back to top
martes, 14 mayo 2024
InicioCríticaEl nido vacío: La vida después de los hijos

El nido vacío: La vida después de los hijos

Por Marisol Victoria López

Luego de la lograda Derecho de familia (2005), el director argentino Daniel Burman retorna a la pantalla grande con El nido vacío (2008), otra obra de gran calidad y madurez tanto en la realización como en el tema que elige tocar. En esta nueva producción el argumento es uno de los tópicos recurrentes en sus películas: la familia y la interrelación de quienes la componen, aunque esta vez se trate de una pareja de mayor edad que aquella que Burman supo retratar en algunas de sus obras anteriores.

Leonardo (Oscar Martínez) es un reconocido dramaturgo y su esposa Martha (Cecilia Roth) un ama de casa, quien en su juventud supo ser una buena estudiante de sociología y debió abandonar los estudios para ocuparse de su familia. Este matrimonio de cincuenta y pico debe enfrentarse al vacío que dejan los hijos cuando, ya adultos, se van del hogar para emprender cada cual su rumbo. Si bien es una historia de pareja en crisis, Burman decide enfocar la lente sobre todo en Leonardo (a quien por momentos establece como un padre ausente o al menos parece haberlo sido) y su posición ante esta nueva vida; de allí parte con una narración dividida entre lo real y lo irreal, lo que sucede en verdad y lo imaginario.

Leonardo pasa el tiempo libre tratando de reacomodar su vida puesto que ha dejado de escribir (perdió la capacidad de concentración); intenta leer un libro escrito por su yerno el cual “casualmente” se titula “El nido vacío”; vuela un avión de juguete que era de su hija cuando pequeña y charla con un tal Dr. Spivack, un neurólogo que aparece -cada tanto- mágicamente en los momentos en que el protagonista necesita un consejo y lo ayuda a lidiar con sus neurosis y fobias. Por ejemplo la pérdida de lucidez (producto del paso de los años) y al entendimiento de sus deseos. Emprende también un proceso de auto-conocimiento cuando se ve envuelto en una relación amorosa fugaz con su dentista y objeto de deseo (Eugenia Capizzano). No menos importante es la exploración de su vida conyugal y por ende también de su esposa, quien parece disfrutar de esta nueva vida sin hijos. Martha elige un camino diferente al de su marido, con más liviandad, lleno de motivaciones y energía; continúa sus postergados estudios en la facultad, amplía su vida social saliendo con sus compañeros de curso y hasta organiza fiestas en su casa.

El vacío y los conflictos entre ambos cuando luego de muchos años se reencuentran solos en su relación es plasmado aquí no con solemnidad sino con un toque de irrealismo y fantasía. Mientras Martha crece en su vida personal y se producen desencuentros en la pareja, Leonardo experimenta con su odontóloga pasajes surrealistas, encuentros imaginarios (o no) y persecuciones que se transforman en coreografías musicales. Esta historia está presentada de una manera diferente a los anteriores proyectos del realizador, sin tantos toques urbanos y con menos referencias al judaísmo como en Esperando al Mesías o El abrazo partido. No por eso resulta menos efectiva.

Oscar Martínez personifica a la perfección a este escritor en plena crisis existencial desacomodado con su presente. Cecilia Roth, aunque con menos presencia, le otorga calidez y frescura al film. Con esta gran calidad técnica y si prosigue en esta línea basada en las relaciones familiares, Daniel Burman tiene todavía mucho camino por recorrer.

Título: El nido vacío.
Título Original: Idem.
Dirección: Daniel Burman.
Intérpretes: Oscar Martínez, Cecilia Roth, Inés Efrón, Jean Pierre Noher, Arturo Goetz, Eugenia Capizzano, Carlos Bermejo, Ron Richter.
Género: Comedia, Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 91 minutos.
Origen: Argentina/ España/ Francia/ Italia.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 24/04/2008.

Puntaje: 7 (siete)

NOTAS RELACIONADAS

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

ÚLTIMAS PUBLICACIONES

León: Un laberinto emocional