Por Pablo Arahuete
Pablo César, con su noveno largometraje, Los dioses de agua (2014), regresó a la aventura de hacer cine en el continente africano para desentrañar mitos y plantear una historia que parte de la idea unificadora de culturas milenarias para encontrar el eslabón perdido del origen de la vida. Fiel a su poética y a su enorme conocimiento sobre historia, mitología y etnología su nuevo opus, recrea desde el camino del héroe el derrotero de un antropólogo que se sumerge en un viaje iniciático en el que pugnan saberes y experiencia. En esta entrevista exclusiva el director de Fuego Gris (1994) nos cuenta con lujo de detalles las similitudes entre las culturas y la riqueza oculta en los confines del áfrica.
Pablo Ernesto Arahuete:- Si tuvieses que trazar un puente entre la poética en tus películas y el continente Africano ¿En qué lugar se encuentran?
Pablo César: Se encuentran hermanados. La emoción que me produce el sonido de las decenas de instrumentos de percusión del África, o los de cuerda, así como los de viento, es algo que intento transmitir en mis películas con paleta poética. El redescubrir un lenguaje ancestral en los dibujos o pinturas de casas de etnias que encierran misteriosos lenguajes que, posiblemente hayan pertenecido a otras civilizaciones, es algo que me genera una emoción profunda. Pues si algo tiene la vida de maravilloso, para mí, es que no sabemos nada y qué lindo es saber que hay tanto por descubrir aún.
P.E.A.:- Como un estudioso de los mitos desde hace larga data ¿Considerás al cine como una herramienta transmisora de mitos a partir de la ficción?
Pablo César: Claro que sí. Es importante señalar que los mitos se encuentran en las películas de aventuras más comerciales de la historia del cine. El maravilloso libro de Joseph Campbell, El héroe de las mil caras, ha sido tomado como cabecera por George Lucas para escribir La Guerra de las Galaxias. Esto lo cuenta él mismo y con gran felicidad. Campbell recorre mitos de la antigüedad asociándolos y marcando el recorrido que hacen los héroes en cada relato. En una palabra, es el camino del hombre en la vida. En el caso de las películas que hago, intento acercar al espectador un mito a través de una historia con cierto aire de aventura, misterio y ligero suspenso.
P.E.A.: – Uno de los planteos de Los Dioses de Agua –creo- es la idea de que el verdadero conocimiento se encuentra oculto en el pasado, la carrera contra el tiempo te hace reflexionar sobre algo que corre peligro de extinción ¿Ese aspecto lo tuviste presente al construir el personaje de Boy Olmi?
Pablo César: ¡Exacto! Boy Olmi interpreta a Esteban, un egiptólogo apasionado por saber la verdad, como tantos egiptólogos existen en el mundo actualmente. Siente que la vida se le va y que se están extinguiendo las pruebas. Pensemos que el planeta tiene 4.500 millones de años y que acá podrían haber existido decenas de humanidades. Dentro de 10 millones de años no habrá quedado nada de lo que hoy vemos y se puede haber creado otra especie humana que podrían llegar a creer ser los primeros y más evolucionados del planeta. Los materiales que usamos, el coltán, el plástico, el papel, todo se degrada en apenas 200 años. Los antiguos dejaron sus huellas en jeroglíficos y expresiones cuneiformes talladas en piedra o en tablillas de arcilla que perduraron miles de años. Lo nuestro no pasará los 200 años, en el mejor de los casos. Los libros se habrán hecho polvo y entonces será muy difícil poder encontrar el eslabón, dado que la cadena evolutiva aún está en discusión.
P.E.A.: – ¿Cuál fue el detonante que te llevó a tomar contacto con los pueblos originarios Argentinos?
