La carrera de Juan Carlos Desanzo en la industria del cine comprende dos etapas claramente diferenciables. En la primera fue el reputado director de fotografía de reconocidos cineastas entre los que se pueden citar a Fernando “Pino” Solanas, Alberto Fischerman, Leonardo Favio, Sergio Renán y Alejandro Doria con los que colaboró en obras como La hora de los hornos (1968), The Players vs. Angeles caídos (1969), Juan Moreira (1973), La tregua (1974) y Los pasajeros del jardín (1982), respectivamente. La segunda se inicia en la década del ’80 cuando debuta en la dirección con el policial El desquite (1983). A ese típico producto de la época neo-democrática le siguieron En retirada (1984) y La búsqueda (1985), otros dos thrillers tan oportunistas como cargaditos en materia de sexo y violencia. Tras varios años de inactividad Desanzo regresa al largometraje con otro relato de corte trepidante: Al filo de la ley (1992), indudablemente el menos logrado de todos sus trabajos.
A partir de este título Desanzo dejó a un lado de forma temporal su evidente amor por el género negro para concentrarse en un cine menos comercial, ideológica y políticamente más jugado que no causaron indiferencia al estrenarse por aquel entonces. Eva Perón (1996) fue un proyecto de vital importancia para él por su declarada adhesión al partido peronista y representó dignamente a la Argentina en el exterior cuando el estado calamitoso de nuestra cinematografía parecía no poder dar señales de vida. Otro símbolo latinoamericano, el Che Guevara, fue el tema de Hasta la victoria siempre (1997) que no funcionó bien con el agravante de que ese año otro cineasta nacional, Aníbal Di Salvo, también dio a conocer su propia versión sobre el revolucionario asesinado en Bolivia -por lo que no es de extrañar que se hayan anulado mutuamente-. La venganza (1999) fue el vehículo mediocre que Argentina Sono Film puso a disposición de Diego Torres quien había arrasado la taquilla dos años antes con La furia. En 2000 Desanzo sorprende con un súbito cambio de registro para el film El amor y el espanto que sin embargo es un rotundo fracaso de público y desaparece prematuramente de la cartelera. A pesar de este último traspié no ha disminuído el entusiasmo del hombre que regresa a la palestra para conmovernos con la historia más sentida de toda su filmografía: El Polaquito.
Lo que va a permanecer en el recuerdo es la misma fuerza que irradia la desafortunada vida de este chico de la calle que mendigaba algunas monedas en los trenes de estación Constitución cantando e imitando al Polaco Goyeneche en su canción más célebre: “Naranjo en flor”. Hijo de un padre borracho y golpeador y de una madre permisiva y estólida, el Polaquito (Abel Ayala) prefiere dormir en un vagón abandonado antes que retornar cada noche a ese infierno tan temido: su casa de la villa. Así las cosas, el adolescente trabaja para el Rengo (Roly Serrano), un rufián que no duda en prostituir ni a su propia hijastra Pelu (Marina Glezer) para hacerse de unos pesos, quien actúa en connivencia con las autoridades policiales –y que son denunciadas por Desanzo con una virulencia pocas veces vista-. El Polaquito se enamora de la Pelu que a su vez es amante de su amigo, El Vieja (Fernando Roa), otro lastre social sin redención posible.
La puesta del realizador se sostiene con rigor y de hecho resulta atrapante en casi toda la proyección pero (siempre hay un pero con nuestro cine…) como el libreto reitera situaciones de similar contenido el anunciado final demora más de la cuenta en llegar a destino. La jerga que hablan los chicos en general es creíble aunque eso no implica que no canse lo suyo escuchar tantos boludos, pelotudos y otras lindezas por el estilo que se deslizan cada dos o tres palabras enunciadas. Aún así de cruda, El Polaquito emociona por su simpleza para exponer un amor que sólo a esa edad puede ser tan puro.
Si obviamos algunos convencionalismos habituales en el cine de denuncia, los personajes unidimensionales como el Rengo que de tan villanescos pierden consistencia dramática, y una conclusión no del todo bien resuelta por ciertos detalles pueriles, puedo sostener que estamos frente a una narración imperfecta en muchos aspectos pero, al fin y al cabo, sincera en su propósito de echar un poco de luz sobre gente real que debe sobrevivir en un contexto de una sordidez abismal en la que su dignidad es menoscabada tan profundamente que la noción de humanidad parece un chiste de salón.
Título: El Polaquito.
Título Original: Idem.
Dirección: Juan Carlos Desanzo.
Intérpretes: Abel Ayala, Marina Glezer, Fernando Roa, Roly Serrano, Fabián Arenillas, Víctor Hugo Carrizo, Osvaldo Sanders y Darío Levy.
Género: Drama social.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 92 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Primer Plano.
Fecha de Estreno: 09/10/2003.
Puntaje: 6 (seis)