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sábado, 27 abril 2024
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Eloísa Solaas: Llegar a respuestas que no sean muy cerradas es la posición ética más justa, responsable, seria.

Por Vivi Vallejos y Ximena Coronado Molina

Uno de los primeros objetos visibles en Las Facultades (2019) –ópera prima de Eloísa Solaas, directora, productora y guionista de esta película- es una pila de apuntes, un puñado de papeles escritos a mano y fotocopias apiladas en forma de torre sobre una mesa. Y estas primeras imágenes no son casuales sino todo lo contrario: el saber y el modo particular en que éste sucede durante el proceso de rendir exámenes finales en los contextos de educación formal son el eje de toda su película. Su título ya da una buena pista al respecto. Pero Las Facultades no se queda solamente en ese punto, y es también disparadora de otras reflexiones que rodean el asunto: cómo funciona ese vínculo alumno-docente, de qué se trata una formación universitaria, cómo funciona este sistema pedagógico. Una serie de dilemas que aparecen a partir de la decisión de Solaas de poner una cámara en un aula en el momento de un examen.

-¿Qué te llevó a elegir la situación de examen universitario que aborda la película?

Eloísa Solaas: –Llegué a través de mi experiencia como estudiante, pero también como docente tuve la chance de estar del otro lado. Y la elección puntual es el examen oral, aunque los que vieron la película verán que hay algunos otros elementos. El momento final es este encuentro uno a uno con un docente que está en la situación de evaluar, de establecer un juicio sobre los conocimientos adquiridos, y donde la palabra dicha es muy importante. Todo se juega en ese lapso desde que uno llega, se sienta y se encuentra con ese docente que va a evaluar. Y no tiene, como en otro tipo de evaluaciones, ese tiempo privado de desarrollo que puede manejar discrecionalmente: si quiere reescribir o tachar, para llegar con la mejor versión. Desde el momento que uno se sienta, con toda su incomodidad física, ahí no hay nadie que medie, es el propio cuerpo. Esa situación es lo que más me atraía para observar desde el punto de vista de un registro audiovisual. Poder ubicar una cámara en un momento tan particular, con tanta intensidad, con características cómicas, dramáticas, y también suspenso.

¿Qué incidencia tuvo en Las Facultades que hayas tenido esa experiencia previa, como docente y, antes como alumna?

Eloísa Solaas: –Las dos etapas son muy importantes para pensar esta película. Las dos miradas, los dos planos. Elegí que se vea fundamentalmente a la persona que está en la situación de rendir el examen, porque creo es la situación corporalmente más afectada. Y eso es por mi experiencia: recuerdo muy bien detalles físicos, como sudoración en las manos, no saber a dónde mirar, toda una gestualidad que se ponía en juego cuando me tocaba rendir un examen. Eso no me pasó cuando tuve que tomar un examen, donde se juegan otras incomodidades, por identificación, o como frustración por querer ayudar y no poder. Pero es una situación menos comprometida con el cuerpo, como es la de rendir y tener que entrar, manifestar lo que uno sabe, y ser convincente. Esa situación de exponer un conocimiento a través del propio cuerpo es muy particular. Más que demostrar el conocimiento, involucra tener un mínimo dominio escénico, poder hablar de manera ordenada y clara, hacer síntesis, no trabarse. Cuanto más de todo esto tengas, y hasta ciertas dosis de seducción, mejor será el resultado.

-Las universidades que aparecen en tu film son todas públicas, ¿qué te llevó a operar ese recorte?

Eloísa Solaas: -Se dio naturalmente. No hice un estudio de campo exhaustivo de todas las universidades, me interesaban la UBA, la UNSAM, y la UNA por su reputación histórica. Sin embargo, también me interesaban aquellas universidades privadas que son de muy buen nivel, de elite; donde egresan personas que tienen mucha influencia en cuestiones importantes del país. Hay toda una nueva clase política que está formada en universidades como la de San Andrés y Torcuato Di Tella; esas dos en principio tenía intención de incluirlas. Pero el recorte se dio porque no tienen evaluación oral; salvo en la Facultad de Derecho donde tienen prácticas que ponen en juego la oralidad, el resto es todo evaluación escrita. Así que, el recorte se dio solo y ahí se podría hacer alguna reflexión. Los argumentos de estas universidades privadas ante la pregunta de por qué no existe el método de evaluación oral, en general gira entorno a no querer tener ningún tipo de problema legal ni queja de estudiantes a la institución sobre la posible interferencia de la subjetividad de los docentes. Parecen buenas razones, pero a mí siempre me dejaron pensando… porque creo que el estudiante es tratado casi como un cliente. Y esta es otra gran cuestión, la concepción de lo que significa educarse. Qué implica recibir una educación por la que uno paga.

-La película se ubica en una instancia de tipo observacional. Es una suerte de lupa que se posa sobre ese objeto (el examen final oral) al que describe/representa. ¿En algún momento pensaste en formular una mirada que dé cuenta de algunos de los problemas que aparecen en ese espacio? 


Eloísa Solaas: -Es una pregunta complicada porque yo creo que no es ni una cosa ni la otra; porque la categoría observacional parece simple, pero esconde cosas que pueden ser engañosas. Para mí es inexacta la definición de observacional, pero la entiendo y es necesaria para distinguir tipos de documental. Y diría que es la cualidad del cine que es la que más me llama la atención, ya sea en ficción, en cualquier género o ámbito artístico. La ambigüedad como característica, como concepto, me parece interesante; en donde hay zonas que se podrían desviar de lo que está esperado. Por otra parte, diría que la universidad es algo gigante, inasible. Definir exactamente un problema me parecería una tarea titánica imposible. Me parece que llegar a respuestas que no sean muy cerradas es la posición ética más justa, responsable, seria.

