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domingo, 28 abril 2024
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Cambio cambio: Una película punk-melódica o cómo conservar la aspereza sin perder jamás la ternura

Por Juan Alfonso Samaja

Pablo es un joven de 20 años que vivió toda su vida en Olavarría y hace poco más de un mes que trabaja como repartidor de volantes para una parrilla, en la peatonal Florida de la Ciudad de Buenos Aires. Cansado de que el dinero nunca le alcance, decide cambiar de rubro y comienza a trabajar de “arbolito”. Pero desde el inicio en este nuevo trabajo va descubriendo que no todo son rosas: un sueldo magro, cobrado según el antojo de su abusivo jefe, ver cómo grandes montos de dinero pasan por sus manos para que se los lleven otros, etc., son algunas de las situaciones que debe sortear. Pero un día su jefe le encomienda una operación a domicilio, situación que Pablo aprovecha para triangular ese dinero e intentar hacer alguna diferencia a su favor, con la complicidad de unos compañeros de trabajo. Este evento se repite en varias circunstancias, sin que su jefe sospeche, hasta que en cierto momento Pablo se entera de una inminente corrida cambiaria y decide, junto a sus compañeros, intentar una operación más arriesgada, donde pueden perderlo todo o cambiar para siempre sus destinos.

Crítica

La película comienza con la caracterización de Pablo. El joven toca el teclado en una banda cuyo género (punk melódico) resuena a oxímoron, y expresa de algún modo la contraposición entre aspereza y ternura que caracteriza su personalidad, y, en cierto aspecto, tiñe el temperamento de todo el relato. La trama expone tres líneas narrativas: 1) la historia romántica y su encuentro con Florencia, 2) la intriga asociada a los movimientos de dinero en complicidad con sus compañeros, 3) el ascenso y caída de Pablo en la banda: “Los prisioneros de la noche”.

1) El romance

El comienzo de la narración está centrado en la historia romántica, y, de hecho, el inicio del amor es también el inicio de todas las tensiones narrativas que se dispersan en el terreno de lo musical y de lo laboral, tensiones que, sin embargo, no alcanza con el mismo nivel de drama al territorio amoroso. El hecho de que el relato esté enmarcado por el desarrollo de esta línea narrativa (comienza con el encuentro amoroso, concluye con el desencuentro amoroso, fruto no del desamor, sino de una distancia geográfica, en apariencia, coyuntural), hace de ella un elemento estructurante respecto de la identidad melodramática del film.

El comienzo de esta línea constituye sin duda lo mejor del film. La economía de recursos y la ternura del tono narrativo que el realizador consigue en cada una de los intercambios entre Pablo y Florencia consiguen afianzar un tono narrativo de gran impulso emocional, que, si bien no logra conservar ni incrementar en la sección principal del relato (quedando un poco deslucida ante el peso de la intriga), al menos recupera en la coda del desenlace.

Lo más logrado de estas primeras escenas reside en las sutilezas que narran sin necesidad de redundar con la palabra lo que puede relatarse por medio del movimiento y de la mirada. Así nos enteramos, por ejemplo, que Florencia estudia arquitectura, no porque lo diga, sino porque al mudarse “provisoriamente” al departamento que Pablo alquila, apoya una maqueta en la mesa. En este sentido, uno de los elementos más sugerentes de la primera sección reside en la aparente dualidad del personaje femenino, que en varios momentos niega con sus elecciones y gestos aquello que anticipa previsoramente con la palabra. Por ejemplo, ante la invitación de Pablo a quedarse a dormir porque el colectivo no viene, y se ha hecho tarde, Florencia pone las cartas sobre la mesa, y aclara: “sólo a dormir”. Sin embargo, cuando Pablo se desviste, las miradas de Florencia revelan un deseo evidente. Al día siguiente, sin decirse nada, se despiden con un beso en la boca, delatándose efectivamente la consumación del deseo durante la noche.

Otro rasgo interesante en la personalidad de Florencia es su apuesta constructiva de una relación que, en apariencia, se presenta como efímera. Hay algunas situaciones significativas en esta dirección, entre las cuales mencionamos: el cambio de las cervezas (las Quilmes que él pide, y las Heineken que ella prefiere), y las diferencias de criterio sobre el paquete de fideos (la versión “económica” de sémola que él sugiere, vs. la versión al huevo “más caro, pero más saludable” que ella finalmente lleva) y la salsa (el puré simple, que él llevaría para preparar en su casa, vs. la salsa ya preparada que ella compra).