Pablo César: Hace tiempo que venía buscando el eslabón perdido en las culturas de los pueblos originarios de Argentina. Y no lo encontraba, hasta que di con una pista muy interesante: los entramados de los tejidos de las artesanías. Se corresponden perfectamente a los de algunas etnias africanas. Tengamos presente que en el continente africano hay más de 2.500 etnias con sus lenguajes, tradiciones y cosmogonías. Los telares se corresponden a estructuras como los fractales, en definitiva son una expresión artificial realizada por el hombre como una resonancia de lo que es en la naturaleza. Para esto es importante revisar la obra de Benoît Mandelbrot, La Geometría Fractal de la Naturaleza. Este gran físico descubrió un lenguaje constituido de fractales en la naturaleza de cada estructura y echó por tierra el refrán que decía conoces el árbol pero no conoces el bosque. Ahora, realizando un corte a un árbol, observando su estructura fractal se puede conocer el bosque entero en el que el mismo se encuentra. El lenguaje de los telares, de los tejidos de nuestro pueblos originarios es un claro gráfico de lo que es el entramado de las estructuras de nuestra conciencia. Combinar puntos y rayas es un sistema binario como lo es el de las computadoras que usamos a diario. El I-Ching es un sistema binario de líneas continuas y líneas discontinuas, cuyos 64 hexagramas se corresponden en número y en contenido a los 64 cordones del ADN. Estos pueblos, por miles de años vienen repitiendo lo que es una ciencia. Es decir, que nuestros científicos actuales están redescubriendo ese conocimiento. En Argentina prácticamente se borró de un plumazo la cosmogonía de las etnias que poblaron el territorio y quedaron sus secretos en los diseños de los tejidos y telares artesanales. En África, el colonizador europeo no pudo hacer lo mismo, pues no se pueden borrar 2.500 etnias en 200 ó 300 años, felizmente.
P.E.A.: – Utilizaste el terreno de lo onírico para reflejar la suerte de los esclavos Africanos en nuestro país ¿Tenés pensado desarrollar este tema tabú en tus próximas películas?
Pablo César: – El tabú es hablar de los africanos en la historia de nuestro país. Recién ahora, en estos últimos años, se han dado grandes pasos para una reconciliación. Por eso mismo, la escena clave de la historia del personaje de Oko, el joven angoleño que llega a Argentina porque en sus sueños visualiza a sus seres queridos hablando en español, es su liberación. Tomar conciencia es liberarse, es un acto de sanación. Se produjo la invisibilización del afro descendiente en la historia de nuestro país. Sin embargo, nuestras ciudades y cultura fueron construidas sobre la base de los conocimientos de los hombres y mujeres que vinieron de distintos lugares de África. Desde el simple y bello arro-ró, cuenta la historia de una madre, Ma-Yumbá, que alimentaba con sus pechos a dos críos al mismo tiempo: a su hijito negrito y al niño blanco, el niño patricio a quien le daba la leche. Tanto la leche como la educación, ya que la madre del blanquito estaba ocupada. Es así como los porteños pronunciamos palabras como llave, lluvia, llorar como si fuera shave, shuvia, shorar y eso viene del portugués que se escribe chave, chuvia, chorar. Se los secuestró de sus hogares y se los hizo atravesar el océano para luego obligarlos a hablar en portugués. Los vendieron en Buenos Aires, en lo que hoy es San Telmo, en la calle Defensa y se les impuso el español, pero mantuvieron la pronunciación de la LL como una sh y así quedó. Todos los porteños evocamos al africano al hablar en nuestro día a día y no lo sabemos porque estamos muy dispersos, distraídos con tanta tecnología y ansiedad consumista. Muchos de nuestros próceres fueron afro descendientes y lo ocultaron justamente por ese ansia de invisibilizar, de ocultar la verdad y de construir la ilusión de una Argentina blanca. A Bernardino Rivadavia sus contrincantes le decían Dr. Chocolate. La madre de Rafael Sarmiento tenía un apellido modificado: Albarracín. Pero en verdad era Al Bin Racin. Ese apellido era moro y los moros eran negros. Las músicas, las danzas fueron realizadas por los africanos en toda América, desde el jazz, la salsa, el merengue, el candomble, la rumba, la cumbia, el hip hop e incluso el tango. Tocá tangó decían los hombres venidos del África, de las etnias Bobo y Mandingue, que luego el colono blanco utilizara tales denominaciones para desprestigiar a su hermano negro: cosa e’ mandinga. O peor aún: ¡éste es un bobo, ja! Decían tocá tangó y usaban los tantanes para crear los primeros pasos tomando la base de la havanera y el candomblé. Los datos se remontan hacia 1808 en Montevideo. Todo esto desapareció de la historia escrita por los blancos y nos hicieron creer que todo era muy blanco, tan blanco como el caballo de San Martín.
P.E.A.: – ¿Qué ventajas comerciales genera para nuestro cine África respecto a Europa?
