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jueves, 21 noviembre 2024
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Dogville: La bestia humana

Por Pablo Arahuete

El realizador danés Lars von Trier es un cineasta que con el correr de los años y de sus films logró despertar amores y odios en la crítica con la misma intensidad de un River-Boca en el terreno futbolístico. Para seguir con la metáfora futbolera, algunos vieron en su Dogma 95, ese manifiesto contra el cine “mainstream” o industrial, un gol de media chilena por tratarse de una propuesta cinematográfica audaz y con una estética de la urgencia; otros, en cambio, lo consideraron un penal mal pateado y tildaron de oportunista en el mejor de los casos o de ególatra mediocre en el peor. Lo cierto es que tanto para amantes como para detractores, sus últimas películas no pasaron desapercibidas, despertaron polémica y abrieron un debate sobre el cine y sus posibilidades expresivas. En ese debate, aún abierto, se inserta su último film Dogville.

Como ocurre casi siempre en las historias de Von Trier, resulta trabajoso explorar el aspecto oculto de la trama, aquello que subyace de la simple anécdota donde el conflicto obedece a las pasiones humanas. En este caso, el creador de Los idiotas expone la condición humana como punto de partida y reflexiona sobre sus distintas facetas: amor, odio, egoísmo, castigo, piedad, dignidad, orgullo, humillación, poder, solidaridad, sumisión, soberbia, venganza, etc. Sin importar el orden de enumeración que se emplea aquí, el film recorre y aborda en un increscendo dramático en espiral cada una de estas caras a través de los 20 personajes que permanecen en escena durante toda la película.

Al tomar un primer contacto con Dogville es imposible no vincularla con el teatro. Dividido en 9 actos o capítulos, el relato se desarrolla en un único gran escenario. Una inmensa plataforma negra, en cuya superficie están dibujadas las calles y viviendas de los habitantes de este pequeño pueblo minero del Estados Unidos de la época de la gran depresión del 30.

Desde un plano cenital, el escenario se despliega como un enorme mapa por el que deambulan los actores, regidos por los códigos de la representación teatral, es decir, sus casas no tienen cuatro paredes, sólo una, tampoco existen puertas y los sonidos se producen detrás del escenario. Expuestos a la mirada del director y el espectador continuamente. Cuando la cámara abandona el plano cenital, desciende y se introduce sin un punto de vista fijo en la vida del pueblo. El recurrente micro mundo de Lars von Trier para reflejar el macro mundo. El empleo de la voz en off narra las acciones como si se tratara de una novela de Charles Dickens, describe las generalidades para luego desentrañar las particularidades de cada personaje. Entonces, la simbiosis con la literatura no parece capricho o mera especulación.

La apacible vida pueblerina de la comunidad de Dogville, donde cada habitante posee un rol, se ve trastocada a partir de la llegada de una intrusa, Grace (Nicole Kidman), quien viene huyendo de alguien o algo (no lo revelaremos por razones obvias) y pide refugio allí. El intelectual de la comunidad, Tom, pasa sus días estudiando. Elabora teorías sobre el comportamiento de sus pares y se ha ganado el rol de líder. Así, propone a la comunidad el desafío de integrar a la dinámica del pueblo a la enigmática Grace. Todos deciden darle una oportunidad y ponerla a prueba. Para ello, deberá ayudar a cada uno en sus actividades cotidianas y demostrarles que su presencia puede ser útil. De inmediato, la nueva huésped se amolda a las necesidades de cada familia o miembro de la pequeña villa y gana el respeto de todos. Sin embargo, aquello que comenzó siendo un trabajo de adaptación, se termina por convertir en un trabajo esclavizante y por momentos denigrante. La dulce Grace debe satisfacer los deseos de todos para evitar ser entregada a la policía que la sigue buscando.

En ese juego perverso de poder, se desnudan las miserias y emergen los dilemas éticos que Von Trier saca a relucir en todos sus trabajos. Como una constante del universo del director danés, las mujeres reciben el castigo de lo peor de los hombres, transitan con estoicismo un vía crucis de humillaciones, vejaciones, decadencia moral y su desenlace es generalmente trágico o redentor. En Dogville opera esta lógica pero con una conclusión mucho menos convencional que aporta un nuevo elemento como la venganza, el resentimiento, el rencor.

Es un ensayo cinematográfico, cuyo eje temático descansa en la conducta humana y su impredecible forma. Es teatro filmado por momentos, al juzgar por el riesgo tomado en su puesta en escena pero, sin embargo, va más allá de la representación al otorgarle a la cámara el rol de testigo e intruso simultáneamente. Lars Von Trier juega durante casi tres horas a ser Dios y le sale bien, dado que cuenta con un elenco aceitadísimo para responder a sus locuras, entre los que se destacan Nicole Kidman por su controvertido papel de Grace, Ben Gazzara y Chloe Sevigny, por citar algunos.

Un film que rompe estructuras por donde se lo mire, audaz desde su despojo de los cánones habituales y un verdadero desafío para un espectador ávido de nuevas experiencias cinematográficas. Usted decide.

Título: Dogville. Título Original: Idem. Dirección: Lars von Trier.
Intérpretes: Nicole Kidman, Paul Bettany, Lauren Bacall, Stellan Skarsgård, James Caan, Ben Gazzara, Harriet Andersson, Jean-Marc Barr, Patricia Clarkson, Jeremy Davies, Philip Baker Hall, Udo Kier, Chloë Sevigny, Siobhan Fallon, Blair Brown y Zeljko Ivanek. Género: Drama, Crimen. Clasificación: Apta mayores de 16 años. Duración: 178 minutos. Origen: Dinamarca/ Países Bajos/ Suecia/ Alemania/ Reino Unido/ Francia/ Finlandia/ Noruega/ Italia. Año de realización: 2003. Distribuidora: Distribution Company. Fecha de Estreno: 02/10/2003.

Puntaje: 9 (nueve)

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