligrosos niveles de autoconciencia en la actualidad.

La premisa en la historia de la cultura

El proceso de rebelión de una criatura que se subleva contra su creador, mediante un acceso fatal de la criatura a la conciencia plena, facilitada por las mismas condiciones que han creado al sujeto, resulta ser un tópico narrativo tan antiguo y potente en la historia de la cultura, que bien haríamos en considerarlo un síntoma de la crisis que debieron afrontar las primeras formas de vida religiosa, que llevaría al surgimiento posterior de las sociedades con Estado. En la narrativa judeo-cristiana, por ejemplo, hallamos esta premisa en la alegoría Adán y Eva y en el acto subversivo de comer del único fruto prohibido en el paraíso: aquello que pone al sujeto en contacto con el conocimiento pleno, y que pone en igualdad de condiciones al hombre y a Dios.

La Ciencia Ficción, en este tópico, expresa el conflicto inherente a uno de los conceptos claves del mundo cristiano: el dilema que significa dar como recibir libre albedrio. Si el creador dona de una complejidad a la conciencia, que es capaz de extraviarse a sí misma de la senda que el creador ha trazado, cabe preguntarse, en efecto, ¿con qué fin se adjudica a la criatura de estos dones? ¿no se corre el riesgo de una rebelión y de un olvido esencial del origen, y, por lo tanto, de una sustitución de la autoridad? ¿No garantiza, acaso, esta libertad la elección de proyectos propios no previstos por el creador? Se dirá que Dios tuvo que haber previsto estos proyectos de antemano, y que a este ser nada se le escapa realmente, pero en tal caso el libre albedrío quedaría automáticamente anulado. La donación de la libertad por parte de un creador presupone, necesariamente, la ignorancia fundamental de las decisiones posteriores de las criaturas. Por lo tanto, o el libre albedrío es un engaño, y todo está ya predestinado, o es real, y hacerlo posible para la criatura implica una renuncia por parte del creador respecto de su criatura, pero también de los  proyectos que la criatura puede protagonizar.

Esto mismo lo vio Marx en las contradicciones internas del Capitalismo. Según el autor de El Capital, en la desigual distribución de la riqueza, y la sistemática liberación de las fuerzas de trabajo que producía el emergente modo económico, estaba en germen su propia autonegación. Y lo vio, también, Freud cuando tematizó la historia de la horda primitiva y la matanza del padre fundacional.

De hecho, cualquier familia que tiene relaciones con hijos e hijas que han entrado en el proceso de autonomización (incremento de la expansión de la subjetividad, y concomitante abandono del proceso de retracción del sujeto hacia la lógica paterno-materna), conoce en carne propia esta premisa, y en carne propia padecen los padres las consecuencias de su propia producción. El desarrollo de la infancia concluye en el mundo de la adolescencia: un proceso que –paradójicamente- ha sido alimentado y promovido desde la propia lógica de sujeción familiar, y que se expresa en el concepto moderno de construir en el infante la potencial capacidad autónoma, cuya principal consecuencia es la puesta en cuestionamiento de la autoridad familiar. Como si la entidad familiar creara un algoritmo para contener sus propios impulsos excesivos de autoridad.

La película: sus ángeles y sus monstruos

El relato que nos ocupa tematiza, en lo esencial, este asunto, poniendo en escena, sin embargo, una situación atípica. Escenifica un doble proceso: el primero se presenta, primero, como negativo, pues está asociado al crecimiento exponencial y –en apariencia- descontrolado- de la IA, que deviene en una amenaza para los seres humanos, pero finalmente se revela como proceso positivo, que lleva al autómata de ser “máquina-que-se-apaga”, a un “ser sujetado al deseo vivir”. El segundo proceso es el devenir humano: la primera etapa es el proceso positivo (aparente) donde la humanidad pretende recuperar aquello originario que ha perdido; pero luego sobreviene una segunda etapa, negativa, que lleva a los humanos a encarnar -para los autómatas- esa misma realidad monstruosa que ellos proyectan sobre enemigo tecnológico.

