Por Joan Segovia, corresponsal en Sitges
Día 1: Esto empieza regular
Ha vuelto como cada año el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges con su 57ª edición. Este año ha sido bastante completo por lo que será mejor ir paso a paso, día a día para contaros todo lo que he visto por aquí.
El primer día a empezó totalmente gris y el cielo amenazaba con descargar en cualquier momento. Fiel a la costumbre, las sábanas se me habían pegado, haciendo que llegase tarde a recoger mi acreditación. Así que, como si fuera una señal del destino, me perdí la primera proyección del día, The Damned en el Escorxador. Pero allí estaba, cargado con tres cafés que me sostenían más que mi entusiasmo por esta primera la jornada y dispuesto a enfrentarme al resto del día en las salas. Eso sí, la falta de la sala Retiro, que está en obras este año, se hacía notar. La substitución de esta sala, de las grandes del festival, por la nueva y reformada Escorxador con solamente 120 butacas, y 0 de estas destinadas a prensa, puede que no haya sido la mejor decisión. El festival se sentía un poco cojo, como si faltara algo esencial.
Comencé el día con The Glassworker, de Usman Riaz, que tenía una premisa interesante, pero a la práctica falla en casi todo. Se vende como una historia antibelicista, pero la película prefiere enfocarse en la relación insulsa entre su protagonista, Vincent, y Alliz, la hija del coronel. La guerra, que debería ser el eje central, queda relegada a un segundo plano que apenas tiene impacto en la trama. Además, es imposible ignorar cómo el estilo visual bebe demasiado de Studio Ghibli, pero sin la gracia, ni el encanto, ni el cuidado de ese gigante de la animación. Siendo el primer largometraje de animación tradición de Pakistán, esperaba un estilo propio y una historia original y menos comercial. Riaz tiene buenas intenciones, pero una ejecución débil tanto en la narrativa como en el dibujo. Al final, lo único que resuena es una imitación fallida de obras mejores.
Después de ese inicio fallido, Infinite Summer de Miguel Llansó parecía prometer algo más peculiar con su misterio transhumanista, pero lo único que logró es hacerme mirar el reloj. La protagonista, Mia, carece de cualquier atisbo de personalidad y todo lo que sucede parece ser porque sí, sin motivo alguno ni coherencia. La historia avanza a trompicones, acumulando escenas que intentan ser provocativas o intrigantes, pero nunca lo consiguen. Llansó, conocido por su humor extraño, aquí no logra arrancar ni una sonrisa. El final, además, no lleva a ninguna parte, quedándose en reflexiones vacías que no culminan en nada interesante. Una lástima.
Finalmente, Desert Road de Shannon Triplett ofreció la mejor experiencia del día, pero tampoco está exenta de problemas. La trama de un bucle temporal en el desierto está bien planteada y, técnicamente, es notable. La atmósfera funciona, y el desierto se convierte en un escenario inquietante y claustrofóbico. Sin embargo, en una historia de este tipo, lo más importante es cómo se enlazan los acontecimientos para crear un sentido de cierre y coherencia. Aquí, ese enlace no se consigue ni lo intenta. El desarrollo va en la dirección correcta, pero Triplett no termina de conectar las piezas, dejando una sensación de insatisfacción que empaña lo que podría haber sido un buen debut.
Y así terminó el primer día. No puedo decir que haya sido una entrada triunfal al festival. Las expectativas, por ahora, siguen sin cumplirse. Mañana será otro día, con suerte mejor, pero por hoy, parece que Sitges 2024 se ha despertado con el pie izquierdo.
Día 2: La cosa va mejorando
El segundo día trajo consigo un cambio positivo. Las nubes que amenazaban lluvia se habían disipado, y un calor veraniego llegó para no marcharse. Aunque la falta de sillas para prensa en el Escorxador se notaba, la organización de mi jornada fue mucho más fluida que la del primer día. Con el café en mano y el ánimo renovado, me adentré en una selección de películas variada y, por suerte, de mayor calidad en general.
Empezando el día con The Substance, dirigida por Coralie Fargeat, resultó ser una experiencia peculiar. Esta mezcla de body horror y comedia negra giraba en torno a un producto revolucionario que prometía ser una versión mejorada de uno mismo. Visualmente impactante y con una estética que rozaba el exceso sin perder el control, la película alcanzó su mejor forma en su segunda mitad, sobre todo en los últimos veinte minutos. Demi Moore encabeza el reparto con una interpretación magnética, y aunque algunas escenas rozaban lo grotesco, el film no deja de mantener ese toque de ironía y crítica. Quizás no es una propuesta para todos, y por momentos me pareció predecible y aburrida, pero me era imposible negarme a verla.
