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domingo, 24 noviembre 2024
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Cordero de Dios: Retazos de un pasado que vuelve

Por Pablo E. Arahuete

El pasado no es algo que pueda borrarse así de un plumazo. Deja secuelas. Y sobre esas secuelas escarba Lucía Cedrón en su ópera prima Cordero de Dios. Si bien el título llama la atención por su vínculo estrecho con lo religioso, la historia planteada por la directora (también guionista) quizás se concentre más en los pecadores que en los pecados, pero pecadores por omisión y no tanto por intención.

Todo comienza con un secuestro express, o secuestro extorsivo, que ubica la trama en un tiempo bastante cercano a la actualidad, donde ya se ha vuelto un hábito y forma parte de la nueva dinámica social. El blanco es supuestamente un hombre (Jorge Marrale) con una buena posición económica, dado que sus captores exigen a su nieta Guillermina (Leonora Balcarce) cuatrocientos mil dólares para liberarlo. Sin prueba de vida ni mayores datos sobre el móvil le hacen comprender que la cosa va en serio. Motivo por el cual ella llama a su madre (Mercedes Morán) y la obliga a regresar a Argentina desde la Francia del exilio. Si bien la relación entre madre e hija se desarrolla en un clima de tirantez y es distante, el solo arribo de Teresa a Buenos Aires, sumada a su despreocupación por la suerte de su padre, dispara (narrativamente hablando) la irrupción del pasado que llega fragmentado, difuso a partir de flashbacks, objetos o incluso sensaciones del presente. Ese pasado aunque no se enmarque en una fecha determinada tiene por contexto los días en que se disputaba el Mundial de Fútbol del 78, donde la euforia desmedida contrastaba con la preocupación de algunos pocos por las atrocidades que se estaban cometiendo bajo la dictadura. En esa época Guillermina era una niña que vivía en la clandestinidad con su padre Paco (Juan Minujín) y su madre Teresa (Malena Solda), aunque su abuelo Arturo (Marrale) trata de convencerlos por todos los medios de que “la mano viene muy pesada”.

Sin embargo, para Guillermina la preocupación de sus padres cada vez que golpean a la puerta o las imprevistas llegadas a la casa de su abuelo (cuando los padres deben ausentarse) forman parte de lo cotidiano. Pero recién a partir de la unión de los fragmentos en una historia que en paralelo transcurre en el presente y en el pasado, Lucía Cedrón acomoda los pedazos de manera tal que se desarrolla una sola línea temporal, que gracias a una puesta en escena bien planificada el espacio de la memoria y el recuerdo se hacen presentes en un único lugar.

En este film, la realizadora utiliza el juego de espejos desde el punto de vista de los reflejos más que como duplicación de una imagen, en el sentido que lo que en el presente aparece como un secuestro extorsivo remite a los otros secuestros similares que caracterizaron a la dictadura militar. De ese modo, la falta de datos sobre el paradero del abuelo Arturo se unen al mismo clima de incertidumbre que podía vivirse frente a una persona desaparecida. Por eso este film no procura reconstruir desde un testimonio histórico las atrocidades cometidas durante los años de plomo en un intento de revancha o panfletario, sino que apela a la resignificación del pasado como punto de resonancia del presente, donde “el por algo será” se trastoca cuando toma contacto con el presente de la historia. Ese “por algo será” es lo que marca la distancia entre Teresa y su padre Arturo, quien veló por su seguridad y la de su nieta pero al mismo tiempo es el que alejó a Guillermina de su verdadera historia; de lo que no puede hablarse y hasta de lo que no puede escucharse salvo a través de los fragmentos.

Cordero de Dios no es un film sobre la dictadura, tampoco sobre los sobrevivientes de ese proceso. Es un sutil abordaje sobre las heridas que dejó la dictadura con la suficiente distancia emotiva para no contaminarse de una mirada parcializada pero con la necesaria contundencia para dejarla reflejada en una trama que revela -en un tiempo justo- secretos, aristas y deja preguntas sin responder.

Título: Cordero de Dios.
Título original: Idem.
Dirección: Lucía Cedrón.
Intérpretes: Mercedes Morán, Jorge Marrale, Leonora Balcarce, Juan Minujín, Malena Solda, Ana Celentano, Ignacia Allamand, María Izquierdo, Horacio Peña, Ariana Morini
Género: Drama.
Calificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 91 minutos.
Origen: Argentina/ Francia.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Alfa Films
Fecha de estreno: 08/05/2008.

Puntaje: 8 (ocho)

 

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