Fortalezas y debilidades de la propuesta

Uno de los puntos fuertes de la propuesta narrativa es que, si bien se aprecia la continuidad de la película con la tradición preexistente, y sobre todo con algunos casos emblemáticos, como Terminator y Blade Runner, la propuesta no se conforma con ser una mera recreación de lo ya existente, exhibiendo una propuesta propia, y unos giros que sólo parecen pertenecerle a ella.

Merece también ser destacada la poética visual del film; el virtuoso diseño de los efectos visuales, pero sobre todo la sensibilidad en el desarrollo de una fotografía de paisajes exóticos, que juega un papel dramático relevante en la construcción emocional del argumento.

Finalmente, no es menor reconocerle al relato cierta apuesta a la inteligencia del espectador, no repitiendo tomas para reforzar didácticamente un significado argumental, recurso torpe del cual Hollywood suele abusar. Esto se aprecia en dos escenas, por lo menos:

1) cuando Joshua está siendo interrogado mediante un detector de mentiras, y una mujer le pregunta por los recuerdos sobre su esposa embarazada, previo al ataque que le costó la vida, a lo cual Joshua responde que no tiene ninguno. La mujer que lo interroga acepta la respuesta, pero el espectador atento no sólo sabe que esto es falso (porque aparecen en flashback imágenes de ese pasado para el espectador únicamente), sino porque en el visor del detector aparece la leyenda “falso”.

2) cuando Joshua es re-enlistado para hallar a Nirmata, y deben sortear un portal para encontrar el arma secreta que está protegido por un potente sistema de contraseñas. En este segundo caso, un personaje encargado de hackear el sistema decide irse de modo imprevisto, mientras el dispositivo de decodificación de la clave de acceso continúa trabajando; pero antes de retirarse enfatiza a Joshua que no entre hasta que él regrese. En la toma siguiente, sin embargo, vemos a Joshua en el espacio contiguo.

El hecho de que en la primera situación la mujer no lo acuse de estar “falseando la respuesta”, o que lo converse con un tercero, y que en la segunda no se nos muestre el dispositivo develando el número, abriendo la puerta, y al héroe decidiendo transgredir el pedido, etc. otorga a estas escenas una elegancia y economía de recursos que son inhabituales en las producciones mainstream.

A mi gusto, el relato tiene dos inconvenientes, el primero menos grave, el segundo, más problemático, a mi juicio: 1) una duración algo dilatada, que se regodea en lo visual, sin un respaldo narrativo y dramático que lo justifique y lo compense; y 2) el relato no ha sabido desenvolverse con soltura y comodidad suficiente en torno al giro narrativo que presentan los acontecimientos. La inversión “humanos buenos-tecnología mala” en “humanos monstruosos/tecnología heroica”, resulta torpe en dos direcciones: a) carga con una solemnidad excesiva la representación de la resistencia, b) carga de un achatamiento inexplicable y pueril la agresión de los humanos, que podría haberse trabajado con un nivel de ambivalencia un poco menos infantil. Simplificar la confrontación en una contienda entre buenos y malos es una decisión a la que tanto Marx como Freud le huyeron, pero ésta es una lección que la narrativa de Ciencia Ficción no siempre consigue hacer propia.

Título: Resistencia.
Título Original: The Creator.
Dirección: Gareth Edwards.
Intérpretes: John David Washington, Madeleine Yuna Voyles, Gemma Chan, Allison Janney, Ken Watanabe, Sturgill Simpson, Amar Chadha-Patel, Marc Menchaca y Robbie Tann.
Género: Ciencia-ficción, Acción, Aventura, Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 133 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2023.
Distribuidora: Fox – Disney.
Fecha de Estreno: 28/09/2023.

Puntaje: 7 (siete)

NOTAS RELACIONADAS

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

ÚLTIMAS PUBLICACIONES

Hereje: Cuando la fe está en juego

San Pugliese: Como nombrar al pueblo

Dueto: Amigos para siempre

Tiempo de pagar: Zafar a toda costa