No son pocos los que se rasgan las vestiduras mientras aúllan como un mandril en celo que la novela “El perfume” (Patrick Süskind; 1985) es imposible de trasladar al cine sin traicionar su esencia. A mi, en cambio, me preocupa otra cosa: ¿hay algo para contar detrás de esta adaptación fílmica de un best-seller que se ha llevado a cabo sólo por la obcecada voluntad de un productor exitoso como Bernd Eichinger (La caída)? Pese al esfuerzo del realizador Tom Tykwer me parece que no. Los responsables de la adaptación se limitan a brindar una crónica más o menos detallada de la vida enfermiza del protagonista Jean-Baptiste Grenouille en la Francia prerrevolucionaria y su peculiar don para discernir cada olor existente en el mundo. Muy superficial en su descripción de la época y demasiado estirada para lo que pretende narrar, queda en el tintero una incógnita de difícil respuesta. ¿Qué es, en definitiva, la película? No es un thriller, ya que el suspenso brilla por su ausencia, tampoco una recreación histórica muy minuciosa –en una secuencia clave cerca del final se ve a una mujer… ¡en tanga!- y ni siquiera un film de terror al estilo de Desde el infierno. Con suerte, un drama psicológico atractivo visualmente –no en vano el presupuesto superó los cincuenta millones de euros- y terriblemente vacuo en cuanto al contenido.
El nacimiento de Jean-Baptiste Grenouille en el mercado ictícola de París significó la muerte por la horca para su joven madre al intentar abandonarlo a su suerte. De aquí en más el pequeño fue criado en un orfanato estatal y luego vendido por la directora al dueño de una curtiembre en la cual Jean-Baptiste era explotado trabajando hasta dieciséis horas diarias. Ya adolescente -y con la fisonomía de ese buen actor que es Ben Whishaw- se obsesiona con aprender a retener los aromas no sin antes asesinar a su primera víctima. La idea de este extraño personaje es obtener las fragancias corporales de determinadas mujeres para crear un perfume tan embriagador como para robar la voluntad de quienes tengan acceso a él. Experimentos varios en el taller del perfumista en decadencia Giuseppe Baldini (un ajustado Dustin Hoffman) y un largo período en la ciudad de Grasse en la que el muchacho perfecciona su técnica –mientras acumula cadáveres como quien colecciona corbatas-, nos van acercando lentamente a un clímax delirante (más de uno va a largar la carcajada incrédula… y está bien que así sea) por donde se lo mire.
Director capaz de picos y caídas estruendosos (Corre Lola corre y En el cielo, respectivamente), el alemán Tom Tykwer desaprovecha una historia realmente interesante, aunque nunca aburre pese a los excesivos ciento cuarenta y siete minutos de metraje. Si el guión hubiese mantenido el mismo nivel del que hace gala la producción (los decorados, el vestuario y la utilería lucen impecables), los comentarios sarcásticos de la crítica que insisten en comparar a Perfume con El código Da Vinci como el mamotreto literario del año seguirían existiendo, pero al menos podría rebatirse con un poco más de sustento. Ni buena ni mala, simplemente fallida.
Título: Perfume: La historia de un asesino.
Título Original: Perfume: The story of a murderer.
Dirección: Tom Tykwer.
Intérpretes: Ben Whishaw, Alan Rickman, Rachel Hurd-Wood, Dustin Hoffman, Sara Forestier, Karoline Herfurth, Simon Chandler y David Calder.
Género: Crimen, Drama, Fantasía, Basado en novela.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 147 minutos.
Origen: Alemania/ Francia/ España/ EE.UU./ Bélica.
Año de realización: 2006.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 15/02/2007.
Puntaje: 5 (cinco)