Por Luis Pietragala
En el final de ¡Átame! de Pedro Almodóvar (España, 1989), sus personajes principales (Antonio Banderas y Victoria Abril), junto al personaje ayudante (la hermana de la protagonista), cantan la canción “Resistiré”, compuesta por el mismo director (este tema musical es hoy muy conocido en Argentina gracias al éxito de la novela de ese nombre, que protagonizó Pablo Echarri en 2003). Almodóvar pareciera decirnos que en este sistema, en este estado de cosas que vive gran parte del mundo, ser tenaz y resistente es el único modo de lograr el propio bienestar; es decir, la felicidad o algo que se le parezca.
Los arquetipos (dicho en su sentido etimológico: modelo a seguir) que muestra Fernando Solanas en La dignidad de los nadies, son resistentes a perder su condición humana, su entereza moral. Ellos no se someten a lo que dicen los medios ni al perverso “si no lo hago yo, lo hace otro”; tampoco quieren acceder al delito o a los planes Trabajar (“Trabajo es lo que necesito. No me gusta recibir una plata que no me gané trabajando”, dice -aproximadamente- una mujer que no se permite dejarse vencer).
Quienes protagonizan esta película son “nadie”; no tienen glamour ni aparecen en los medios. Han tomado partido por la dignidad, han decidido pelear por lo que creen que es justo y les pertenece. Sabemos que son la excepción de las clases retratadas (la baja y la media); por eso son modelos a seguir.
Un proceso similar es bien mostrado por Grissinópoli (dirigida por Santiago Doria y guionada por Luis Camardella, Argentina, 2005), donde se ha seguido la evolución de los trabajadores de esa fábrica porteña de grisines, desde su cierre hasta la conversión en una cooperativa, hoy funcionando eficazmente. Allí también la decisión de resistir está presente: “en un momento en el que muchos emigraron, otros decidieron pelear por vivir con dignidad en el país”, resaltan los autores de este documental).
En enero de 2002, hubo una marcha piquetera que se inició en Liniers y llegó a Plaza de Mayo. Los comerciantes los recibieron a mitad de camino con bebidas frescas y solidaridad. El lema fue “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”. En un momento en que esa situación parece remota, Solanas la rescata como eje ideológico y de acción a tomar, de modelo a seguir. Tal vez evoque los famosos versos del Martín Fierro, donde se advierte que si los hermanos no están unidos, se los van a devorar los de afuera. Por ello, un abanico de casos clase media y baja para demostrar su hipótesis: mujeres chacareras que impiden que se rematen sus tierras cantando el himno nacional; un maestro que arma un comedor popular en su barrio; obreros que recuperan para la producción una quebrada fábrica neuquina de cerámica; el motoquero escritor salvado el 20 de diciembre de 2001 por un viejo militante de los 70 que vive con una bala alojada en la cabeza; la novia del piquetero Diego Santillán que consigue llevar a sus asesinos a juicio; los médicos y paramédicos del Hospital Posadas de Haedo que actúan suplantando a un estado ausente; etc.
Solanas genera confianza en sus entrevistados y no conversa con ellos desde afuera sino que se involucra. Falla al incluir rimas muy pobres al comienzo de cada caso; cierto tono de barricada que aparece a veces molesta aunque queda atenuado por lo potente de los casos. Su mayor mérito es haber decidido mostrarlos y tener la habilidad de conducirlos dejándolos hablar.
No es una película grandiosa; es una película útil. El contenido pesa más que su forma, aunque ésta la complementa. Lo más válido es el testimonio que deja. Y eso está contado con claridad.
Título: La dignidad de los nadies.
Título Original: Idem.
Dirección y guión: Fernando “Pino” Solanas.
Música: Gerardo Gandini.
Fotografía: Fernando E. Solanas.
Narrador: Fernando “Pino” Solanas.
Género: Documental.
Clasificación: No disponible.
Duración: 120 minutos.
Origen: Argentina/ Brasil/ Suiza.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Independiente.
Fecha de Estreno: 15/08/2005.
Puntaje: 7 (siete)