Por Juan Blanco
Pensando en Spider-man, resulta por lo menos curioso intentar imaginar qué película tendrían en mente Sam Raimi y los ejecutivos de Columbia antes de aquel desastroso 11 de Septiembre que desahució a los norteamericanos (y al mundo) y cambió la panorámica de Nueva York. Por aquel entonces, hubo una secuencia magnífica propuesta como teaser publicitario en la que el hombre araña atrapaba un helicóptero con una de sus telas entre las dos majestuosas Torres Gemelas. Habiendo sido lanzado antes de la fatídica fecha y en plena post-producción del film, tal teaser fue borrado de inmediato de las páginas web y dicha secuencia jamás logró participar del corte final de la película próxima a estrenarse. Cuando Spider-man finalmente vio la luz no sólo ya no contaba con las torres ni con la hazaña de la araña, sino que también mostró cierto grado de melancolía nacionalista, seguramente tras una orden impuesta por el estudio y acatada por el obediente Raimi. Entre banderas, algunas alusiones a la resistencia neoyorquina ante la adversidad y demás guiños pro-yanquis, Sam Raimi logró levantar una de las mejores adaptaciones sobre un cómic de todos los tiempos y además una de las mejores películas de género del año. Y así fue, Spider-man tuvo la mala suerte de ser una aventura contemporánea a uno de los peores momentos de la historia de norteamérica, específicamente focalizada en la Gran Manzana y con un héroe antológico que de ser real tal vez habría conseguido detener la catástrofe. Pero Sam Raimi supo rendir tributo a la ciudad sin caer en una ñoñería patriotera peligrosa, a pesar de la obviedad de la alusión. Es por esto que digo que resulta una curiosidad real el considerar que Spider-man, como proyecto, quizás comenzó siendo una película totalmente distinta de la que fue, especialmente en tono. Y esto es algo que queda todavía más claro con la segunda entrega.
Spider-man 2 es una manifestación altamente potenciada de todas las ideas que Raimi apenas había logrado esbozar en la primera. Claro, esto es algo que se nota recién ahora que el segundo capítulo se presenta más grande, fuerte, veloz y a la vez dramático y discursivo. Más allá de que las escenas de acción son mayores en cantidad y en magnitud, la secuela lleva mucho más lejos la problemática emocional de los protagonistas y, analogía derivada, de Nueva York. Ahora Peter Parker está en verdaderos problemas: continúa con el karma de ser un superhombre incapaz de amar sin censuras, y para colmo la riesgosa amistad con el hijo del villano de su primera aventura agrega más leña al fuego. Pero sumado a esto, el conflicto arácnido de Parker no le deja tiempo para estudiar (lo cual retrasa su futuro profesional como científico), no le permite trabajar (lo que le acarrea problemas de automanutención), le impide obrar con completa honestidad con su tía y, como si fuera poco, hasta el supertraje le destiñe y arruina la poca ropa que el pobre adolescente puede costear con su miseria. Dado su desastroso ritmo de vida Peter Parker, alias el hombre araña, en un acto de premeditada egolatría piensa en renunciar como tal. Y es entonces donde tiene lugar la verdadera esencia de Spider-man 2.
Hay una charla que Parker sostiene con su tía, en la cual la sabia anciana trata de explicar a su sobrino (desconociendo que éste es el hombre araña) el por qué de la importancia de los héroes para la humanidad. En esa conmovedora enumeración de las características que hacen a un héroe, Raimi forjó el espíritu de su película, ya consolidada en saga. Ese espíritu es también la tristeza ante la toma de conciencia de que no existiría un héroe sin una amenaza exterior (el villano de turno es el Doctor Octopus, un científico devenido en un pulpo cibernético) y, peor aún, que entre los americanos falta ese héroe capaz de salvarlos. Cuando Peter Parker tira el traje a la basura para pasar a una mejor vida, el crimen sube un 75% y Nueva York vuelve a ser vulnerable ante la amenaza criminal. Y es entonces donde Raimi y ese pequeño espacio que es el de la ficción cinematográfica juegan a posibilitar para los americanos el sueño y la seguridad que sólo puede cristalizar un héroe ficticio, como lo es Spider-man. La idea de la necesidad del cine como escape mental o en el mejor de los casos como aliciente emocional, como lo es Peter Parker y su disfraz de araña para la ciudad, tanto como héroe protector o como figura mediática.
Es cierto que como película de género Spider-man 2 no tenía la obligación de verse impregnada de política y de la melancolía que desprende aquel 11 de Septiembre que cambió el corte final de la saga, pero no es ilógico que así sea. La conflictiva central de Spider-man 2 gira en torno a la necesidad del mundo de tener un héroe que los proteja y del héroe de tener una comunidad que proteger. Las tantas banderas (hay cerca de una docena) y retóricas sobre al bien, el mal y el heroísmo no hacen más que evidenciar una norteamérica vulnerable y necesitada de una película de género que lleve a soñar con tiempos mejores. Por eso resulta lógico que Spider-man 2 esté diseñada para ser vista con los ojos que hoy contemplan a un país en guerra consigo mismo. Raimi proporciona esa esperanza con muchos efectos especiales y los numerosos trucos que se necesitan para vender una ilusión; una en la que alguien puede ser picado por una araña y de repente convertirse en el orgullo de una nación (o ciudad). Por su parte el film técnicamente es casi irreprochable, además de ser portador de un sentido del humor infalible y de conmover con actuaciones por demás acertadas para este tipo de propuestas, en las que los gestos no suelen sobreponerse a las acrobacias y coreografías.
Spider-man 2, aún propagandística, es una buena película porque Sam Raimi es un buen director, un buen artesano, y por sobre todas las cosas uno conciente del lugar y el momento en que hace sus películas. Nadie espera que El hombre araña 2 sea vitoreado alrededor del mundo con su psicología nacionalista, pero sí al menos comprendido primero y luego juzgado como un film de género extraordinario y deslumbrante, sólo que tristemente anclado a una geografía y época macabras.
Título: El hombre araña 2.
Título Original: Spider-Man 2.
Dirección: Sam Raimi.
Intérpretes: Tobey Maguire, Kirsten Dunst, Alfred Molina, Rosemary Harris, James Franco, J.K. Simmons, Dylan Baker, Bill Nunn, Aasif Mandvi y Cliff Robertson.
Género: Basado en comic, Secuela, Acción, Aventura.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 127 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2004.
Distribuidora: Columbia.
Fecha de Estreno: 01/07/2004.
Puntaje: 9 (nueve)