Por Pablo Arahuete
El cine en sus diversas expresiones aborda las relaciones humanas desde la emocionalidad. Grandes dramas o tragicomedias nos identifican de cierta forma con personajes, siempre nacidos desde la imaginación de los autores. Adiós entusiasmo, ópera prima de Vladimir Durán, con muy buena acogida de público en el Festival de Berlín, se instala en el seno de una familia atravesada por vínculos entre una madre que elige el encierro en un departamento mientras sus hijos procuran convivir con atmósferas y energías invisibles. Cada uno con sus resonancias, individual a pesar de lo grupal, de lo tóxico y de la dependencia afectiva. Sobre eso y muchas aristas relacionadas a los vínculos entre las personas gira esta entrevista con el director colombiano Vladimir Durán, en la foto acompañado por el pre adolescente Camilo Castiglione, todo una revelación actoral.
Pablo Ernesto Arahuete: – Al comienzo de la película la pareja de hermanos hablan sobre la materia oscura, más precisamente lo que dice el personaje de Axelito que la materia oscura es eso que no se ve pero que nos atraviesa. ¿Estableciste cierto paralelismo sobre las relaciones familiares que tampoco se ven y a pesar de eso atraviesan los vínculos tanto maternos como paternos en relación a la mirada de los hijos?
Vladimir Durán: –Ese tipo de interés de un pre adolescente por diferentes universos, la geografía, las esculturas, los documentales, tienen una actitud escapista, de generarse un universo íntimo para protegerse del desfase emocional en el que se encuentra. Ese era su primer objetivo, algo que conozco bien de mi infancia, el apasionamiento sobre temas que parecen muy alejados del universo, como por ejemplo la geografía o las nuevas teorías sobre el universo que no termina de entender demasiado bien, pero aún así le apasionan. El tema de la materia oscura dialoga con la película, hace a las relaciones humanas. Se llame energía, química, o emociones, es muy difícil entender cómo se manejan y lo que generan en cada individuo, las relaciones positivas o negativas son difíciles de definir en cuanto a las personas. Me interesaba explorar en el seno de una familia cómo se vinculan las relaciones humanas, cuando se vuelven manipuladoras. Me interesa pensar que hay una raíz en todas las familias y que uno al estar inmerso ya lo tiene incorporado sin saber mucho cómo funciona.
P.E.A.: – Tanto desde la puesta en escena como en lo que a estructura narrativa se refiere daría la sensación de que existen influencias teatrales sobre todo si tenemos en cuenta la fuerte presencia del fuera de campo relacionado con el personaje de la madre. ¿Ya estaba pensado de antemano por vos o simplemente te nutriste de las posibilidades que te brinda un espacio acotado para desarrollar mejor la relación entre los personajes?
Vladimir Durán: – Paradójicamente el fuera de campo me parece profundamente cinematográfico, me interesa el cine como un lugar de elipsis y construcción de fuera de campo, más de lo que se construye dentro del cuadro. En eso hay evidentemente un diálogo con lo teatral, pero me parece que es un rasgo natural del cine, donde uno se ve obligado a llenar espacios con su imaginación y su propio universo, ni bien sea en este caso el cuerpo y la voz de una de las protagonistas de la película. En este caso diría que lo que más me motiva es el trabajo con los actores; darse con ellos la oportunidad de investigar hacia dónde van esas relaciones, aunque los diálogos están escritos previamente no terminan de hacerse carne cuando no está involucrado el cuerpo y el imaginario del propio actor en el presente y su manera de decir, mientras está siendo filmado. Filmar en un espacio acotado me ayuda a concentrarme en eso y no estar pendiente de resolver problemas de traslado, logística o producción.
P.E.A.: – Gran parte de esta película recae en el personaje del pre adolescente Axelito, ¿Cómo llega Camilo Castiglione a tu película?, ¿Cómo trabajaste con él la mezcla de roles de observador y protagonista, producto de una enorme sensibilidad que transmite cada vez que la cámara lo capta?
Vladimir Durán: – Desde la escritura del guión junto a Sacha Amaral sabía que el catalizador de esta historia era el niño. No hice ningún casting, no es mi costumbre trabajar de esa manera. Necesito además de verlos actuar conocer a los actores, saber qué energía manejan. Yo tengo una formación y tradición como muchas de las actrices de la película en la escuela de actuación de Nora Moseinco, su escuela actoral tiene mucho poder sobre lo lúdico y se trabaja con niños, muchos de ellos grandes actores. Sin embargo, Camilo Castiglione, quien interpreta a Axelito, no fue a esa escuela. Yo soy amigo de su padre Juan Castiglione. Trabajamos varios meses mi método con Camilo y las actrices, él prestó su sensibilidad y energía al personaje y eso es algo fundamental en la película.
