Por Juan Blanco
En los tiempos que corren, el desarrollo tecnológico en el cine lleva cada vez más a la búsqueda de un realismo casi ontológico en términos de representación. Por ello hoy cuesta creer que aún pueden tener cierta vigencia géneros como el musical (aunque se lo ha estado intentando, de hecho, no la tiene), o ciertamente el western. Tal es así que algunos de los últimos westerns conocidos y exitosos de la última década debieron debatirse entre la parodia o el tono satírico (Rápida y mortal o bien la reciente 800 Balas), y una noción más dramática y menos utilitaria del género con el denominado western crepuscular (Eastwood y Los Imperdonables). Y claro, no tienen demasiadas escapatorias para subsistir puesto que son géneros fundados en el artificio más ostensible, iconográficos por excelencia, al punto de depender de los estereotipos en primer plano para existir, al menos en sus estados más puros.
En el caso del musical, habrá que ver cuántas más Chicagos o cuántos experimentos más como Moulin Rouge! se atreverán a arriesgar hasta darse cuenta que el público ya no respeta los musicales como antes. Pero en lo que atiende al western, ahora cada intento es más dramático, cada héroe o antihéroe es más humano y vulnerable, y como tal es propenso a errar tantos disparos como antes jamás se hubiese concebido posible (sobre todo remontándose al soberbio spaghetti western). Y de alguna manera, con Los Imperdonables se llegó a demostrar que el western es un género capaz de subsistir con porte menos cinematográfico y más cotidiano, y que aún sus historias y héroes arquetípicos pueden llegar a persuadir si se los trata con el escepticismo que el público actual proyecta en la pantalla cada vez que se sienta a enfrentar cualquier género.
Por eso hoy llega Kevin Costner con su tercera película como director, y en un intento de western crepuscular mucho más cercano al registro realista de Los Imperdonables, que al que protagonizara canchero en Wyatt Earp (o se viera en Salvaje Bill de Walter Hill o mismo en Tombstone, la otra actual versión del marshall Earp). Se trata de Pacto de Justicia, film que Costner protagoniza junto a Robert Duvall, Annette Bening y Michael Gambon.
En Pacto de Justicia Costner y Duvall son dos ganaderos forzados a dar batalla tras la opresiva discriminación de las autoridades de un pueblo en el que no los quieren de paso. Son dos vaqueros retirados, de esos con pasados turbios, que de pronto se verán arrastrados a vengar por justicia -y no por odio- cuando asesinen a uno de sus compañeros y hieran a otro hasta dejarlo casi muerto.
Costner propone en Pacto de justicia una forma de acercarse al western de manera indiscriminada y desprejuiciada, pero por sobre todas las cosas seria. Es todo lo que un western habría de requerir, en términos iconográficos, pero además es una historia con personas reales, con suficiente carnadura emocional como para trascender el usual artificio del género. Tales licencias cristalizan, por ejemplo, en una –innecesaria, por cierto- subtrama romántica entre el personaje de Kevin y el de Annette Bening (para el aplauso), una mujer soltera que ayuda a su hermano, el médico local, a regentear una pequeña clínica domiciliaria. En Pacto… el romance es una de las tantas pasiones de las que se habla, y quizás demasiado, al punto de dilatar situaciones e ideas claras que no se necesitaban sobre-exponer tanto. El problema es que se explican mucho los sentimientos y se redunda demasiado en ese afán de humanizar todo el contexto, y quizás en esos momentos Pacto de Justicia languidece con un guión excesivo que pareciera no saber soltar los abrazos a tiempo.
No obstante, Kevin Costner es un gran director así como es un magnífico actor. Es lo primero porque sabe observar, se sabe tomar el tiempo para encauzar sus historias y a sus involucrados en ellas, y es lo segundo porque sabe componer sin forzar sus recursos, y por sobre todo hacer creíbles a sus personajes por delante de la estrella. Por ello Pacto de Justicia es tan disfrutable y empática como western, así como también como película a secas. Por su parte, Duvall es un monstruo demasiado grande que da gusto ver y oír. Da gusto verlo detentando el control de una historia a priori pensada para Costner, pero que de a poco se descubre como noble vehículo para que este viejo zorro muestre todo lo que sabe, así le implique a Costner cederle la última palabra o la ejecución del último disparo (la secuencia del tiroteo final es antológica, lo juro…).
Pacto de Justicia es un gran western, y aunque a Los Imperdonables no le llegue ni a las espuelas, es mucho más sólido que muchos de los últimos intentos de abordaje al género. Con él, Costner clarifica la inevitabilidad de su trascendencia y su carácter fundacional como patriarca cinematográfico.
Título: Pacto de justicia.
Título Original: Open range.
Dirección: Kevin Costner.
Intérpretes: Kevin Costner, Robert Duvall, Annette Bening, Abraham Benrubi, James Russo, Michael Gambon, Diego Luna, Michael Jeter, Dean McDermott y Kim Coates.
Género: Western, Acción, Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 139 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 19/11/2003.
Puntaje: 8 (ocho)