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domingo, 24 noviembre 2024
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Manderlay: Soberanía y dominación

Por Emiliano Fernández

Luego de Dogville (2003), Lars Von Trier entrega la segunda parte de su trilogía “Estados Unidos, tierra de oportunidades”, otra obra maestra llamada Manderlay (2005).

La trama del film retoma el final de Dogville. Estamos en los ’30. Grace (ahora la excelente Bryce Dallas Howard, antes Nicole Kidman) viaja junto a su padre mafioso (Willem Dafoe, antes James Caan). En un pasaje del camino descubren a unos blancos azotando a un negro. Como buena idealista, Grace los detiene y libera al hombre. Rápidamente le cuentan que se encuentra en una plantación llamada Manderlay donde la esclavitud es moneda corriente, a pesar de haber sido abolida hace ya más de 70 años. El padre se muestra pragmático y le recomienda dejar las cosas como están ya que es un “problema local” que no les incumbe. Grace decide quedarse en la plantación para liberar a los esclavos y establecer un sistema democrático de gobierno. El padre le permite hacer y se retira del lugar, dejándole un grupo de mafiosos contratados para asegurarse que las directivas de su hija sean acatadas por los blancos dominantes. La lucha de Grace por imponer sus ideales comenzará nuevamente, con trágicas consecuencias.

Formalmente el film presenta las mismas características de Dogville: escenografía y entorno de tipo teatral, cerrado e invariable, mayoría de tomas con cámara en mano, división de la historia en capítulos, y estructuración narrativa cercana a la fábula orientada a una moraleja final, pero encarada desde una aproximación cínica y de corte muy sádico. La brutalidad formal que Von Trier le impone al film se completa con las maravillosas actuaciones de todo el elenco, el cual aporta en las dosis justas tanto mesura como dramatismo al magnifico guión del director. Por otro lado, vuelve a estar presente John Hurt como el narrador de la historia.

Otra vez Grace confía en la humanidad. Pero como los golpes enseñan a no caerse tan fácilmente, ahora posee el respaldo de los hombres de su padre para hacer cumplir lo que considera justo y necesario: una reparación de los blancos dominantes para con los negros esclavos. En el principio vemos como pone a los blancos dueños de la plantación a hacer las labores de los negros y a estos les permite acceder a la posición de privilegio de sus antiguos amos: tiempo libre, amplias posibilidades de decisión, comodidades, educación, etc. Sin embargo, las cosas no salen como ella las había planeado: los antiguos esclavos extrañan el sistema de dominación y se sienten perdidos sin sus tareas habituales y sin los castigos programados con la precisión de un reloj.

Lo que nos dice el genial Lars Von Trier es que los niveles más bajos de la cadena de producción, los que no tienen ninguna incidencia en la dirección del sistema, es frecuente que se sientan adormecidos y que vean como imposible otra forma de vida que no sea la que se les ha impuesto durante toda su existencia. Por más que Grace les ponga las fichas en la mesa, por más que ella ponga toda su buena voluntad para que los esclavos comprendan las amplias posibilidades de la autodeterminación de la propia vida, de la libertad aunada a la justicia, los dominados siguen viendo con recelo y desconfianza a la que propulsa la emancipación y hasta llegan a extrañar a los blancos. Esta paradoja de no saber que hacer con la recién ganada soberanía y de echar de menos, explicita o implícitamente, la antigua dominación, deja en claro la imborrable repercusión simbólica que el sistema de castigos y de estandarización vital tuvo, tiene y tendrá sobre la psiquis de los dominados, eterno eco de una supuesta imposibilidad de revelarse y atomizar la somnolencia conformista.

Grace no se da cuenta que el sistema al que quiere incorporar a los negros sometidos está tan podrido como toda la humanidad misma. Desde ya que pasar de la esclavitud a la libertad es un paso fundamental y meritorio, pero siempre se anida en los hombres la sed por someter y aprovecharse de los otros, de los indefensos. Quizás ella logra incorporar a los negros a un sistema democrático, pero con consecuencias distintas a las esperadas: en vez de concretizar una utopía ideal de convivencia pacifica, lo que hizo fue incluirlos en la misma estructura social de mentiras, hipocresías, salvajismo y venganzas cruzadas en la que viven los blancos, y en la que lo único que importa es el dinero.

Lars von Trier condena a los negros que transaron con los blancos dominantes, pero también a los hombres y mujeres que no estaban al tanto de toda la situación de complicidad y subtramas secretas. El director nos dice que la ignorancia no es excusa de nada ya que por acción u omisión, por error o estupidez, se someten a sí mismos y, lo que es mucho peor, someten a aquellos que los rodean, dejándolos en manos de asesinos, explotadores, inescrupulosos y ladrones. Negros o blancos, la mitad de ellos deciden ser esclavos y a la otra mitad se lo imponen. No hay dominación absoluta ni tampoco soberanía plena, es una combinación fluctuante de ambas, dos condiciones que están presentes en todos los hombres, sin distinción de razas. Queda en cada uno el qué hacer con ese margen de libertad, podemos luchar para destruir el yugo o, por el contrario, reproducir el sistema imperante. Ya sabemos lo que hacen en el norte… Estados Unidos, país soberbio, la condena central recae en su pueblo y no solo en las autoridades: soberanos y dominados, por decisión e imposición, toda la nación es basura y como Dogville, “el mundo sería un lugar mejor sin ellos”.

Título: Manderlay.
Título Original: Idem.
Dirección: Lars von Trier.
Intérpretes: Bryce Dallas Howard, Isaach de Bankole, Danny Glover, Willem Dafoe, Michael Abiteboul, Lauren Bacall, Jean-Marc Barr, Geoffrey Bateman, Virgile Bramley, Ruben Brinkman, Dona Croll y Jeremy Davies.
Género: Drama.
Clasificación: no disponible.
Duración: 139 minutos.
Origen: Dinamarca/ Países Bajos/ Suecia/ Alemania/ Reino Unido/ Francia/ Italia.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: 791 Cine.
Fecha de Estreno: 24/08/2006.

Puntaje: 10 (diez)

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