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domingo, 24 noviembre 2024
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Un oso rojo: Lo bueno, lo malo y lo feo

Por Juan Blanco

Al día de la fecha no existe otro género más soberbio y poético que el western. Más que una serie de recursos y lugares comunes exprimidos hasta el cansancio, este mundo salvaje que jamás negó su naturaleza bárbara es un vehículo que todavía puede seguir cautivando como lo hacía en otros tiempos, por desgracia lejanos. Tal es así, que por más que hoy el western ya no tenga la recepción de antaño, hay realizadores que creen encontrar en él fuerza suficiente como para promover a la emoción. De Howard Hawks a John Carpenter, ¿y por qué no de John Carpenter a Adrián Caetano?

Este director que ya con Pizza, birra, faso y sobre todo en Bolivia manifestaba una solidez para narrar bastante inusual en nuestro cine, ahora confirma su talento con Un Oso Rojo, un western urbano que explora la naturaleza violenta de ese ser humano que se reconoce como un monstruo capaz de amar y odiar al mismo tiempo, y que en la precisa contradicción de su personaje alcanza su punto más soberbio.

Un hombre con aspecto de forastero se invita a un pueblo que aparentemente conoce de otros tiempos. Sabemos que salió de la cárcel, por eso entendemos su andar despacio, como si nada lo apurara, y le seguimos los pasos. Los lugareños interrumpen su metegol para mirar al extraño que se acerca y que con tono parco les pregunta por “el turco”. Uno de ellos contesta despreocupado informándole que su “amigo” ya no se encuentra por los pagos, aunque aún ninguno sabe quién pregunta ni por qué, y no parecen querer averiguarlo. El forastero no tiene nombre en sociedad (al menos no se lo reconoce como Rubén), tan sólo un apodo; le dicen “el Oso”. No, no se trata de Clint Eastwood en otra de sus búsquedas de problemas por el lejano Oeste Americano, sino de Julio Chávez respirando la miseria de Buenos Aires, aunque Julio sí tiene “eso” de man with no name y lo de los problemas también viene al caso.

Con los escasos minutos iniciales de la anécdota nos vamos a enterar de que en efecto el Oso no es un forastero, quizás sí lo es ahora, pero hace unos años tenía una esposa, Natalia (Soledad Villamil), una hija, Alicia, y una torcida carrera delictiva que lo mandó al calabozo por años y lejos de su familia; todo eso en ese pueblo de mala muerte al que ahora regresa. ¿Qué busca? Quizás la vuelta al hogar, la redención, la venganza; en realidad no se sabe hasta que el Oso empieza a moverse por el lugar y a establecer pequeños contactos, los afectivos y los que no lo son tanto. De todas maneras no vale la pena quemar los sucesos por anticipado en un texto sin importancia; por eso acá me callo…

Apuntar que Chávez genera un magnetismo ineludible con su personaje es algo tan pertinente como obvio. Es un actor descomunal, de esos que causaría mucho placer tener más seguido visitando las pantallas porteñas. Su “Oso” no es cariñoso, pero de alguna manera se lo sabe noble, al menos con los suyos, y eso se nota a través de sus gestos medidos. Es un tipo que desea que su hija sepa que tiene un padre que la quiere, por más que las cosas entre su mamá y él ahora sean diferentes, y a pesar de que ahora su papá sea otro (Luis Machín). Lo salvaje en el Oso es algo innato, como en aquellos antihéroes del Oeste que no conocían más que la barbarie como modo de expresión, y que estaban acostumbrados a vivir con ello. Pero lo conflictivo en él se evidencia cuando aparecen los sentimientos y su naturaleza se ve amenazada por su hija, a la que siente que le debe la vida; ahora el tipo es un compendio de “lo bueno, lo malo y lo feo” del mundo.

Caetano procura manejar a su paladín en un contexto que mezcla melancolía con un tono violento que permanece latente durante casi todo el relato. Con el transcurso de la historia las situaciones cada vez van a presentar más complicaciones; las palabras se van a hacer más duras, escasas e inútiles; la realidad se va a chocar cada vez más fuerte con los sueños; y es entonces donde lo único que queda es el sacrificio; el Oso lo sabe, y en ese instante el film se torna explícito y cáustico.

Con un duelo final cargado de la soberbia mencionada al principio, Un Oso Rojo demuestra cómo un proyecto chiquito se puede volver titánico, además de comprobar que el western es el género más romántico que supo concebir el cine en sus poco más de cien años, y que ciertamente será el último en volverse anacrónico.

Título: Un oso rojo.
Título Original: Idem.
Dirección: Israel Adrián Caetano.
Intérpretes: Julio Chávez, Soledad Villamil, Luis Machín, Agostina Lage, Enrique Liporace, Rene Lavand, Daniel Valenzuela, Freddy Flores, Ernesto Villegas.
Género: Crimen, Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 95 minutos.
Origen: Argentina/ España/ Francia.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 03/10/2002.

Puntaje: 9 (nueve)

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