-¿Con qué criterios hiciste el casting y por qué elegiste a estos protagonistas/estudiantes?

Eloísa Solaas: -Un verdadero casting no pude hacer porque tenía que partir de lo posible. Fue un trabajo fino el ir buscando. El primer recorte tenía más que ver con contenidos que me interesaban, que no hubiera materias muy parecidas, y que muchas facultades y carreras fueran representadas. Me quedé con ganas de un montón al que no conseguí acceso. Así que en las instancias donde podía elegir filmé todo lo que podía. Fue en el montaje donde discriminé si lo que sucede con esta persona es más interesante de lo que sucede con esta otra. El verdadero casting fue con el material en post producción. Fue una búsqueda entre lo posible y lo que iba viendo en la edición.

-¿Tuviste que pedir permisos especiales a las instituciones? ¿Algunas te hicieron problemas para llevar adelante los registros en el aula?

Eloísa Solaas: -En todos los lugares pedí permisos. Pasé mucho tiempo buscando contacto con las cátedras y consiguiendo autorizaciones. Fue un proceso largo porque no tenía un compromiso de deadline, y tenía en paralelo mi vida y el trabajo. No fue un rodaje convencional. Tenía una fecha de entrega que me daba muchísimo tiempo, fueron más de cuatro años, desde los primeros pasitos hasta tener la copia terminada. Para grabar, en algunos casos llegaba primero a un grupo de estudiantes que se interesaba y me decía que sí, el segundo paso era hablar con la cátedra y docentes para que aceptaran. Otro camino era ir primero a la cátedra, que acepte, ir el día del examen y que algún estudiante me dijera que sí. Con medicina tuve muchos no, el Decano de la facultad me dijo que no personalmente. Pero sabía que quería esa materia y dejé pasar un año, volví a insistir y tuve más suerte. Fui un día que estaba el titular, que era un poco más abierto. Pactamos, puso algunas limitaciones y nos dejó filmar.

-¿Cuál fue el interés que disparó la inclusión de un examen en un penal? ¿Cómo fue esa experiencia dentro de la cárcel?


Eloísa Solaas: -Me llegó la curiosidad leyendo el diario sobre el primer sociólogo recibido dentro de un penal. El hecho de que perteneciera a un grupo social excluido y el encuentro de dos situaciones culturales que parecen adversas: la cultura villera, y la tumbera, con sus propios lenguajes, códigos y sistemas de valores, y la posibilidad de estudiar. El encuentro de una experiencia tan alejada de la “alta cultura” con los estudios universitarios. Tal vez sea un impacto más fuerte y transformador que el de una persona en un contexto más cómodo.

-La película se construye fundamentalmente a través de planos fijos, ¿qué te llevó a tomar esta decisión estética?

Eloísa Solaas: -Los movimientos de cámara tienen que tener un sentido, y en este caso, no encontraba demasiadas justificaciones. Me parecía que era más importante tener tensión sobre las particularidades gestuales de cada persona. Contaba con un equipo súper reducido y me parece una mala concepción que en el documental se deba trabajar cámara en mano. Mi primer criterio fue quedarme con planos que estaban prolijos. Después, empecé a armar las pequeñas unidades, fui probando. Es muy largo explicar todo el proceso, pero fue ese: ir armando unidades, hacerlas convivir, ver las relaciones que se arman entre las cosas, más poéticas o conceptuales.

-¿Cómo creés que funcionan en tu película algunas influencias que mencionás en otras entrevistas, como las películas de Frederick Wiseman (un director que, en su trabajo documental, retrata instituciones) y el cine de James Benning (cuyos filmes tienen largas secuencias realizadas en un solo plano)?

Eloísa Solaas: -Sí, definitivamente son dos directores que me gustan mucho, todas sus obras, tanto Wiseman como Benning… con respecto a Benning, hubo una época en la que estaba muy fascinada. Me acuerdo de Twenty Cigarrettes (2011) que, si bien se caracteriza más por los paisajes, me interesó lo de empezar a ver el rostro de otra manera; y los detalles que van apareciendo no en una primera mirada, sino después de un rato que uno mira ese rostro. Y Wiseman es uno de mis directores predilectos. Él va sobre una institución y entonces es más un recorrido de afuera hacia adentro, por decirlo de algún modo. En el caso de Las Facultades se puede decir que es bastante así, pero un poco más ramificado. Y la ramificación va más sobre la situación que sobre la institución. Porque no me interesaba ver cómo era el bar o la sala de profesores. El tema central era la situación de examen. Al principio partí con más respeto por la realidad y después me di cuenta que en el montaje hay artificio, por eso también la crítica a esta concepción de lo “observacional”. Wiseman está bastante molesto con esta definición sobre sus películas porque da a entender que hay una especie de “pasividad”.

-¿Creés que al final respondiste alguna de las preguntas que tenías al inicio de este proyecto? ¿Hubo preguntas nuevas que aparecieron durante el rodaje, como consecuencia de la experiencia del registro, que no estaban en la preproducción ni en el guión?

Eloísa Solaas: -Las preguntas que tenía eran más de orden formal: si esto funcionaría como película, más que sobre la universidad. Era una experiencia que yo y muchos compañeros han atravesado y quería retratar lo cercano. Confiaba en que iba a ser contundente en sí mismo, pero tenía un montón de dudas de si funcionaría como largometraje. Hubo preguntas que eran más sobre el ritmo o sobre cómo montarlo. Por momentos creía que cortar y pegar diálogos iba a dar sentidos nuevos que podrían ser muy interesantes, y por momentos creía que no. Recurrí mucho a la opinión de terceros, y en general me contesté más cosas sobre el mundo del montaje y la edición, que sobre la universidad.

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