Por Pablo Arahuete
Una vez más Javier Diment recurre al registro documental como otrora con Parapolicial Negro: Apuntes para una prehistoria de la triple A (2010) para ir hilvanando la madeja detrás del ovillo de la violencia política. Tal vez entre aquel documental que giraba en torno a los orígenes de la triple A y su nuevo opus La Feliz… se encuentren lazos y cruces con un denominador común: Dos bandos enfrentados desde lo ideológico, y que al igual que la serpientes mutan de pieles pero no pierden la esencia. Desde ese lugar de reflexión germina el poroto de nuestra entrevista con el director de El Eslabón Podrido.
Pablo Ernesto Arahuete.- El título que acompaña a la palabra feliz de tu documental es continuidades y hace unos largos años realizaste Parapolicial Negro sobre la triple A ¿dónde, según tu opinión, persiste la continuidad de la violencia política en el escenario actual de cara a un nuevo proceso eleccionario?
un gobierno cuyos objetivos son la exclusión, la concentración y fuga de capitales, y por ende la pauperización de sus gobernados para poder sostener y hacer funcionar el sistema, necesita y propicia la violencia política.
Javier Diment: – Aún con algunas diferencias sobre sus identidades, identificaciones y orígenes, la violencia política de la derecha tiene una continuidad estructural y de objetivos. Es la violencia que se ejerce en contra de los trabajadores y las minorías, para que los privilegiados por la pirámide social puedan seguir manteniendo sus privilegios, y en lo posible potenciarlos. Al margen de que estamos en una instancia bisagra entre lo que fue la sociedad disciplinaria y la sociedad de control que se está terminando de establecer (donde vemos cómo se reemplazan los golpes militares por los judiciales), la violencia, la represión, la amenaza, el avasallamiento del cuerpo como soberanía última, les sigue siendo absolutamente necesaria. Por lo tanto un gobierno cuyos objetivos son la exclusión, la concentración y fuga de capitales, y por ende la pauperización de sus gobernados para poder sostener y hacer funcionar el sistema, necesita y propicia la violencia política. Por un lado, la institucional, y vemos ahí cómo la represión a los trabajadores, a los que se manifiestan, a los que salen a la calle a reclamar, arrecia. Y por otro lado, aquellos individuos que en términos de identidad necesitan afianzarse sobre la debilidad del otro, encuentran en el poder político un reflejo que los entusiasma, y empiezan a sentirse acompañados y justificados en acusar de sus problemas al débil, al extranjero de países pobres, al trabajador, al marginal, al representante de grupos minoritarios. Pero sobre todo y siempre, al pobre, como el enemigo sobre el que no hay que perder nunca el control porque si no se lo doma es una amenaza, un peligro. Ahí hay una continuidad casi milimétrica. Al margen de que hayan diferencias, algunas muy importantes, como que por ejemplo una parte de las violencias que se analizan en este documental suceden dentro del peronismo. Pero la derecha excluyente y represiva tiene una transversalidad muy eficaz, como hemos visto en algunos representantes del peronismo, donde las decisiones económicas y sociales se alejaron mucho de las premisas básicas de buscar una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Para retomar y cerrar la pregunta que en sí es muy amplia, en el escenario actual y de cara a un nuevo período eleccionario, la violencia de la derecha está jugando a favor de este gobierno porque sin violencia institucional, y sin estimular las construcciones identitarias de identificación con la exclusión y el odio al otro, no podrían jamás sostener este camino de hundimiento sistemático de la nación.
P.E.A: – ¿En algún momento pensaste contar la historia de La noche de las corbatas en ficción o siempre estuvo en tu cabeza el registro documental?
Javier Diment: – No. Sí pensé en ficcionar algunas escenas de una potencia narrativa explosiva (como la de la canción de María Elena Walsh a un bebé apuntado por una Itaka), pero luego preferí no avanzar con eso y dejar que todo se apoye en los testimonios, acompañando con unas puntuaciones más de textura que narrativas.
P.E.A: – De la cantidad y calidad de testimonios logrados se refleja la dialéctica binaria entre bandos ¿cuál fue el criterio de selección de las entrevistas y desde qué premisa partías como disparador, teniendo en cuenta la posición ideológica de cada uno de los entrevistados e incluso la tuya?
no ver detrás de la veladura de nuestro propio discurso ideológico, no sólo nos impide ver al otro, sino que garantiza un autoconocimiento muy pobre, interesadamente distorsionado.
