Por Pablo Arahuete
La inocencia de un juego infantil y el vínculo enfermo entre hermanos es uno de los tantos disparadores de Piedra, papel y tijera (ver crítica), un film de terror psicológico y otras rarezas. Entrevistamos a uno de sus responsables, Martín Blousson, quien además de escribir, dirigió junto a Macarena García Lenzi, autora de la obra de teatro.
La idea era justamente que a través de esta película pudiéramos tener una experiencia plena de aprendizaje en esto de dirigir
Pablo E. Arahuete: – ¿Qué ventajas otorga el terror psicológico narrativamente y cuáles son las limitaciones del género en la relación película público?
Martín Blousson: -Las únicas limitaciones que se me ocurren son quizás las que pasan por los prejuicios de cierto público que le rehúye a todo lo que incluya el nombre “terror”. Pero tampoco creemos que nuestra película pueda entrar en la definición más dura y clásica del terror. Lo que nos atrajo más de encarar una historia con mucho peso en el desarrollo de los personajes, sacando a relucir heridas abiertas de la niñez, traumas, delirios, es la posibilidad de explorar emociones que nos son comunes, habituales, en un terreno donde se las puede extender hasta lo que llamamos enfermedad mental, locura u horror. La película nos permite construir situaciones extremas, pero siempre dentro de un contexto de humanidad, de lo reconocible y propio.
P.E.A.: -Hay dos elementos o energías contra puestas en la trama, la dependencia y la culpa ¿Pensaron en esta dinámica de fuerzas para incrementar el suspenso o como basamento constructivo de la psicología de los personajes?
Martín Blousson: -Dependencia y culpa conforman una buena parte de la base sobre la que construimos el concepto de familia. Son las grietas en esa construcción deforme y dolida que tienen nuestros personajes las que dan lugar a esta historia y a los extremos que se asoma. Tanto la dependencia (quién cuida a quién, quién cuida y quién es rehén) como la culpa no se instalan en una situación, sino que van rotando y pasando de mano en mano. Posiblemente esa dinámica aporte al suspenso y la necesidad de descifrar quién es quién en esta familia y dónde está el verdadero peligro.
P.E.A.: – ¿Cuál fue el criterio para la puesta en escena teniendo en cuenta que todo transcurre en una sola locación?
Macarena García Lenzi: -De los 15 días de rodaje, 9 fueron en una habitación de 2×2 con todo el equipo adentro. Trabajamos abriendo el espacio a medida que se estrecha la relación entre los personajes. Al principio los anfitriones están casi amalgamados con la casa, su vestuario hace que no se distingan de las paredes de la casa y en cambio la visitante ocupa la pequeña habitación sin poder salir. A medida que ella es capaz de acercarse a sus hermanos el espacio se va abriendo. Empieza de alguna manera a tomar los rincones de la casa y así el juego se abre a su vez y aumenta la puesta de riesgo y con ella la amenaza y el peligro.
Quisimos aprovechar al máximo ese lugar que teníamos a favor del relato y del clima que buscábamos. Que los planos rescataran esa casa extraña con su abandono, y que desde la cámara y la foto se fuera potenciando la sensación de encierro y desesperación.
P.E.A.: -Dos aspectos claves en el film son por un lado la banda de sonido climática y por otro el apoyo en las actuaciones ¿Cómo fue la elección de ambas cosas?
Macarena García Lenzi: -Las dos actrices venían de la obra de teatro original en la que se basó el guion de la película. Era una gran ventaja contar con grandes actrices que además ya tenían tan procesados esas criaturas que tenían que encarnar. Para el personaje del hermano tuvimos que hacer algunas pruebas con gente muy talentosa y así llegamos a Pablo Sigal.
Lo de la banda de sonido fue muy particular porque durante la etapa de montaje nunca pudimos encontrar referencias que nos convencieran, aunque sabíamos que necesitábamos sin dudas el soporte de una buena música para cerrar varias escenas. Un amigo nos pasó algunas músicas y entre esos temas de las fuentes más diversas había un tema de Emilio Haro que fue la única canción que pusimos en el montaje que realmente nos convencía al 100%. Así fuimos a buscarlo y se enganchó muchísimo con el proyecto y trabajando en conjunto con Gabriel Barredo supieron encontrarle un estilo muy particular, con elementos no tan típicos del género, que le dieron el mejor marco sonoro posible a la historia que estábamos contando.
Dependencia y culpa conforman una buena parte de la base sobre la que construimos el concepto de familia.Tanto una como la otra van pasando de mano en mano.
P.E.A: -Todo juego implica seguir un conjunto de reglas y que nada quede librado al azar paradójicamente ¿Qué reglas resultaban inquebrantables en este juego perverso de tres?
Macarena García Lenzi: -Lo importante era tener en claro quién ejerce el poder en cada una de las situaciones. Hay una dinámica perversa entre los personajes donde se van posicionando unos sobre otros a medida que la historia avanza, manipulando, aprovechándose de las debilidades, jugando con la psiquis del que está enfrente para quebrarlo y tenerlo a merced.
P.E.A.: – ¿Cómo se sintieron en esta unión en la dirección, Macarena como dramaturga y Martín como guionista y montajista?
Martín Blousson: -Lo que decimos siempre es que por suerte no fue una unión en la que cada uno cuidara con exclusividad su campo de mayor experiencia. Los dos nos involucramos con los actores y también en conjunto trabajamos mucho tiempo antes del rodaje sobre el guion y la puesta que queríamos. La idea era justamente que a través de esta película pudiéramos tener una experiencia plena de aprendizaje en esto de dirigir, y por suerte pudimos encontrar un rumbo en común y una confianza que nos hizo posible atravesar toda esta aventura de hacer una película sin llegar a tener que empujarnos por una escalera.