Por Juan Alfonso Samaja
*Se advierte al lector que no ha visto el film que la nota contiene spoilers
El relato plantea una experiencia narrativa de gran incomodidad para el espectador: la espera insoportable de Jesús, quien se verá obligado a reunirse en una cena con su mujer, su hermano y la nueva pareja, debiendo ocultarles un episodio espantoso y un cadáver, cuya revelación cambiará sus vidas para siempre.
Se trata, en cuanto a la premisa vivencial del relato, de una estrategia de suspense que, al menos en lo cinematográfico, debe bastante a Rope (1948) de Alfred Hitchcock. Lo mejor del relato es la dilatación y la incomodidad espectatorial que la narración consigue por medio de la identificación narrativa con Jesús, condición fundamental para que el espectador pueda padecer en carne propia la misma pesadilla que el protagonista; de este modo, el relato consigue incrementar gradualmente el suspenso de manera efectiva.
Este recurso, clásico del thriller, está sostenido en la asimetría entre el conocimiento del espectador (cuyo grado de conciencia sobre los hechos coincide con el del protagonista) y los saberes que manifiestan la mayoría de los personajes restantes, en la casi totalidad del argumento. El punto clave de este recurso no está sólo en el desbalance de la distribución de la información, sino también en el postulado narrativo, según el cual lo que es ignorado deviene un mal que acecha y la ignorancia no sólo no protege al ignorante de aquello que ignora, sino que sólo dilata la fatalidad de su tragedia.
Sin embargo, la desgracia que padece Jesús es doble; aunque la película está centrada en la tragedia del hijo pequeño, este acontecimiento se halla rodeado de una subtrama de gran potencia. Jesús ya viene con un secreto entre manos; aunque dicho evento no parece haber alcanzado aún su climax dramático, se trata de un hecho de gravedad que trae preocupado a Jesús de modo evidente. Mucho antes de que ocurra el deceso de su hijo, el espectador se encuentra delante de la siguiente escena perturbadora:
Vecina- ¡Bueno, bueno, bueno, bueno! ¡Felicidades! Soy la única del edificio que todavía no conoce al bebé.
María-Es que entre el niño y el traslado no nos ha dado tiempo.
V-Pero mira qué preciosidad, qué cosa más bonita. Oye, se parece muchísimo al padre, es igualito, igualito. Mira Ruth, mira qué cosita, ven a conocerle.
Ruth-[con mala gana] Ya lo vi el otro día, mamá.
V-Ay hija mía. Cuando quieres, eres antipática como ninguna, ¿eh? No, es que últimamente resulta que se ha echado un noviete o algo, y ahora parece que no están bien, y la tengo todo el día con un mal humor que no veas.
R-No es un novio, mamá, es otra cosa.
M-Bueno, la adolescencia es lo que tiene; te enamoras, te rompen el corazón.
R-No me ha roto el corazón. Él me quiere, pero no lo reconoce, porque es un cobarde. [dirige su mirada a Jesús, quien, a su vez, baja la mirada]
V-Bueno, a disfrutar. Vosotros disfrutad viendo cómo crece, porque luego se hacen mayores y ya lo ves. Todo son malas caras y malos humores.
M-Pues sí, lo disfrutaremos, te lo aseguro. Nos vemos otro día. Venga. [a Jesús] Echa eso para allá.
V -Bueno, felicidades papá, eh. Y ahora por el segundo, a ver si se le va a pasar el arroz a tu mujer. Dos es mejor que uno, porque si te quedas con un hijo único, ya lo ves, te salen locos, como la mía. Vamos Ruth.
Jesús-Vamos, apunto el consejo. Hasta luego. [Jesús empuja la mesa por la puerta de entrada, y la muchachita lo acosa con la mirada de un modo extraño]
R-Ya veo que todavía no le has dicho de lo nuestro a tu mujer.
J-Ruth, ya está bien con eso, eh, no tiene gracia.
R-¿Ya no te acuerdas de lo que pasó?
J-¿Pero qué pasó? Me intentaste dar un beso en el ascensor, y yo lo evité. Ya está, fue una tontería tuya.
R-¿Una “tontería”?
J-Ruth, yo sé que estás en una edad difícil, y lo entiendo, pero deja de inventar esas cosas. No tiene gracia.
R-¿Y esos días que llevamos hablando; y esos whatsapp tan bonitos que me enviaste?
J-Eran poesías, Ruth. Te recomendé un libro de poesías para un trabajo de tu colegio, me lo pediste tú.
R-Poesías de amor.
J-Porque me dijiste que era un trabajo de poesía romántica. Mira, niña…
R-Me llamo Ruth.
J-Ruth. Ruth, si de verdad te has hecho ilusiones, yo lo siento, ¿vale? Pero ya está bien.
R-Si le enseño esos mensajes a mis padres, no les va a parecer un error.
J-¿Pero qué mensajes?
R-Las poesías de amor.
J-Pero que eran de un libro, para un trabajo del cole, que no eran personales. Ruth, ¿me estás chantajeando?
R-Yo quiero que digas que estás enamorado de mí. María ya no te pone nada. Lo que en verdad te gustaría es empezar de nuevo, estar conmigo y follarme a todas horas. Reconócelo.
J-¿Pero qué dices?
R-Cuando os ayudé con la mudanza, no parabais de mirarme. Se te nota mucho.
J-¿Se me nota qué?
R-Me dais like en todas mis fotos de Instagram, en todas.
J-Ruth, te di like en una foto en que sale tu perro jugando con un peluche, y ya está.