Seguí con un clásico en la sala del Prado, Malpertuis (1971), que sigue resultando tan fascinante como perturbador. Este montaje restaurado conserva toda la atmósfera opresiva de la película original, absorbiendo al espectador en su peculiar laberinto narrativo. Aunque algunos elementos muestran signos de su época, la esencia gótica y onírica de la cinta mantenía intacto su impacto. Fue un recordatorio de lo que el cine de culto europeo podía ofrecer, lleno de misterio y horror fantástico. Cabe recordar que esta película ganó el premio al mejor guion en la segunda edición de este mismo festival.
Después de comer corriendo entre salas tocaba la propuesta italiana Body Odyssey de Grazia Tricarico, que explora el mundo del culturismo desde una óptica psicológica más que física. Mona, la protagonista, se presenta como una figura trágica, atrapada en una obsesión por su propio cuerpo, y la película logra plasmar esa relación simbiótica entre cuerpo y mente de forma efectiva. El tono introspectivo se vuelve denso por momentos, pero la potencia visual y la profundidad emocional consiguieron mantener mi interés hasta el final.
Justo antes de cenar tuvo su turno Nobuhiro Yamashita y su propuesta Confession (Kokuhaku). Un thriller claustrofóbico en una montaña nevada, aprovechando el aislamiento y la tensión entre los dos personajes para generar suspense. Con una duración compacta de 76 minutos, la película se mueve con agilidad, y aunque algunos giros son muy previsibles, la relación entre los protagonistas se va volviendo tensa por momentos y consigue engancharte. Es un thriller eficaz que sabe jugar bien sus cartas, apoyándose en su atmósfera y un par de giros bien ejecutados.
Y por último intenté sobrevivir al maratón La nit + Freak, en el Auditori. Una sesión de tres películas y dos cortos que empezó a la 1 de la madrugada y amenazaba con terminar a las 7 am. El primer corto, Drizzle in Johnson, es un desfase visual con una “historia” surrealista y bastante mala. En cambio, Help I’m Alien Pregnant, es un buen gag que dura lo suficiente para no volverse un error.
La primera película, Spermageddon cumplió con lo que su título prometía: una comedia de animación irreverente y escatológica que situaba la primera experiencia sexual adolescente como telón de fondo para una épica carrera microscópica dentro del cuerpo del protagonista. Aunque la premisa suena absurda, la película sorprende con un ritmo ágil, momentos genuinamente divertidos y una animación más que decente. La irreverencia y la vulgaridad no faltan, y la animación y el diseño visual lograron que la experiencia fuese entretenida, aunque es imposible no compararla con Sausage Party.
Mis fuerzas terminaron con Chainsaws Were Singing, una comedia de terror musical que abraza con orgullo su bajo presupuesto. La mezcla de gore, música y humor absurdo no siempre funciona, pero en conjunto, la película resultó divertida. Aunque pierde algo de ritmo en su parte central, la energía del reparto y la pasión del cineasta brillan por sí mismas, dejando claro que este es el tipo de película que los fans del cine de culto disfrutarán y que probablemente ganará adeptos con el tiempo.
Está claro que este segundo día fue mucho más satisfactorio que el primero. Las películas, aunque no perfectas, lograron mantener un nivel sólido de entretenimiento y, en algunos casos, incluso sorprender. Y aunque mis fuerzas a las 5 de la madrugada estaban en las mínimas, el festival, sin duda, comenzaba a coger ritmo.
Día 3: Y llegaron los zombis
Este día no solo prometía ofrecer una variada selección de películas, sino también uno de los eventos más esperados por los asistentes: la Sitges Zombie Walk. El ambiente del festival estaba en su máximo esplendor, con calles llenas de muertos vivientes maquillados para la ocasión. Pero antes de sumergirme en la marcha zombi, tocaba comer para recuperar fuerza de la noche anterior.
Al mediodía empecé con MadS, de David Moreau, que presenta una historia de infecciones que sigue la tradición del género zombi, pero su verdadero mérito está en su ejecución técnica. La película está grabada en una única toma continua, lo que le da una sensación de tensión constante. Este enfoque, sin embargo, trae sus problemas: en varios momentos la pantalla se vuelve confusa, con imágenes borrosas o completamente oscuras, lo que puede ser molesto. Aun así, para los fans de los zombis (o más bien de los infectados), es una propuesta sólida, que destaca por la creatividad detrás de su realización.
Este día no habría estado completo sin la emblemática Sitges Zombie Walk, que una vez más inundó las calles del pueblo con muertos vivientes. Desde las 12:00h, se ofreció maquillaje gratuito para los participantes en diferentes puntos del festival, con largas colas de gente ansiosa por convertirse en los zombis más aterradores. La marcha comenzó a las 20:30h desde la Avenida Balmins, y fue todo un espectáculo ver a cientos de personas recorriendo las calles como si formaran parte de una invasión apocalíptica.
El evento se ha consolidado como uno de los puntos fuertes del festival, ofreciendo una experiencia inmersiva no solo para los participantes, sino también para el público que asistió a presenciar la caótica y divertida invasión zombi. Con maquillaje impresionante y una energía contagiosa, la Zombie Walk de este año contó con la participación de Prime Video que anunciaba Apocalipsis Z, su nueva propuesta en el género.