Frente a esta actitud de siempre ir por más, está la actitud de Pablo, quien se ha resignado a no detenerse a contemplar la belleza de los mundos que no puede disfrutar, vs. la actitud voraz de quien siente que puede aspirar a más de lo que tiene. Si bien es verdad que todas estas características están enmarcadas en una diferencia de clase evidente (Florencia no necesita trabajar en la peatonal, como Pablo), creo que también marca una distancia en la apuesta constructiva de uno y de la otra. Florencia todo el tiempo está subiendo la apuesta en cuanto a la calidad de las experiencias que realiza; por un lado, dice -y se dice- que nada espera de la situación, pero luego actúa como si la situación realmente le importara, o como si quisiera arriesgarse a encontrar un valor en ese vínculo. Este carácter constructivo de la protagonista, se condice orgánicamente con la profesión de arquitecta que la diégesis le adjudica.

Hacia el desenlace, como se ha dicho, la sección romántica vuelve a cobrar vigor. Florencia se ha ido París con una beca de estudio. Pablo no ha podido acompañarla, como era el plan de origen, pues ha donado su parte del botín a Ricky, quien ha perdido todo en un incendio. Esa distancia pretende compensarla con unos videos que realiza sobre distintos edificios de la ciudad que envía a su novia, para que ella no lo olvide, y para tenerla él mismo presente.

La idea de una correspondencia filmada de escenarios urbanos y edificios significativos, con comentarios por parte de su realizador (probablemente, inspirada por la película Correspondencia [2020] de Mariano Llinás y Matías Piñeiro), resulta muy efectiva y, sobre todo, clausura orgánicamente el proceso de educación estética y sentimental que Florencia ha iniciado en Pablo. Esas marcas severas del amor, que, aun en ausencia, le habilitan a participar de la belleza de algo que no puede experimentar con plenitud. Toda la escena constituye una hermosa metáfora de su relación actual con Florencia.

2) La intriga

Hacia la mitad de la trama, esta segunda línea cobra de modo imprevisto un peso narrativo de gran trascendencia, desplazando de modo notable durante la sección central al componente melodramático que se había afianzado en el primer tercio de la película. La intriga se transforma en un centro de gravedad para un grupo satélite de personajes que no parecían en el principio tener otra relación que la coincidencia en el espacio y en el tiempo, y estar unidos apenas por ese afecto efímero y trivial que desarrollan quienes conviven realizando una misma actividad, u ocupando un mismo lugar de trabajo. Pero de repente, se consolida un objetivo que los mancomuna: aprovechar los movimientos de dinero que Daniel encarga a Pablo para quedarse ellos con una diferencia.

La intriga en sí misma está bien encauzada, y consigue el nivel suficiente para generar la tensión necesaria en el relato. Sin embargo, irrumpe bruscamente en el conjunto de una trama que ha dedicado al componente romántico una extensión material y una atención narrativa, y, por lo tanto, ha impedido que la intriga participe desde un inicio en la construcción orgánica de la trama. Esta irrupción un poco violenta de la trama de acción es resultado de dos circunstancias: 1) la demora expositiva en torno al submundo de los “arbolitos”, 2) la irrupción sorpresiva de una intriga poco anticipada, y donde –además- se hace presente un nuevo grupo de pertenencia para el protagonista (Daniela y Ricky).

1) Del amor a la acción, hay un paso

Durante el primer tercio de la película, donde predomina la temática sentimental, me preguntaba por qué se hacía referencia en el título al mundo de los “arbolitos”, cuando ni Pablo ni Florencia trabajaban en ese rubro, y quienes participaban de esa actividad aparecían sumamente distantes respecto de la trama romántica. Pero luego de esta hegemonía sentimental del primer tercio, no sólo sucede que irrumpe como un meteorito la intriga delictiva, sino que la trama amorosa se ameseta, y pierde su impulso inicial, lo cual le resta fuerza dramática para seguir compitiendo en la escena narrativa.

2) El grupo menos pensado

En el inicio lo vemos a Pablo como un individuo solitario, con vínculos superficiales y distanciado de sus afectos; apenas motorizado por un enamoramiento de su vecina de cuadra. El único grupo con el que parece identificarse es su banda de música. Sin embargo, en la medida que el relato avanza vamos recibiendo información sobre la significatividad impensada que estas personas tienen para Pablo. Ya en pareja con Florencia, Daniela se siente en confianza para ir a cenar al departamento de Pablo en un contexto de crisis de pareja; hacia el final, Pablo renuncia a su parte del dinero para que Ricky pueda rehacer su vida, luego de que Daniel le incendia su comercio. Estas dos situaciones son indicio de un nivel de intimidad y peso afectivo del grupo que no era evidente desde las primeras escenas.

Una presencia más enfática de la trascendencia que tenían estas personas en la vida de Pablo, o incluso una mayor permeabilidad de la trama amorosa respecto de los componentes asociados a la intriga, habrían aportado al pasaje del comienzo hacia la sección principal una mayor naturalidad, brindando al relato de conjunto una coherencia más orgánica.

