Por Emiliano Fernández
Ya sabíamos que Laurent Cantet estaba sumamente interesado en la globalización, la flexibilización laboral y la exclusión social resultante. En Recursos humanos (Ressources humaines, 1999) y El empleo del tiempo (L’emploi du temps, 2001) dejó en claro que lo suyo son las problemáticas sociales de los países centrales, a las que pretende analizar desde los núcleos familiares y sus identidades mutables. Pero como suele ocurrir, loables intenciones no se condicen con buenos resultados. Luego de aquellas criticas de medio pelo y bastante simplonas a la estructuración laboral posmoderna, llega su más reciente película, Bienvenidas al paraíso (Vers le sud, 2005), que compitió en la edición 2005 del Festival de Venecia. Ahora vemos que lo suyo también incluye al tercer mundo, aunque visto desde la perspectiva en que suelen presentarlo los cineastas europeos y norteamericanos, a través de los ojos de un compatriota, de un observador externo que se sumerge en la mugre pintada con barniz que, según ellos, caracteriza a los habitantes del sur.
Como en Salvador (1986) y tantas otras, aquí tenemos nuevamente la vieja historia de anglosajones que, en busca de emociones fuertes que no encuentran en casa, deciden ingresar a un país pobre del sur, en este caso el Haití de finales de los ’70… con el despertar, las revelaciones y las terribles consecuencias esperables. La historia se centra en tres mujeres de mediana edad (dos yanquis y una canadiense) que se hospedan en un lujoso hotel haitiano mientras disfrutan acostándose con un séquito de adonis negros que frecuentan el lugar. La maravillosa Charlotte Rampling interpreta a Ellen, la más dominante y temperamental de las tres. Sue (Louise Portal) es la canadiense compinche de Ellen. Karen Young le da vida a Brenda, una mujer obsesionada con un joven negro llamado Legba (Ménothy Cesar), que conoció en una anterior visita. El problema surge cuando Brenda se reencuentra con el taxi boy, que ahora está en manos de Ellen, su principal clienta. De todas formas, las tres desarrollan algo parecido a una amistad. Cuando las dos mujeres empiecen a competir por Legba, conocerán y se interiorizarán cada vez más acerca de la difícil situación del joven, suerte de caso testigo de todo el país. Mientras Haití sufre la dictadura de Jean-Claude Duvalier, Legba sufrirá la represión en carne propia.
Otra vez tenemos hermosos paisajes tropicales que contrastan con una constante violencia a punto de estallar debido a la corrupción, los abusos y la pobreza general. Otra vez tenemos a un outsider que llora lo mal que lo pasó en su mansión y como se vio obligado a mezclarse con los salvajes, penetrando en la jungla. Mediante este mecanismo antiquísimo, los espectadores del primer mundo tienen tanto un personaje con el que identificarse como una panorámica berreta de lo que sucede allá lejos, bien lejos. Y otra vez tenemos el mismo discurso gastado, aburrido e hipócrita con el que los seudo intelectuales de izquierda de los países centrales pretenden hablar de la miseria del tercer mundo: el famoso “¡qué lastima que me dan estos negros! Bueno… volvamos a Francia”.
Pero la cosa empeora en esta película ya que, además de ser excesivamente pausada, torpe y repetitiva, también es pedante y pretenciosa en su intento de ser un retrato valiente de un doble tópico que anacrónicamente juzga como “tabú”, el turismo sexual femenino en particular, y la satisfacción de la mujer en general. Cantet pretende denunciar al imperio a través de la eterna metáfora oprimidos/ prostitutas y opresores/ proxenetas, pero termina demostrando que no tiene el talento necesario para conjurar su discurso con un relato interesante (o por lo menos bien llevado). El director reproduce viejas contradicciones ideológicas burguesas y no aporta nada nuevo al subgénero “drama existencialista con tufillo político”. A pesar de las excelentes labores de todo el elenco y el esfuerzo por construir personajes multidimensionales, toda la obra naufraga groseramente, cae en la autoindulgencia y fracasa en su intento por generar en el espectador algún tipo de interés hacia estas mujeres patéticas y sexualmente frustradas. Hasta los mismos haitianos terminan aburriendo porque Cantet los convierte en caricaturas que llevan desde el principio la marca de los condenados estampada en la frente. En síntesis, esta es otra decepción de un realizador que se muestra obsesionado con las temáticas comprometidas pero incapaz de sortear paradojas ideológicas y redondear un film con una estructura narrativa exitosa.
Título: Bienvenidas al paraíso.
Título original: Vers le sud.
Dirección: Laurent Cantet.
Intérpretes: Charlotte Rampling, Karen Young, Louise Portal, Ménothy Cesar y Lys Ambroise.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 16 años, con reservas.
Duración: 108 minutos.
Origen: Francia/ Canadá/ Bélgica.
Año de producción: 2005.
Distribuidora: Pachamama Cine.
Fecha de estreno: 26/10/2006.
Puntaje: 3 (tres)