R-Di que me quieres y ya está. Sólo quiero que reconozcas eso.
J-Mira, vamos a seguir siendo amigos, tú me caes muy bien, y pareces una chica muy maja, pero tienes 13 años, y yo, pues tengo pareja, tengo un hijo, soy padre.
R-Pues deja a María y a tu hijo, y nos vamos esta noche, nos vamos a dónde tú quieras. Yo estoy dispuesta a todo.
J-Mira, me tengo que ir.
La incomodidad de esta situación no está dada sólo por la extorsión de la muchacha, ni por la diferencia de edad entre Jesús y Ruth, sino por la representación con que se presenta a la muchacha. En lugar de una imagen sexualizada al estilo Lolita, Ruth se presenta como una niña que incluso aparenta menos edad que la que el personaje acusa (13 años). Esta infantilización, articulada con una actitud caprichosa propia de una niña de 8 años años, resulta chocante y descoloca en relación a la procacidad y obscenidad con que la niña se dirige a Jesús, cuando ambos quedan a solas.
Creo que esta línea narrativa hubiese merecido más atención por parte del argumento. Y ello por dos motivos: 1) porque habría incrementado el nivel de tensión espectatorial general, sin hacerlo depender exclusivamente de la presencia macabra del cadáver del hijo; 2) porque dado el modo perverso en que se presenta este conflicto, contiene un peso propio que valía la pena explotar. En este sentido, la inclusión de la pareja del hermano de Jesús y su reciente novia no se justifica. Si se quería desplegar algún elemento secundario que descomprimiera lo macabro de la trama principal, la opción más evidente y razonable hubiese sido apelar a la pareja de la vecina y su hija, tanto más cuanto que María ha prometido darse un espacio para profundizar el vínculo con esa vecina en particular.
La ventaja de esta opción habría sido, por un lado, no desviar la atención hacia unos personajes nuevos, que no aportan sustancialmente al desarrollo de los acontecimientos, permitiendo que el relato se concentre orgánicamente en la otra pareja asociada al segundo conflicto; por otra parte, habría conservado actualizado y latente (con posibilidad de incremento significativo) el conflicto entre Jesús y Ruth. Sin embargo, esta línea narrativa queda completamente desdibujada y deslucida, desapareciendo de escena hasta el final donde la muchacha regresa de un modo poco orgánico, y donde su irrupción no es aprovechada ni siquiera dramáticamente; quedando apenas reducida a un factor que empuja accidentalmente los acontecimientos de la trama principal.
Como todo relato de suspenso, el film tiene su talón de Aquiles en el desenlace. (Ya Hitchcock había reconocido que odiaba los desenlaces, pues nunca se le ocurrían buenas ideas que estuvieran a la altura de las premisas que ponía en escena; aunque, a mi juicio, la escena final de Pájaros [The Birds, 1960] debería considerarse una excepción). Este desbalance entre la premisa y la conclusión, y la prioridad sobre el primero respecto de esta última (es decir, lo que se denomina, el suspenso como estrategia enunciativa, y que es propia del Thriller), se presenta como una opción diametralmente opuesta a la estrategia de la sorpresa, fundada en el desconcierto de una revelación imprevista, basada específicamente en ocultarle al espectador información estratégica (casos paradigmáticos son: Los sospechosos de siempre, El sexto sentido, por citar los casos más conocidos). Creo que Hitchcock tenía razón para preferir el suspenso a los finales con sorpresa, pues consideraba que estos eran realmente difíciles de conseguir (no alcanza con sorprender al auditorio; debe además revelarse -y muy rápidamente- los nexos profundos entre la sorpresa y el resto de los acontecimientos representados, dicho de otro modo: que la sorpresa no debe ser gratuita).
Pero que el espectador tenga siempre más información que los protagonistas no es un problema narrativo en sí mismo, siempre y cuando esa información no atente contra el impulso dramático del film. El principal problema de La mesa del comedor, en este sentido, es la estrechez de la retórica narrativa, sólo debemos esperar que se revele unos hechos que el espectador ya conoce desde los primeros minutos, y cuya consecuencias también ya están puestas sobre la mesa (o al menos es fácil presuponerlas). Esto hace que, una vez revelados los acontecimientos (una vez agotada la tensión que había impulsado al relato durante todo el evento) ya no quede resto narrativo por expresarse; ya no hay tensión, nada se resignifica tampoco: sólo se van a confirmar unas expectativas que se han ido inflando durante 80m. Lo único que nos queda como espectadores es la exhibición obscena de lo esperable, como una forma más del tedio.
* La mesita del comedor acaba de ganar el premio a Mejor película del 24° Festival Buenos Aires Rojo Sangre.
Título: La mesita del comedor. Director: Caye Casas. Guion: Caye Casas y Cristina Borobia. Producción ejecutiva: Norbert Llaràs, Diego Rodriguez y Mª José Serra. Dirección de fotografía: Alberto Morago Muñoz. Dirección de arte: Cristina Borobia. Banda sonora: Bambikina. Pulsar films, S.A.P.I. Productoras: Alhena Production S.l., La Charito Films S.l. y Apocalipsis Producciones S.l.
Intérpretes: David Pareja (Jesús), Estefanía de los Santos (María), Josep Riera (Carlos), Claudia Riera (Cristina), Gala Flores (hija de la vecina), Eduardo Antuña (vendedor), Damià Fustagueras Petit (el bebe) & Itziar Castro (amiga en la tienda).
España, 2022. 91 minutos.
Puntaje: 8 (ocho)