3) La banda punk

De las tres líneas que componen el argumento esta última es la menos articulada a los dos acontecimientos principales: el encuentro amoroso y la intriga. A diferencia de la intriga, que involucra los componentes del romance (Florencia pasa a desempeñarse como “arbolito” para obtener el dinero), la historia asociada a la banda musical no se relaciona orgánicamente ni con la historia de amor, ni con la operación de cambio de divisas. De hecho, a diferencia de las dos primeras líneas, que comparten a los mismos personajes, los participantes del grupo musical no forman parte del universo de trabajo de Pablo, y de ellos no volvemos a saber más nada a lo largo de la película.

Es verdad que al comienzo el protagonista parece emocionalmente conectado a la banda, y se muestra con objetivos de crecimiento personal en relación al proyecto del grupo. De hecho, la mejora de los recursos instrumentales, al menos al principio, aparece como uno de los motores que lo impulsan a dejar el trabajo de repartidor de volantes por el de “arbolito”. Sin embargo, esta conexión desaparece cuando Pablo debe hacerse cargo de una inversión monetaria exigida por la banda. Cabe recordar la actitud diferencial que Florencia expresa en todo momento cuando tiene que encarar una actividad; por el contrario, Pablo siempre está tirándose a menos.

La sustitución de Pablo en la banda, y el consecuente abandono de todo objetivo musical son elementos sintomáticos, por un lado, de la superficialidad social que Pablo mantiene con ese grupo, y también de la volatilidad de los proyectos de Pablo en este momento de su vida. La imagen de desolación afectiva proyectada sobre Pablo frente a la sustitución por otro tecladista hace difícil suponer otro tipo de vínculos más profundos (como el que luego nos enteramos que estaba protagonizando junto a Daniela y Ricky).

Cabe reconocer, sin embargo, que esta línea comparte con la intriga una cualidad (ausente en la trama romántica) constituye experiencia del fracaso. Se escenifica un proceso de ascenso y caída del héroe; de la aceptación y validación de Pablo como gestor de ideas musicales para la banda, al descarte y reemplazo por un tecladista cuyo único mérito sería tener más dinero para acompañar el crecimiento de la banda, un crecimiento al que Pablo evidentemente ha aportado desde el recurso humano.

La dimensión musical hacia el desenlace parece haberse diluido completamente del universo emocional de Pablo, quien, a la hora de ensayar una producción estética, no acude al teclado, sino a una cámara, para captar los edificios de Buenos Aires, y enviarlos a modo de correspondencia a su novia en París.

Creo que o bien debió haber prescindido de esta línea argumental, o bien la misma debió haber participado de un modo categórico en el resto de la trama (los integrantes del grupo bien podrían haber sido objetos de una venganza por parte de Pablo, quien les robara el dinero recaudado para el demo, o los estafara con el cambio, etc.

El método

Finalmente, caben destacar dos aspectos realmente bien logrados: por un lado, las actuaciones, sobrias y expresivas de casi todos los actores en general. Sin embargo, merece especial atención la labor expresivo-gestual de Camila Peralta, quien, por medio de sutilezas, gestos y miradas, consigue un repertorio expresivo potente de gran aporte narrativo y emocional al temperamento y al relato del film.

En segundo lugar, debe destacarse la pintura realista que el realizador consigue del mundo de los “arbolitos” a partir de una estrategia muy esforzada de trabajo de campo con los protagonistas reales, y a veces involuntarios, de esas locaciones. Esto le brinda al producto final un acabado con estética documental, que amplifica su pretensión de realismo.

El método de filmación de la película tuvo mucho que ver con el documental y tuvo su parte de aventura. Los arbolitos y los vendedores ambulantes son los que “manejan” la Peatonal a su antojo, más allá de cualquier legalidad: tuvimos que negociar con ellos, elegir muy cuidadosamente los momentos y los lugares donde filmamos. Porque no queríamos dejar a nadie sin trabajar (nadie cambia si tiene una cámara apuntándole) y tampoco queríamos cortar la circulación de gente y el ecosistema que se arma. Así que la filmación fue casi a escondidas, un método ninja que hacía que algunos turistas le preguntaran a nuestros actores el valor del dólar. Esa relación con la calle también fortaleció el guión: muchas historias que me contaron esos días formaron parte luego de la película (Lautaro García Candela)

Título: Cambio cambio.
Título original: Idem.
Dirección: Lautaro García Candela.
Intérpretes: Ignacio Quesada, Camila Peralta, Valeria Santa, Mucio Mancini, Dario Levy, Tomás Conradi Braco, Leandro Menéndez, Miguel García Candela, Tadeo Macri y Nicolás Zalacaín.
Género: Comedia, Drama, Romance.
Calificación: Apta para mayores de 13 años.
Duración: 90 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2022.
Distribuidora: Santa Cine.
Fecha de estreno: 16/11/2023.

Puntaje: 8 (ocho)

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