Por Emiliano Fernández
La maldición de la flor dorada obnubila por la suma de sus cualidades y marca un semi- regreso de Zhang a la temática familiar de sus primeros trabajos. Los fantasmas de Kubrick y Visconti sobrevuelan este macro paneo por la decadencia y la autodestrucción de la elite dirigente.
El cineasta chino Zhang Yimou se hizo conocido a principios de la década pasada con las excelentes Ju Dou (1990) y Esposas y concubinas (Da hong deng long gao gao gua, 1991), ganando rápidamente una merecida fama de experto en dramas psico/ sociales que ponían en movimiento fuertes estudios sobre el accionar de personajes atravesados por el odio de clase. Sus siguientes películas continuaron esa senda y todo parecía encausado hacia una esperable estabilidad temática. El cimbronazo llegó con Héroe (Ying xiong, 2002), superproducción wuxia que a simple vista pasaba como una cruza bizarra entre El tigre y el dragón (Wo hu cang long, 2000) y Rashômon (1950). Pero lo más extraño de todo era que la película era mucho más que eso, se abría con fuerza y se sostenía sola a partir de una historia muy bien narrada, un preciosismo visual apabullante y unas deslumbrantes coreografías para los enfrentamientos. Luego de la también genial La casa de las dagas voladoras (Shi mian mai fu, 2004), ahora presenciamos el cierre de esta trilogía conceptual alrededor de las artes marciales con la llegada de La maldición de la flor dorada (Man cheng jin dai huang jin jia, 2006), otro singular ejemplo de cómo derrotar a Hollywood en su propio terreno.
El relato transcurre en la China del siglo X y se centra en la familia imperial. Ya desde las primeras escenas se dejan bien en claro los conflictos del clan y las tragedias por venir. El Emperador (Chow Yun-Fat) llega de improviso a la Ciudad Prohibida con su segundo hijo, el Príncipe Jai (Jay Chou), luego de estar ambos ausentes por un largo tiempo y con la excusa de participar en las celebraciones oficiales del Festival Chong Yang. La emperatriz (Gong Li), por su parte, ha mantenido durante tres años una relación ilícita con su hijastro, el Príncipe Heredero Wan (Ye Liu), fruto del primer matrimonio del soberano. Al estar enamorado de la hija del Doctor Imperial y ante la intimidante presencia de su padre, el joven decide no solo rechazar el amor de la Emperatriz, sino también su futura ascensión al trono. Mientras que el Principe- niño Yu (Junjie Qin) descubre el affaire de su madre, esta sufre un envenenamiento progresivo ordenado por el Emperador y camuflado bajo la forma de un brebaje que la mujer debe tomar diariamente para “curar” su anemia.
Si Héroe era una suerte de thriller de aventuras y La casa de las dagas voladoras hacía recordar a los films de espionaje con ribetes románticos, La maldición de la flor dorada vuelve a cambiar el panorama y se planta concientemente en tanto melodrama político, abrazando sin medias tintas todos los motivos del género (incesto, adulterio, enfermedad, secretos, traiciones, venganzas, etc.). El odio y el amor intrafamiliar se mezclan con una escalada de violencia que sacude a todo el aparato estatal chino, generando un vaivén continuo entre la consolidación y el aniquilamiento de las distintas instancias de poder de los diferentes involucrados en la lucha. De hecho, los tres príncipes funcionan en conjunto como un satélite, como un complemento del enfrentamiento central entre el Emperador y su esposa. Como ocurre en y con los dramas shakespeareanos, las más despiadadas intrigas palaciegas no desconocen ningún medio con tal de alcanzar su cometido y sobrepasan con creces las limitaciones del contexto geográfico e histórico que les ha tocado, llegando al campo de la elegía universal.
Este retrato sumario de las pulsiones destructoras de los seres humanos sorprende ya no solo por lo cuidado de la propuesta estética general, también llama la atención la solvencia con la que Zhang estructuró esta historia rosa de gigantescas proporciones. La belleza, la grandilocuencia y el detallismo en la puesta en escena estaban presentes en las dos entradas anteriores del realizador, repitiéndose en La maldición de la flor dorada el deleite para los ojos. Pero más loable resultan la sutileza, el buen gusto y el enorme talento del director a la hora de dar forma a las complejas situaciones melodramáticas, muy pero muy cargadas, que él mismo construyó en su guión. En manos menos hábiles esto se podría haber convertido en un típico mega mamotreto emparentado más con la banalidad y el delirio hollywoodense que con la cultura y el sentir oriental. También hay que reconocer el talento del tipo a la hora de la dirección de actores: tanto el hábil Chow Yun-Fat como la hermosa Gong Li están a la altura del proyecto y ofrecen muy buenos trabajos sin caer en sobreactuaciones ni en lugares comunes interpretativos.
La maldición de la flor dorada obnubila por la suma de sus cualidades y marca un semi- regreso de Zhang a la temática familiar de sus primeros trabajos, pero donde antes existía una preocupación por las características autoritarias y retrogradas de la sociedad china, ahora encontramos una focalización en las tramas secretas de la cúpula imperial. Los fantasmas de Kubrick y Visconti sobrevuelan este macro paneo por la decadencia y la autodestrucción de la elite dirigente. Una vez más la misma vieja serie de acontecimientos… tanto acumular riquezas, regodearse en la distancia social que los separa del vulgo y explotar a un pueblo eternamente adormecido, para terminar sucumbiendo frente al instinto más primario de los hombres y las mujeres, el poseer por la posesión en sí (es decir, el controlar a los demás como fin en sí mismo). La película puede ser considerada desde varios puntos de vista. La maldición de la flor dorada es tanto un placer hedonista sustentado en la imagen como una épica de acción súper entretenida, es tanto una descripción certera de la incomprensión conyugal/ filial como una representación operística y llevada al extremo de la conjunción entre las dinastías imperiales y el discreto encanto de creerse intocable.
Título: La maldición de la flor dorada
Título original: Man cheng jin dai huang jin jia
Director: Zhang Yimou
Intérpretes: Chow Yun Fat, Gong Li, Chow Jay, Liu Ye y Chen Jin
Género: Drama, Época, Artes marciales
Duración: 114 minutos
Origen: China, Hong Kong
Año de realización: 2006
Calificación: Para mayores de 13 años, con reservas
Distribuidora: Columbia
Fecha de estreno: 21/06/2007
Puntaje 9 (nueve)