Por Emiliano Fernández
Quienes se le animen a esta biopic a cargo de un Oliver Stone muy blando hallarán en su numeroso elenco un justificativo para los pesos que cuesta la entrada de cine. Josh Brolin (a añares de aquél púber que liderara la barra de Los Goonies), en el papel de su vida…
W. (2008) viene a cerrar la mentada trilogía de Oliver Stone sobre presidentes estadounidenses desgraciados, aquella que se inició con JFK (1991) y prosiguió con Nixon (1995). A diferencia de éstas últimas, aquí no tenemos un drama histórico financiado por los grandes estudios de Hollywood, sino más bien una biopic relativamente independiente y algo desprolija desde lo formal. Aunque ya nadie toma en serio al realizador desde el punto de vista ideológico, parece que los grandes capitales cinematográficos del país del norte no quisieron quemarse con un tópico tan repulsivo como reciente: nada menos que el ascenso al poder de George W. Bush. La habitual ciclotimia de Stone genera numerosas paradojas.
El film deambula entre dos vertientes. Por un lado disponemos de pantallazos efímeros de la vida del mandatario; desde sus días de nene rico-estudiante problemático, el temprano alcoholismo y su incapacidad a la hora de conservar un trabajo fijo, hasta el sueño eterno de convertirse en deportista profesional, la tensa relación con su padre, su ?renacimiento? religioso y posterior aceptación de los ?negocios familiares? (petróleo y política). Por el otro lado se busca reconstruir los entretelones de la invasión a Irak, ya con el atribulado muchacho transformado en emperador mundial. Bush es presentado como un ignorante con cuna de oro que improvisa cada una de sus acciones basándose en prejuicios ridículos.
Allí mismo comienzan los clásicos inconvenientes de este tipo de productos que pretenden dejar a todos contentos para ahorrarse críticas y demostrar que se puede ser riguroso y pasional a la vez. La película subestima al personaje central, poniéndolo al nivel de una marioneta boba controlada por sus asesores, con el vicepresidente Dick Cheney a la cabeza. Sólo en una prolongada escena encontramos algo de desarrollo teórico en relación a las razones concretas de la ocupación en Medio Oriente, el resto del film va por los caminos del ?hijo marginado/fracasado en busca del escurridizo amor paternal?. A esta altura ya no sirven para ridiculizar el tono satírico, los diálogos reduccionistas y la musiquita de turno.
Está clarísimo que Stone es amigo de Bush padre porque literalmente lo exonera de todo: encontramos una única referencia al paso acerca de su decisiva intervención en el fraude electoral del 2000, no se tratan sus conexiones con Osama Bin Laden y encima se lo presenta como un opositor convencido a la incursión en Irak. Curiosamente la lavada de cara también le llega a Colin Powell, al inicio crítico de la operación y luego un ferviente defensor de las decisiones gubernamentales ante la ONU. En el guión naif de Stanley Weiser, testaferro del director, se obvian muchos puntos grises de la administración republicana saliente y hay un marcado interés por una veta cómica no del todo trabajada.
A pesar de su simplismo discursivo y no-compromiso intelectual, el presente intento por ?humanizar? a este ?diablo con sombrero blanco?, según palabras de su esposa Laura, no es un desatino absoluto ni mucho menos. Comparada con la chauvinista World Trade Center (2006) y la grandilocuente Alexander (2004), estamos ante un regreso digno de Stone a lo mejorcito de su carrera. Por supuesto carece de valor porque detrás de su medianía se esconde el miedo: el cineasta critica aunque no demasiado al protagonista y por más que piense que construyó una película de centro-izquierda, la derecha y gran parte del pueblo norteamericano la tomarán como una justificación de las maniobras en Afganistán e Irak.
El maravilloso casting y el desempeño general del elenco resultan inobjetables. En el centro está Josh Brolin como Bush en una interpretación que en un primer momento parece ser del orden de la caricatura y luego se acerca a la imitación verosímil y meticulosa? el patetismo es cotidiano porque el hombre real lamentablemente es así. Loa apellidos reconocidos se acumulan: James Cromwell (Bush padre), Ellen Burstyn (Barbara Bush), Richard Dreyfuss (Dick Cheney), Scott Glenn (Donald Rumsfeld), Jeffrey Wright (Colin Powell), Thandie Newton (Condoleezza Rice), Elizabeth Banks (Laura Bush), etc. Cada uno aporta su granito de arena para que la propuesta se sostenga con solvencia y talento.
W. es contradictoria, maniquea, voluble, incompleta y cuenta con todas las características que se pueden esperar de un proyecto encabezado por Oliver Stone. El neoyorquino siempre hizo lo mismo y siempre lo hará: mientras que en un ítem se muestra sensato y medido, en otro la embarra al punto de generar más gracia que desprecio. Aquí no se aparta de la ?historia oficial? ni ofrece información novedosa o instantes de mágica lucidez, apenas si entrega un paneo correcto aunque poco inspirado sobre la primera presidencia de uno de los peores genocidas de nuestra época. El resultado final deja un gusto amargo: no se enfatiza el hecho indiscutible de que estamos ante una guerra por petróleo y para colmo el realizador considera que las inexistentes ?armas de destrucción masiva? fueron un ?error? de los servicios de inteligencia; así las cosas la estupidez de Bush parece explicarlo todo. Stone no salta a lo más profundo del lago pero tampoco se mantiene en la orilla. Dentro de tanto relativismo artístico y conservadurismo social, es hasta lógico que los estadounidenses traten a Michael Moore como si fuera un terrorista de extrema izquierda…
Título: W.
Director: Oliver Stone
Intérpretes: Josh Brolin, Elizabeth Banks, Ellen Burstyn, James Cromwell, Richard Dreyfuss, Thandie Newton, Scott Glenn, Jeffrey Wright
Género: Biopic, Drama
Calificación: No disponible
Duración: 129 minutos
Origen: Alemania, Australia, Estados Unidos, Hong Kong, Inglaterra
Año de realización: 2008
Distribuidora: Impacto
Fecha de estreno: 15/01/2009
Puntaje 6 (seis)