P.E.A.: – Para afianzar los vínculos entre personajes, ¿Tuviste presente algún modelo de familia, algo autorreferencial, les inventaste un pasado a cada personaje para que los actores comprendieran cómo relacionarse?
Vladimir Durán: – El origen de la película parte de un dispositivo de encierro de la madre desde un cortometraje de Sacha Amaral y de las vivencias del propio Sacha -él es brasilero- con su madre y su familia trasladadas al lugar de Buenos Aires donde vive. Allí escribió el guión del corto. Compartíamos por ese entonces un taller literario, leí su guión y me remontó a mi propia historia con familiares. Vengo de una familia de intelectuales, numerosa y con fuertes vínculos entre primos y hermanos, con espacios para la intimidad pero siempre grupal, digamos. Algo de esa resonancia me conectó con la historia y de ahí la idea de llevarlo a un largometraje. Todos teníamos nuestras historias familiares y se fue conformando para la película desde los imaginarios ésa nueva familia. Pensaba desde lo cinematográfico en el documental El desencanto, de Jaime Chavarri, que trata sobre la familia del poeta Leopoldo Panero, sus hijos, hermanos, su mujer Leblanc, también era una familia intelectual y con mucho desfase emocional. Me interesa lo explosivo en las relaciones, también el amor, es algo medio “Cassavetiano” que pese a las explosiones afectivas hay amor, a pesar de las emociones oscuras existe algo luminoso en ese amor. Cuando uno tiene amor por una persona, se deja afectar fácilmente.
P.E.A.: – ¿Cómo trabajaste los diálogos, hubo algún aporte de los actores para redondear las frases o dejaste un espacio para la improvisación?
Vladimir Durán: – Creo que es un ida y vuelta. Siempre tiene que haber improvisación por parte del actor, los reescribe en el presente. Yo permito que esa reescritura se aleje de la manera en que está escrito originalemte. Si encuentro verdad en el espacio escénico, lo dejo. Cuando no la encuentro, pido al actor que se rija por lo que estaba escrito. Si bien con Sacha Amaral trabajamos en la escritura, muchas veces quedaron escenas diferentes a las a las del guión. Yo no termino haciendo nunca la película que está escrita en el guión, sino que considero al rodaje como un espacio de descubrimiento de la propia película y eso es lo que termina saliendo al final del recorrido.
P.E.A.: – Tu película también habla de los encierros, ¿Es la maternidad una suerte de cárcel?
Vladimir Durán: – No me atrevería a pensarlo así ni en lo personal ni como autor. Mi interés en la película no es hablar de la maternidad ni juzgar. Nos interesaba hablar del desborde emocional, de las adicciones y abstinencias, de encerrarse, de la falta de voluntad y ponerse pruebas para encerrarse, pero siempre bajo la estricta autoprohibición de ponerle nombre a esa situación. Uno muchas veces lo está viviendo y no lo nombra, lo no nombrado abre las puertas a la imaginación del espectador, y eso me interesa. Me interesaba particularmente hablar de esa madre, de cómo su voz omnipresente se adueña de la energía en ese lugar. La maternidad implica para mí grandes sacrificios, con premios y castigos.
P.E.A.: – En exteriores es clara la referencia a la ciudad de Buenos Aires, sus calles, negocios, etc. pero una vez adentro de ese departamento se percibe cierto anacronismo representado por ejemplo en televisores viejos, vhs’s, ¿cómo manejaste el tema del tiempo en la película, te resultaba más importante en esta situación de encierro explorar el espacio más que el paso del tiempo?
Vladimir Durán: – La idea era ubicar a la película en una realidad temporal que abarcase varias décadas o épocas, no encerrarse en un tiempo específico, por ejemplo la no presencia de celulares, tampoco quería hacer una película de época. Puede quedar entre la actualidad o abarcar hasta los ’90. Si bien es una familia argentina, la idea no era hablar de algo particular de Argentina, sino algo más universal. Mi película está despojada de cierto realismo, de generar una argentinidad, o representar una clase social. Mi búsqueda era más bien en una realidad atravesada por la emocionalidad y de ahí lo universal.
P.E.A.: – Qué nos podés contar acerca de tu experiencia en Berlín, haber llegado a un festival muy exigente con directores nóveles. ¿Qué puertas te abrió el festival y qué experiencia te llevás?
Vladimir Durán: – Berlín es un festival increíble que te da acceso a muchísimo público, es el más importante del mundo en lo que hace al público. Mostrar tu película ante mil personas varias veces y en salas distintas siempre es conmovedor y una experiencia enriquecedora. Le abre puertas a mi película para diferentes festivales. Como director no soy calculador, sea una ópera prima o no, y me dejo llevar por los impulsos y la experiencia. El destino de la película es ser mostrada, y empezar por Berlín otorga a cualquier director cierta seguridad para afrontar proyectos futuros. Adiós entusiasmo tuvo repercusiones positivas.