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jueves, 21 noviembre 2024
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300: La pandilla fascista o cómo estos tipos necesitan un laxante

Por Emiliano Fernández

Mientras que la exacerbación de los componentes característicos del policial negro funcionaba de maravillas en Sin City -dentro de un contexto de film noir extremo-, en 300 la misma estrategia aplicada a este derivado del peplum genera como resultado un despropósito total, tan simplista y estúpido como ridículo y vacío. Ha comenzado el año, señores: estamos ante el primer mamotreto hollywoodense…

Había una vez una ciudad griega llamada Esparta habitada por tipos muy varoniles que tenían a la fuerza como el único elemento estructurador de su existencia. Estos nobles guerreros tenían a un noble rey, Leonidas, que durante su estadía en la cúspide del poder espartano, alrededor del año 480 antes de Cristo, debió sufrir las invasiones de las hordas persas lideradas por el malvado Jerjes. Pero como el gobierno, controlado por un corrupto lacayo del rey, no le autorizaba a movilizar el ejercito, el bueno de Leonidas decidió reunir a un grupo de 300 “valientes” que salieron a despedazar a los millones de persas que se aglutinaban en el desfiladero de las Termópilas. Así las cosas, esta improvisada pandilla o escuadrón de la muerte es a la que se alude en el título de 300 (2006), film fascista, edulcorado y muy estereotipado basado en la novela gráfica homónima de Frank Miller (que a su vez se inspiraba libremente en el acontecimiento histórico real) y dirigido por el desconcertante Zack Snyder (el de la pasable remake del 2004 de El amanecer de los muertos, Dawn of the Dead, 1978, la genial obra maestra de George A Romero).

Mientras que la exacerbación de los componentes característicos del policial negro funcionaba de maravillas en Sin City (2005, también de Miller) dentro de un contexto de film noir extremo, en 300 la misma estrategia aplicada a este derivado del peplum genera como resultado un despropósito total, tan simplista y estúpido como ridículo y vacío. Lo único que se podría llegar a rescatar de esta maximización de sangre y entrañas es lo cuidado de la presentación visual general, aunque tantas cámaras lentas en los enfrentamientos terminan asimilando el film en su conjunto a los videojuegos en tercera persona (de hecho, el espectador por momentos se siente frente a una enorme pantalla de una Playstation gigante, pero sin joystick: más frustración y ansiedad desperdiciada en las butacas). Por otro lado, no existe ni una sola gota de sangre en 300 que sea real, CGI mediante. Cada detalle está tan coreografiado y cronometrado que la película toda genera de forma intermitente cansancio e indiferencia, aburriendo finalmente con combates que recuerdan a publicidades de gaseosas o productos de limpieza. Alguien le tendría que haber avisado a Snyder que los ’90 quedaron en el pasado y que la parafernalia sci-fi a lo Matrix y la acción fashion a la John Woo ya han sido explotadas en demasía (hoy son solo recursos entre muchos otros y no elementos- ejes sobre los cuales sostener todo un film).

Más allá de todos los lugares comunes, clichés y pedanterías en la que deriva el guion, llama poderosamente la atención que en medio de la hilarante arenga entre fascista y sin sentido de Leonidas (con frases patéticas y boludas que van desde “la libertad tiene un precio”, “la democracia se sostiene con sangre” y “estos persas no se dan cuenta que pelean contra hombres libres”), cobra inusitado protagonismo su esposa, que por supuesto al quedar sola termina en manos de un sucio dirigente estatal que además de querer serrucharle el piso al rey de Esparta, pretende (y logra) sodomizar a la señora mientras su marido anda cortando cabezas por ahí. De todas formas, esto no es un atisbo de feminismo o siquiera la ausencia de machismo, el personaje de la reina es un clon con pollera de todos estos hombres musculosos y bronceados. De rasgos femeninos, nada: lo más probable es que sea un travesti (eso explicaría la preferencia anal del acosador). Ahora bien, estos 300 tipos se la pasan gritando y dando discursos sobre la necesaria destrucción de los bárbaros, del pueblo iraquí e iraní (uy, perdón… del pueblo persa), mientras que en todo momento conservan unas caras de constipados terribles. O por lo menos dan signos de tener algo atorado en algún punto del trayecto del sistema digestivo (me juego por los intestinos). Quizás lo que necesitan es simplemente un buen laxante. También puede ser que me equivoque y que el problema se encuentre en los conductos urinarios, entonces el remedio justo debería ser un bonito diurético.