Pablo César: – Como todo mercado hay que explorar y eso lleva tiempo. Tenemos en frente todas las posibilidades de comercialización. Por empezar los contenidos. Argentina es un país que genera mucha admiración y respeto por parte de los africanos. Cuando alguien me pregunta la nacionalidad y al decirle que soy argentino inmediatamente aparece una sonrisa. Sea empresario, periodista, político, artista, obrero o estudiante, la sonrisa aparece. Es una realidad que gracias a Maradona y a Messi nos ubican perfectamente. El cine argentino es muy respetado en los festivales que hay en varias naciones africanas. Se puede vender los contenidos para la TV. Se necesita crear misiones desde el INCAA, el Ministerio de Industrias, Ministerio de Cultura, Ministerio de Relaciones Exteriores, etc… para viajar a los lugares de mayor explotación. Nollywood es un fenómeno sorprendente. En Nigeria se producen más de 1.200 largometrajes por año, por eso lo llaman así, Nollywood. El cine argentino y los documentales se pueden vender muy bien. La crisis europea se acentúa día a día. En los mercados de cine de Europa se venden principalmente las películas argentinas que ganan premios en Cannes, Berlín o Venecia. ¿Cuántas películas son premiadas de las 200 que se producen en nuestro país por año? El puente cultural-comercial se llama La Cooperación Sur-Sur y esto hay que potenciarlo ahora. El Canciller Timerman, en la Cumbre América del Sur-África, realizada en Malabo, Capital de Guinea Ecuatorial dijo: ?África es prioridad para Argentina en materia de relaciones exteriores?.
P.E.A.: – Existe en tu película una pugna entre saberes, el científico que te dan los libros por un lado y por otro lado aquel que surge de lo empírico; del contacto con el lugar y su gente. ¿Considerás que el racionalismo en cierta manera conspira contra la naturaleza de las cosas para conocerlas a fondo?
Pablo César: – No, para nada. No es una pugna sino un diálogo fraternal. No olvidemos que la ciencia tuvo que transitar momentos muy dolorosos en la historia de occidente para huir de las garras del poder religioso que intentaba frenarla. Al que decía que la Tierra gira alrededor del sol, lo mandaban a la hoguera hace unos siglos. Pero también ocurre que entre las corrientes de antropólogos, egiptólogos y etnólogos hay mucha gente religiosa que no puede entender la historia que no sea como se la contaron. Pero cada vez los resultados demuestran que estamos frente a un verdadero laberinto. La datación de una piedra no indica la época en que la cortaron o ubicaron en un lugar. Por eso es tan complicado dar con la fecha de las pirámides de Egipto, por ejemplo. Si Keops usó la Gran Pirámide no asegura que haya sido él quien la construyó, o mandó construir. Es fundamental abrir la imaginación para encontrar las pistas. Einstein soñó la fórmula de la Teoría de la Relatividad y luego estuvo largo tiempo para poder llegar a formularla. Pero la ecuación la tuvo en el sueño. Y él mismo decía que la imaginación es más importante que el conocimiento. Hoy la física cuántica está logrando descifrar cosas que en el pasado se las atribuía a fenómenos paranormales y la gente se moría de miedo si le pasaba algo por el estilo (en los últimos años, empeorado con el cine de Hollywood, que muestra siempre que si algo sobrenatural sucede es porque la persona está enferma). Todos esos juegos de nuestra conciencia se van resolviendo al descubrir que partículas de nuestro organismo participan naturalmente en diferentes dimensiones. Por ejemplo, antes se pensaba que el electrón estaba en el núcleo del átomo y ahora se ha descubierto que sale del núcleo y regresa al mismo lugar pasando por siete dimensiones, que no son observables pero sí demostrables matemáticamente. Entonces el electrón viene con información de esas siete dimensiones que luego puede decodificarse en una premonición, déjà-vu, etc…Es decir, lo que antes era brujería, milagros u otros fenómenos, hoy se está logrando descifrar desde la coherencia de la ciencia de este maravilloso y enigmático universo que resuena sobre cuerdas, al igual que lo hacen las cuerdas de un sitar.
P.A.E.: – Sumaste al derrotero de Juan Palomino, en el rol de Antropólogo, la idea de viaje iniciático. ¿Por qué?
