Por Juan Blanco
El verdadero problema con Tirador tiene que ver con un intento de trascender los simples mecanismos del género y tratar de decir “algo importante” sobre “nadie sabe bien qué”. Al menos el discurso es contradictorio, confuso y en última instancia se vislumbra terrorífico.
Más allá de que resulta increíble que a alguien se le haya ocurrido contar, de nuevo, La Supremacía de Bourne apenas unos años después de que se estrenara el filme de Paul Greengrass (en especial si se piensa que ya está en post-producción la tercera y última parte de la saga, The Bourne Ultimatum), hay problemas más graves en Tirador que el simple hecho de parecerse a aquella excelente película con Matt Damon. En efecto, la cosa va más o menos de lo mismo: un súper ex-soldado mitad hombre-mitad máquina de matar es traicionado por su gobierno y arrancado de su exilio para limpiar su nombre y más tarde ejecutar una venganza. Los acontecimientos que envuelven a este francotirador (que graciosamente presenta un porte muy parecido al de Jason Bourne) varían en mayor o menor grado, pero en líneas generales es la misma idea. Aunque como se dijo, no es lo peor que el film del irregular Antoine Fuqua (Día de entrenamiento, Lágrimas del Sol) tiene para ofrecer.
El verdadero problema con Tirador tiene que ver con un intento de trascender los simples mecanismos del género y tratar de decir “algo importante” sobre “nadie sabe bien qué”. Al menos el discurso es contradictorio, confuso y en última instancia se vislumbra terrorífico. A saberse: al personaje que interpreta Mark Whalberg se lo presenta como un “servidor de la patria” que de tanto en tanto recuerda con pena su pasado belicista pero al tiempo está, digamos, orgulloso de su formación militar (hay una escena donde el personaje se manifiesta “decepcionado” con su gobierno por traicionarlo luego de que lo entrenaron para liquidar todo lo que se arrastre…). En fin, el tipo es una suerte de John Rambo New Age que devuelve la piedra con el doble de fuerza que se la arrojaron, pero cree que lo hace en nombre de algo noble, como la justicia y bla, bla, bla… Sí, el personaje habla mucho y dice cosas que probablemente sonaban mejor en su cabeza antes de ser escupidas en pantalla. Pero como el espectador todavía no puede leer mentes (aunque con cierto tipo de cine ya se podría lograr), a Whalberg lo hacen hablar hasta el cansancio de la guerra, de la maltratada justicia, de la impunidad y más tarde de su deseo de venganza (-mataron a mi perro…-, dice a modo de “chiste” en otra instancia clave).
Y lo gracioso es que escena por medio la norteamericanísima película de Fuqua insiste en ponerle el pecho a una –falsa- autocrítica con tinte sociopolítico hacia el gobierno estadounidense que termina pasándose de rosca y consolida un relato ultra-fascista en contrapartida por las acciones que lleva a cabo el “tirador” (algo que queda clarísimo en la última secuencia). “El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”… ¿no es cierto? Bueno, con este criterio Tirador sería algo así como una guerra de cascotes cíclica donde una legión de pecadores y corruptos se matan a piedrazos entre sí para preservar el american way of life.
Ahora, si al menos la película avanzara rápido con un buen ritmo de acción y dejara pensar en otra cosa más física antes que en sus retorcidas palabras, se podría decir que estamos ante algo tonto pero pasatista. Para el caso Tirador no es tan divertida ni tampoco es una película precisamente tonta; según cómo se la mire es hasta peligrosa.
Título: Tirador
Titulo original: Shooter
Director: Antoine Fuqua
Género: Acción, Thriller
Intérpretes: Mark Wahlberg, Rhona Mitra, Michael Peña, Elias Koteas, Ned Beatty y Danny Glover
Duración: 124 minutos
Origen: Estados Unidos
Año Realización: 2007
Distribuidora: UIP
Calificación: Para mayores de 16 años
Fecha Estreno: 05/04/2007
Puntaje 3 (tres)