Javier Diment: – Quise hacer un documental en que convivan la divulgación histórico-política (es muchísima la gente que se acerca después de ver el documental a decir que no sabían tal o cual parte de las historias que contamos), el retrato humano y la tesis política. El documental se afirma en una posición ideológica (la de quienes lo hicimos), pero a su vez nos interesa oír, conocer, ver al otro, al de ideología tan diferente. A veces la diferencia de discurso ideológico, por difícil que nos sea aceptarlo, no opera tan grandes diferencias entre las personas que los sostienen. En todos los bandos discursivos hay buena gente y gente de mierda. Pero acercarse a los discursos de aquellos que se nos diferencian de modo más experiencial, es decir los que realmente tienen una dedicación activa para hacer del mundo un lugar peor, más violento, más abusivo, me parece un ejercicio interesantísimo. El instinto destructivo, la violencia, la intolerancia, así como el amor y el miedo, los tenemos todos los humanos. Ver sin veladuras al “enemigo” es verse sin veladuras a uno mismo. O, lo que es lo mismo pero más habitualmente reconocible: No poder ver al otro tal y como se nos presenta, no poder ver detrás de la veladura de nuestro propio discurso ideológico, no sólo nos impide ver al otro, sino que garantiza un autoconocimiento muy pobre, interesadamente distorsionado. En el caso de este documental hay algo muy puntual: hay un discurso lógico oponiéndose a otro. Eso claramente no conduce a una verdad. Cada uno puede seguir esgrimiendo sus argumentos una y otra vez, y no arribar a nada. Ahora, ante el relato de Marta García de Candeloro, es decir: ante la experiencia del horror, toda lógica, todo relato, todo argumento se desmorona. La verdad que aparece ahí es la que me interesa narrar.
P.E.A.: – Supongamos que mañana te ofrecieran como hombre del cine hacerte cargo de la dirección del INCAA y que aceptaras con garantía de concretar tres medidas acuciantes para trazar un programa que apoye e impulse la producción de cine argentino ¿cuáles medidas aplicarías de acuerdo a los números conocidos del presupuesto con el que hoy cuenta el INCAA?
no es simplemente una cuestión de repartir dinero entre gente que hace películas, sino pensar seriamente la construcción cultural y una idea de país a desarrollar en el corto, mediano y largo plazo.
Javier Diment: – La primera medida sería volver todo al punto en el que estaba antes de que asumieran las gestiones nuevas (las dependientes del macrismo digo, incluyo la de Cacetta), porque todo lo que aportaron fue negativo, tendiente a la exclusión y la concentración en muy pocas manos de la mayor parte de los recursos del fondo de fomento. Las otras dos las estudiaría en profundidad con todos los sectores, la gente de la mesa de directores, las asociaciones y sindicatos, de modo tal de mejorar lo mucho que de mejorable tenía aquél estado de las cosas. Es un trabajo complejo porque abarca muchísimas variables, y no es simplemente una cuestión de repartir dinero entre gente que hace películas, sino pensar seriamente la construcción cultural y una idea de país a desarrollar en el corto, mediano y largo plazo.
P.E.A.: -Tengo entendido que La feliz … se proyecta en el Malba y a partir del jueves también en el Gaumont ¿tenés pensado abrir el juego en plataformas digitales para llegar a otro tipo de público?
Javier Diment: – También está disponible en cine.ar, y sí, quiero abrirlo a todos los espacios posibles. La apuesta de las películas estas, pequeñas, es al tiempo. Ya sabemos que no hay modo de meter 1 millón de espectadores en las 2 semanas de Gaumont que tenemos. Por lo que la gran responsabilidad es desarrollar películas de un interés temático y una solidez narrativa y técnica que permita que pasen los años y la gente que se los siga topando en youtube, en las redes, que se los bajen del torrent, que estén investigando una temática afín y lleguen de la nada a tu película, se encuentren con algo vigente, y en lo posible apasionante. Algo así como que se filma más para el tiempo que para el espacio, en estos momentos del mundo la batalla entre espacio y tiempo ciertamente la está ganando el tiempo, el gran derrotado es el espacio que queda en manos de los poquísimos dueños del mundo. Aunque parezca aventurado, hasta esa oposición (tiempo y espacio) tiene una lectura política. Muchos autores dan cuenta de eso.
P.E.A.: -Una parte importante de la tesis de la continuidad liga a grupos neonazis como representantes de una ideología de ultra derecha ¿qué te sorprendió al tomar contacto con las voces y su discurso político?
Javier Diment: – El hecho de que hoy nos gobierne la derecha nos facilitó muchísimo que estos militantes participen, porque saben que tienen las puertas abiertas al actual esquema político, y quieren ocupar esos espacios que con gobiernos nacionales y populares les son mucho más difíciles. Entonces se ven muy cerca de ser elegidos para ocupar cargos en el poder ejecutivo, presentarse en listas para concejales o diputados, y acceder a los espacios protegidos y privilegiados del poder judicial, y para eso necesitan salir, hacerse oír, demostrar que sus discursos, antes antipáticos, hoy por hoy forman parte de los discursos oficiales.
P.E.A.: – ¿Podés anticiparnos algo de tu próxima película cuyo título tentativo es El Apego?
Javier Diment: – Es un melodrama excesivo, con toques de comedia negra, que van a protagonizar Lola Berthet y Jimena Anganuzzi, con quienes también desarrollamos el argumento.
hay que desarrollar películas de un interés temático y solidez narrativa y técnica que permita que pasen los años, Y la gente que llegue a tu película, se encuentre con algo vigente y apasionante