Pablo César: – Justamente es así. Como venía diciendo en referencia al libro El Héroe de las Mil Caras de Joseph Campbell, es la estructura de este buscador que lucha entre la razón y la intuición para ir sorteando los escollos de la vida y adentrarse en la posibilidad de un origen diferente al que se nos viene enseñando desde hace largo rato. Nuestro Hermes (Juan Palomino) tendrá que llegar hasta el fondo. Como en la novela Demian, de Hermann Hesse, cuando dice: El pájaro rompe el cascarón. El huevo es el mundo. El que quiere nacer tiene que romper un mundo. En relación a la pregunta anterior, esta se complementa aquí pues nuestro etnólogo se debe deshacer de sus prejuicios y preconceptos para poder llegar al fondo de sí mismo y conectar desde ahí con la realidad. Nuestros ojos ven más de lo que nos llega luego en nuestro cine interior porque se antepone el sistema ordenado de pensamiento que tenemos, tal como un circuito operativo sobre el que se insertan programas. Pero los ojos ven algo más y no lo reconocemos. Muchos niños ven naturalmente el aura (que fue registrada por las cámaras Kirlian en los ’70) y sin embargo luego dejan de verlo, pues nadie les explica cómo seguir profundizando sobre eso, porque simplemente no es negocio. Vivimos en un mundo gobernado por el money talks (el dinero habla) y entonces ésto no importa. Desde niños nos introducen en este mundo. En las aldeas de los pueblos Dogón de Malí, por ejemplo, o los Tchokwe de Angola, cuando un niño pierde su primer diente, la familia y amigos lo rodean y van hasta el límite del territorio, donde el niño arroja el diente pidiendo dos deseos, uno para él y el otro para la aldea. Aquí, nos educamos con el dinero desde el inicio. La pérdida del diente de leche es el primer cambio biológico que el niño registra en plena conciencia y lo premiamos con dinero, falta que le pongan la tarjeta de crédito debajo de la almohada.
P.E.A.: – Entre los personajes aparecen ancianos ó sabios del lugar ¿Tuviste por parte de ellos algún reparo a la hora de rodar escenas junto a Juan Palomino?
Pablo César: – Tuve un gran apoyo de todos. Les conté en detalle hacia dónde apuntaba con la película. Algunos de los ancianos que aparecen son actores pero hay dos que no lo son. El sabio tchokwe que Hermes encuentra con la ayuda de la mujer que lo conduce hacia la aldea y le transmite el conocimiento del dibujo realizado en la tierra, un dibujo pertinente a la Geometría Sona, es un soba real, un chamán auténtico. Probablemente uno de los últimos sabios tchokwe, dado que la mayoría murió tras casi 30 años de guerra civil en Angola luego de la independencia de Portugal. A este hombre lo buscamos durante horas por senderos de arena, derrapando en las 4×4. No se podían detener y los guías se perdieron en varias ocasiones. Nosotros con 500 kg sólo de cámara (la película se filmó en 35mm) más nuestros bolsos personales. Finalmente lo encontramos y, con la ayuda de un traductor, le transmití mi propósito que tomó con entusiasmo. La sabiduría que se encierra en la Geometria Sona de los Tchokwe de Angola se puede leer en la obra del etnomatemático mozambiqueño Paulus Gerdes y es sorprendente. Hasta el Teorema de Pitágoras se encuentra oculto ahí. El otro anciano no actor es en la escena en el templo de piedra volcánica en Etiopía, cuando Hermes le dice que vio un zorro gris en la entrada al templo. Este sacerdote copto habla una de las lenguas más antiguas que se conocen, el Ge’ez. También a él le pedimos el apoyo para esta escena y le explicamos el objetivo de la película y accedió a participar.
P.E.A.: – ¿Cuánto llevó y cómo planificaste el rodaje de Los Dioses del Agua?
Pablo César: – El rodaje llevó cuatro semanas en Angola, diez días en Etiopia, una semana en Formosa y tres en Buenos Aires. Realicé tres viajes a Angola antes de firmar el contrato de coproducción con el Instituto Angolano de Cinema y un viaje a Etiopía antes de hacer lo mismo con la empresa Blue Nile Toon. Estuvimos en Formosa y obtuvimos el apoyo de la Provincia para filmar en varios lugares hermosos. Fue toda una coordinación que tuvimos que lograr entre Pedro Ramalhoso (Angola), Abraham Haile Biru (Etiopía), Pablo Ballester y yo en Argentina para poder armar el diseño de producción y plan de rodaje. Sincronizar los tiempos fue lo más complejo.