Aquí ocurre algo similar a lo que acontecía en La reina (The Queen, 2006), uno no sabe si lo que vemos es fruto de la ignorancia de los realizadores o de su irresponsabilidad ideológica. Eso si tratamos de lavarles las culpas, en caso contrario cualquier ser pensante termina endilgándoles la perspectiva conceptual general detrás del proyecto. Si en La reina se llevaba a cabo una descripción entre simpática, simplona y excesivamente edulcorada del genocida Tony Blair, máximo responsable junto a Bush de la muerte diaria de miles de personas en Medio Oriente y en el resto del globo, aquí en 300 se busca retratar el “glorioso” combate de estos 300 supuestos “héroes”. El speech que celebra el sadismo y la supuesta heroicidad de estos tipitos es tan redundante e infantil que provoca vergüenza ajena. Si el film hubiera sido una extensa carnicería donde el asunto de la justificación de la belicosidad se pasara de largo o se resolviera en los primeros 10 minutos, se podrían dejar de lado los intereses imperialistas de los “civilizados” espartanos y su relación con los “malos, malos, muy malos”, los “salvajes” persas. Pero no, la película constantemente baja línea en aburridísimos discursos fascistoides que se hacen interminables cuando uno lo único que espera de estas superproducciones es la batalla violenta, la autopista al matadero (el peaje ya lo pagamos en la boletería del cine).

Tan predecible como amarreta, 300 promete violencia non stop y sin embargo la entrega con cuentagotas y en medio de pedantes llamados a la aniquilación del enemigo (sea este cual fuese, la verdad que a los yanquis… otra vez me pasó, perdón, a los espartanos no les interesa). Salvo el corrupto lacayo del rey que traiciona a los “valientes” para perpetuarse en el poder, todos los espartanos son buenos y lindos, derechos y humanos. 300 promete y decae para luego volver a prometer y decaer: así es todo el film. Como entretenimiento, no puede escapar de lo discursivo chauvinista berreta, destruyendo las posibilidades abiertas (por el origen comic/revisteril) hacia la hiperbolización a la Tarantino de la violencia masiva y pochoclera. Con un elenco que deja mucho que desear (encabezado por los sobreactuados Gerard Butler como Leonidas y Rodrigo Santoro como Jerjes), 300 recupera todos y cada uno de los componentes más anacrónicos de las épicas del Imperio Romano y los banaliza al presentarlos con una quemada estética videoclipera. Snyder no es Robert Rodriguez y Hollywood nuevamente promete algo que su maquinaria es capaz de construir pero que muchas veces deja fuera del producto final ofrecido al público mundial: ni siquiera se reclama un divertimento inteligente, solo un pasatiempo que no derrape a la banquina continuamente. Ya no quedan dudas. Ha comenzado el año, señores: estamos ante el primer mamotreto hollywoodense…

Título: 300
Título original: Idem
Director: Zack Snyder
Intérpretes: Gerard Butler, Lena Headey, Dominic West, David Wenham, Michael Fassbender, Rodrigo Santoro
Calificación: Apta para mayores de 13 años
Género: Acción, Aventuras, Basado en comic
Duración: 117 minutos
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2006
Distribuidora: Warner Bros.
Fecha de estreno: 29/03/2007

Puntaje 3 (tres)

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