No hay casi ninguna actividad dentro de la industria del cine por la que Eli Roth no haya incursionado desde que egresó en 1994 como Suma Cum Laude en la Universidad de Nueva York. Un aspecto saliente de su nueva producción radica en la absoluta verosimilitud de su estremecedor argumento. Sería muy poco prudente de mi parte contar aunque más no sea parcialmente la historia de Hostel (2005) porque la premisa planteada por Roth, en su función de guionista, es poderosísima pero corta en desarrollo. Revelarla sería coartar el derecho del espectador y privarlo de conocer en carne propia una de las experiencias más intensas que nos ha deparado el género en los últimos años.
Me atrevería a trazar una comparación con algunos clásicos de los setenta que seguramente sirvieron como fuente de inspiración. Por la crudeza con la que trata a los personajes, casi sin contemplaciones, me vienen a la cabeza títulos como La última casa a la izquierda (1972) y El loco de la motosierra (1974). Aunque no son las únicas influencias de un realizador tan cinéfilo como para hacerse amigo de Quentin Tarantino a quien, según dicen, introdujo al creador de Tiempos violentos en el fascinante mundo del coreano Park Chan-wook a partir de Sympathy for Mr. Vengeance (inicio de una deslumbrante trilogía que apela como eje temático a la venganza), lograr que le produzca su segunda película e incluso postularlo como “el futuro del terror” (revista Premiere, mayo de 2004). Desde luego: también es una jugada de marketing pero Tarantino no suele desparramar elogios a sus compatriotas con tanta generosidad. Viendo Hostel se entiende el porqué de ese encendido elogio.
En primer lugar existe una perfecta coherencia en la línea dramática diseñada por Roth. Presenta a sus personajes con claridad (ayudan las actuaciones sin fisuras de los tres actores principales), les da un contexto creíble, los sitúa geográficamente en una región poco frecuentada de Europa y le da vía libre al hedonismo de los protagonistas que buscan SDR (sexo-droga-rock ’n’ roll) como cualquier hijo de vecino. Se toma su tiempo recurriendo al humor en diálogos y situaciones para ir deslizando, paulatinamente, pequeñas anomalías que afectan al trío y que, a la larga, van desviando el relato hacia territorios oscuros de la mente del hombre (en los setenta era habitual acusar a la naturaleza humana como origen del Mal; sí, con mayúscula). La violencia gráfica, para nada estilizada, se une a un clima pesadillesco de la que emerge el instinto de supervivencia como elemento vital para justificar los actos horrendos a los que se ven forzados a cometer los animadores de esta alucinante propuesta gore.
Me sorprendió agradablemente la decisión del director de prescindir de los golpes de efectos sonoros y visuales para impactar a una audiencia ya acostumbrada a esa clase de recursos por el abuso de algunos cineastas mediocres que los utilizan en forma reiterada sin advertir la pobreza conceptual de los mismos. Hostel es diferente a tantas otras obras porque detrás del regodeo en la sangre hay una idea perturbadora que de fantasiosa no tiene nada. Haber sabido desarrollarla sin vueltas de tuercas que la desnaturalicen y respetando el ABC del género sin concesiones, con gran simpleza en su ejecución, son indicios de que Eli Roth no es ningún improvisado y parece saber a dónde quiere llegar. Por eso me sumo a la opinión de Tarantino con gran entusiasmo. Queda en Roth no decepcionarnos.
Título: Hostel. Título Original: Idem.
Dirección: Eli Roth. Intérpretes: Jay Hernandez, Derek Richardson, Eythor Gudjonsson, Barbara Nedeljakova, Jana Kaderabkova, Jennifer Lim, Keiko Seiko, Lubomir Bukovy, Jana Havlickova, Philip Waley, Christopher Allen Nelson, Anne Bergstedt, Rick Hoffman, Takashi Miike y Eli Roth. Género: Horror. Clasificación: Apta mayores de 16 años, con reservas. Duración: 94 minutos.
Origen: EE.UU./ República Checa. Año de realización: 2005. Distribuidora: Columbia/ Sony. Fecha de Estreno: 23/03/2006.
Puntaje: 8 (ocho)