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jueves, 21 noviembre 2024
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Harry Potter y el Misterio del Príncipe: Cuando Harry conoció a Harry

Por Pablo Arahuete

Con esta vigente sexta entrega de una saga irregular habría que hacer en un primer momento un ejercicio de honestidad intelectual y decir que no existe -por lo menos en lo que respecta a los últimos años- una saga perfecta. Star Wars no lo fue; Matrix, mucho menos; con Narnia ya empezamos mal y las firmas siguen dejando únicamente indemne a Peter Jackson y su trilogía tolkieniana cinematográfica que será bastante difícil de superar aunque tampoco sea perfecta.

Por eso Harry Potter como una mega-saga de ocho películas es en esencia un mega operativo de marketing antes que cualquier intento de hacer cine, amparado siempre en el meteórico éxito de la franquicia literaria que vio en su hermano menor del cine otro nicho publicitario más que una plataforma narrativa en sí misma. No obstante, en la misma línea de honestidad debe admitirse que desde la primera Harry Potter a esta etapa ha habido suficiente tela para cortar, resultando evidente la sofisticación que fue adquiriendo a lo largo de las entregas una trama extremadamente deudora de cualquier novela literaria de corte fantástico que ha reciclado y reformulado viejos mitos y elementos propios del género en pos de crear un universo propio lo suficientemente atractivo como para llegar a un público preadolescente, que se viera identificado de primera mano con las peripecias de un niño sin padres, futuro aprendiz de mago devenido en el elegido para destruir al representante de la oscuridad que amenaza con la destrucción de todo lo que represente vida y bondad.

Sería bastante arrogante por parte del catolicismo encontrar en la figura del elegido a Jesús, dado que no hace falta ser erudito en religiones para saber que cualquier credo, sea de la extracción que sea, se enraíza al mito del hombre que se convierte en héroe, es decir, el mortal imperfecto que brota del seno de la comunidad y es llamado a la aventura para sacrificar su bienestar por el bien común. Ese sacrificio implica estar condenado a la soledad; implica reconocerse diferente frente a los que nos rodean y por otro lado exige una enorme cuota de renuncia ante las tentaciones de cualquier orden porque son las que desvían al héroe de su meta. Bajo este concepto, entonces, podríamos decir que hay dos Harry Potter: el niño que ya dejó de serlo pero que sigue arrastrando los mismos traumas de su pasado, y el aprendiz de mago que comienza a descubrir cuál es su verdadero destino. Precisamente en este punto de inflexión se planta esta sexta parte denominada Harry Potter y el misterio del príncipe, nuevamente dirigida por David Yates, comparable a la antecesora El prisionero de Azkabán (sin duda la mejor).

Cada vez más dark que inocente, a esta nueva aventura le ocurre exactamente lo mismo que a sus antecesoras: la estructura narrativa no puede solucionar la condensación de lo que en teoría ocurre como siempre durante el período de un año lectivo en Hogwarts y entonces, pese a los intentos de elipsis, se vuelve en su primera mitad muy digresiva, acumulando situaciones, detalles, información y conflictos propios de la adolescencia que terminan diluyéndose en una serie de tropiezos narrativos por querer abarcar mucho.

Sin embargo, es meritorio que Yates logre impregnarle al metraje un clima adecuado que se va nutriendo de un peso dramático que promediando la última media hora terminará por explotar con alguna que otra revelación y una culminación de un tenor trágico bastante poco complaciente para los cánones hollywoodenses. En esa condensación, que muchas veces no logra encontrar un camino conceptual adecuado, el guionista Steve Kloves transita por la estructura típica de la dualidad entre los dos Potter con la consabida problemática de los conflictos adolescentes, alguna que otra idea desaprovechada adoptando toda serie de estereotipos que se traducen en los roces amorosos, la incorporación de nuevos hechizos y pócimas que se le presentan al aún inexperto Harry, quien en su camino de aprendizaje espiritual -junto a su maestro Dumbledore- seguirá adquiriendo experiencia y dolores para poder enfrentarse al temible lord Voldemort.

No será el anillo tolkieniano el responsable de llevar a Harry hacia el lado oscuro sino un libro que contiene otro tipo de magia que lo puede volver más poderoso y que pertenece a un misterioso personaje que está más cerca de lo que él cree.

Nuevamente, el elenco está a un nivel por debajo de lo que sus personajes exigen, salvo como siempre las honrosas excepciones de Alan Rickman y su ambiguo Severus Snape y la lunática Helena Bonham-Carter.

Sin ser brillante y con las falencias de siempre esta anteúltima parte del gran camino iniciático no pasará desapercibida para aquellos que siguen las aventuras de este mago de anteojos grandes resultando lo suficientemente coherente frente a lo que se venía viendo.

Título: Harry Potter y el Misterio del Príncipe.
Título Original: Harry Potter and the Half-Blood Prince.
Dirección: David Yates.
Intérpretes: Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson, Jim Broadbent, Helena Bonham Carter, Robbie Coltrane, Michael Gambon y Alan Rickman.
Género: Aventura, Familia, Fantasía.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 153 minutos.
Origen: Reino Unido/ EE.UU.
Año de realización: 2009.
Distribuidora: Warner Bros.
Fecha de Estreno: 23/07/2009.

Puntaje: 7 (siete)

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