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martes, 7 mayo 2024
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El camino a Guantánamo: La impunidad del imperio

Por Emiliano Fernández

Este demoledor film de Michael Winterbottom y Mat Whitecross retrata el verdadero calvario que debieron sufrir tres musulmanes británicos al ser apresados por las tropas norteamericanas y luego trasladados al tristemente célebre campo de concentración del título, un pesadillesco laberinto de interrogatorios, torturas, abusos y vejámenes.

El film se basa en una historia real. Estamos en el 2001, pocos días después de la caída de las torres gemelas, en las preliminares de la invasión norteamericana a Afganistán. Cuatro jóvenes de origen pakistaní radicados en Tipton, Inglaterra, deciden viajar a su tierra, a Karachi, Pakistán, para asistir a la fiesta de bodas de uno de ellos. Abandonando temporalmente un estilo de vida occidental, se sumergen por unas semanas en la dura vida de Pakistán y pasean sin muchas preocupaciones. Con gran imprudencia, deciden cruzar la frontera para entrar a Afganistán porque desean “conocer y ayudar” a la diezmada población local. Ya en la zona, se percatan de su error al presenciar los primeros bombardeos norteamericanos y no encontrar forma de salir del país. En medio de los combates desiguales entre los talibanes y los yanquis, pierden de vista a un integrante del grupo, el cual no volverá a aparecer jamás, desconociéndose su suerte. Los tres restantes son apresados por las tropas de la “Alianza del Norte” y enviados a una salvaje prisión colectiva, junto con todos los afganos y extranjeros que los tropas multinacionales fueron encontrando a su paso. Un día se aparece uno de los “marines” estadounidenses solicitando alguien que hable inglés. Uno de los jóvenes, pensando que querían un traductor y que lo liberarían pronto al conseguir ese puesto, se da a conocer como musulmán británico. Pero las cosas no resultan como esperaba; los yanquis solo querían angloparlantes para convertirlos en “material para inteligencia”. El joven comete el error de mencionar a sus amigos, en lo que será solo el principio de un interminable tour de force de dos años por distintos campos de concentración yanquis hasta el arribo a la instalación que los norteamericanos poseen en Cuba, la base de Guantánamo. Allí las más bárbaras torturas se combinarán, durante otros dos años, con la irracionalidad y la estupidez clásicas de los milicos y funcionarios yanquis.

El camino a Guantánamo (The Road to Guantánamo, 2006) funciona como una excelente denuncia que deja a la vista la inoperancia, la ilegalidad y la brutalidad de los países centrales en sus llamadas “guerras contra el terrorismo” y sus “ataques preventivos” (un clásico doble discurso que recuerda a “1984”, aquélla obra maestra de George Orwell). El film combina los testimonios de primera mano de los tres protagonistas reales, liberados recién en el 2005, con fragmentos de noticieros ingleses y norteamericanos, imágenes documentales de los lugares en los que transcurrieron los hechos, y dramatizaciones con actores a partir de lo narrado por los jóvenes protagonistas de esta odisea (Shafiq Rasul, Ruhel Ahmed y Asif Iqbal). En sus veloces 95 minutos, la película construye una excelente radiografía de cómo el poder se imprime en los cuerpos a través del castigo sistemático, el control continuo y la violencia incesante, tanto psicológica como física.

Siendo el primer film que describe detalladamente el funcionamiento de los interrogatorios y las tácticas predatorias que la milicia estadounidense utiliza para ablandar y quebrar a los prisioneros, El camino a Guantánamo sorprende por su valentía y agudeza a la hora de redondear una propuesta cinematográfica que no solo asigna responsabilidades sino que también resulta interesante desde el punto de vista dramático. La película utiliza una impecable fotografía y una ajustada edición para mantener la tensión con una maestría admirable durante toda su extensión, sin ahorrar ningún núcleo temático tan escabroso como real: la persecución religiosa, los suicidios inducidos, la ignorancia etnocéntrica y el sadismo más espantoso. Todas estas características de Guantánamo obedecen a mecanismos diseñados con toda precisión por los burócratas, oficiales y agentes norteamericanos a cargo de las interminables entrevistas y sesiones de tortura que padecen los prisioneros.

Aquí no solo apreciamos la impunidad construida por el gobierno yanqui, al no permitir que la justicia intervenga en todos y cada uno de los “casos” que supuestamente involucran a los detenidos con actividades terroristas, en El camino a Guantánamo vemos también la idiotez, la simpleza y la irracionalidad de los norteamericanos a la hora de autoproclamarse “policía mundial” todopoderosa y con derecho a hacer lo que se le cante la regalada gana. Resulta increíble que todos estos nazis encargados de los interrogatorios no realizaran una simple llamada telefónica para comprobar lo que decían los jóvenes (el mayor tenía 21 años al momento de su detención). Esto nos habla de toda una sociedad que reenvía responsabilidades por problemas internos hacia grupos, sectores, culturas o etnias extranjeras (blancos de odio que ellos piensan dóciles pero que reiteradamente descubren difíciles de aniquilar) con el fin de justificar invasiones y asesinatos en masa que huelen a dinero, armas, petróleo, drogas y jugosos contratos comerciales de reconstrucción.

El camino a Guantánamo, además de ser un excelente thriller político que incluye los invaluables testimonios de los protagonistas directos de los hechos, denuncia un estado de cosas tan lamentable como cotidiano (Guantánamo sigue funcionando en la actualidad y aloja a más de 400 prisioneros). Como afirma el propio Winterbottom, en la película “se cuenta como existe un agujero negro llamado Guantánamo. Una base militar creada por Estados Unidos, irónicamente, en Cuba, donde mantienen incomunicados a presos a los que no identifican como prisioneros de guerra. No la pudieron crear en su país porque allí hubieran tenido derecho a defensa y juicio. Se trata de un agujero negro legal donde es imposible recurrir a la ley”. Los críticas, por supuesto, no son solo para los yanquis, los británicos de hecho no mueven ni un dedo para sacar a los musulmanes.

En la tradición del genial Costa-Gavras, el film pinta un lienzo bien terrible y nos deja con la sensación de haber presenciado un informe totalizador sobre el accionar de los países centrales en la periferia rica en recursos naturales pero pobre en capacidad productiva. Aportando riqueza testimonial y cuestionamientos políticos interesantes al debate, El camino a Guantánamo resulta imprescindible, necesaria y oportuna porque a la vez que desarma y desmenuza las tácticas imperiales, les planta el espejo en la cara tanto a los británicos como a los estadounidenses, los mismos que eligieron a los fascistas/genocidas Blair y Bush como máximas autoridades gubernamentales.

Título: Camino a Guantánamo.
Título original: The Road To Guantanamo.
Dirección: Michael Winterbottom & Mat Whitecross.
Intérpretes: Riz Ahmed, Farhad Harun, Waqar Siddiqui, Arfan Usman, Shahid Iqbal y Sher Khan.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 114 minutos.
Origen: Reino Unido.
Año de realización: 2006.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de estreno: 26/10/2006.

Puntaje: 10 (diez)

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