Por Juan Blanco
A priori, para un director como Wes Craven y un guionista como Kevin Williamson daría la impresión de que las reglas dentro de la industria cinematográfica norteamericana se hicieron para romperlas. -…Quieres una pelea justa?… pero estamos en Hollywood…- pregunta y al mismo tiempo afirma “indignado” un personaje en uno de los momentos culminantes de La marca de la bestia, el último proyecto de la dupla creadora de Scream. Pero lo que comenzó con el primer episodio de esta famosa saga como una fiebre retro-subversiva dedicada a romper ciertos códigos del cine industrial de terror, poco a poco acabó fundiéndose con la fórmula que se suponía debía estarse subvirtiendo (algo que ya se había evidenciado del todo para la llegada de Scream 3, el capítulo que cerraba la trilogía). Para estos dos expertos en la materia, esta vez los lugares comunes auto-conscientes y el humor chicanero detrás de cada convención del género dejaron de funcionar para dar paso a una de las muestras de terror satírico más mecánicas y fallidas vistas desde que existe tal recurso, o al menos desde que se impuso la moda.
Esta vez, la intención era la de volver a contar Scream (es decir, una historia con varios personajes entre la adolescencia y la adultez prematura acechados por un/os asesino/s en serie) pero esta vez con hombre lobo en lugar de un psicópata con cuchillo y máscara. Para eso, se volvió a planificar un relato que admitiera una nueva corrida de apuestas sobre la posible identidad del asesino, en este caso un licántropo, así como con las Scream se sorteaban los culpables escena tras escena sin jamás lograr descubrir al responsable. Pero en Cursed (título original que refiere a la maldición de la bestia) la fórmula falla y a lo grande. Entre otras cosas lo hace por culpa de un guion –terriblemente reescrito y reciclado por mil problemas de producción- que pareciera más preocupado por acumular chistes extra-cinematográficos que por la puesta en escena que justificaría la anécdota. La inteligencia metadiscursiva que en Scream vendía al espectador una amenaza al tiempo que lo hacía tomar distancia de la ficción, ahora se convirtió en un conjunto de trucos ramplones netamente utilitarios: sobresaltar un poco al espectador, hacerlo reír otro tanto y no mucho más.
Como haber, en Cursed hay dos –o quizás tres- humoradas que funcionan (la de la homosexualidad encubierta tras el equipo de lucha libre escolar y la del lobo susceptible que hace el gesto del fuck you tras una ofensa), tal vez una secuencia en la que Craven demuestra que cuando quiere aún es el papá de Freddy Krueger (la del lobo en el estacionamiento) y unas pocas actuaciones rescatables (se laburan lo suyo Jesse Eisenberg –Cosas de Hombres– y Christina Ricci –Los Testigos-).
Para los que suelen conformarse con un par de sobresaltos en la butaca y alguna carcajada ahogada, La marca de la bestia será una comedia de terror que quizás amortice la entrada de cine con el descuento matutino. Para los que vayan esperando un nuevo manifiesto de horror del dúo dinámico Craven- Williamson, la cosa va a estar un poco más jodida. Sólo imagínense Dawson’s Creek (con Joshua Jackson y todo) pero con un bicho peludo, grandote y de colmillos afilados.
Título: La marca de la bestia.
Título Original: Cursed.
Dirección: Wes Craven.
Intérpretes: Christina Ricci, Jesse Eisenberg, Joshua Jackson, Judy Greer, Portia de Rossi, Mya, Shannon Elizabeth, Michael Rosenbaum y Milo Ventimiglia.
Género: Terror, Comedia.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 97 minutos.
Origen: EE.UU./ Alemania
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 12/05/2005.
Puntaje: 5 (cinco)