En mi opinión, tras años de ver este evento, me sigue pareciendo impresionante la de gente que atrae, pero le falta algo. Solo ver gente andando vestida con ropas rasgadas y sangre falsa, se me queda corto. A ver si en futuras ediciones añaden algo más que una simple manifestación de cosplay.
Cayó el sol y llegó el momento de entrar a Exhuma en el Auditori. La propuesta de Jang Jae-hyun, fue, sin duda, la joya del día, o incluso de todo el festival. Esta obra trata de una investigación paranormal cargada de elementos sobrenaturales que mantienen al espectador pegado a la pantalla desde el principio. Los giros de guion están bien ejecutados, y el ritmo ágil convierte la película en una experiencia cautivadora. Aunque no es una película para todos, especialmente para aquellos poco familiarizados con la mitología asiática, logra llevar de la mano al espectador a través de un mundo oscuro y fascinante, lleno de supersticiones y creencias ancestrales. Hasta ahora, es lo mejor que he visto en el festival.
Tras esta le llegó el turno a Basileia, de Isabella Torre. La película, que se adentra en el folk horror, se mueve con una pasividad casi irritante, y aunque visualmente es atmosférica, la falta de diálogos y acción real la convierte en una prueba de paciencia. El terror es sugerido y apenas se desarrolla, lo que requiere un alto nivel de atención para no desconectarse. Una experiencia densa que, si bien tiene sus momentos, puede no ser del agrado de todos. Es la definición de cine pausado, pero su lentitud puede resultar agotadora.
No podía terminar la jornada sin intentar sobrevivir a otro de estos maratones infernalmente largos de tres películas que empiezan ya de madrugada.
La primera obra, Grafted, idea de Sasha Rainbow, sorprende por su calidad técnica. Los efectos visuales son resultones, y la dirección de arte está cuidada al detalle. Sin embargo, los personajes son planos, casi caricaturescos, y la trama se siente predecible desde el principio. El final es fácil de anticipar, y aunque la película resulta entretenida en su ejecución visual, carece de la profundidad necesaria para hacer de la historia algo memorable. Una obra que se disfruta por lo que se ve, más que por lo que cuenta.
La película de John Adams y Toby Poser, Hell Hole, fue la siguiente. Esta parte de una premisa interesante, inspirada claramente en The Thing de John Carpenter, pero su ejecución deja mucho que desear. El bajo presupuesto es evidente, y la película se siente más cercana a las producciones de The Asylum que a una obra de terror seria. Los efectos y el desarrollo de la trama no consiguen transmitir la tensión que el argumento prometía. Tristemente, una película que parecía tener potencial, pero que se quedó en el intento, aunque, incomprensiblemente, en la sala se escuchaban risas y aplausos. Seguro que eran fruto del cansancio.
Sin fuerzas para terminar con la tercera película, Dark Match, tocaba volver a la cama para seguir mañana con más propuestas. El tercer día fue uno de los más completos hasta ahora, con obras variadas y un evento icónico como la Zombie Walk que marcó el ritmo de la jornada. Un día lleno de entretenimiento y muchos, muchos zombis.
Día 4: Y por fin Quentin Dupieux
Bueno, por fin llegó el cuarto día del festival. Tocaba una jornada variada, con propuestas de ciencia ficción, terror y comedia, pero, sobre todo, tocaba correr de una sala a otra para llegar a tiempo. Aunque la calidad de las películas fue desigual, todas mis esperanzas estaban puestas en el cierre de la jornada. Y no defraudó.
De buena mañana, con apenas cuatro horas de cama encima, entré a Rich Flu, de Galder Gaztelu-Urrutia. La película parte de una idea intrigante: un virus que afecta únicamente a los más ricos, obligando a la gente a deshacerse de sus fortunas para salvarse. Sin embargo, en la práctica, la película no consigue sorprender y ves desde muy temprano lo que va a pasar. A pesar del sólido trabajo de Mary Elizabeth Winstead y Rafe Spall, el desarrollo de la trama no está a la altura de las expectativas. La tensión que debería generar esta distopía queda diluida en una historia que no logra explotar todo su potencial, dejando la sensación de que algo importante se ha perdido en el camino.
Tras esto tocaba recuperar las horas de sueño faltantes, pero antes fui a repasar los stands de venta de la playa del festival. Como cada año, multitud de tiendas ponen a la venta dvds, blu-rays, posters, muñecos y demás objetos de coleccionismo pensados para los amantes del cine y del horror. Una parada obligatoria en todas las ediciones del festival que llevaba días aplazando.
Ya después de la siesta y la cena, le tocó el turno a Continente, dirigida por Davi Pretto. Pero este es otro ejemplo de una película con una premisa interesante que no logra cumplir con lo prometido. La historia tiene un buen arranque, pero pronto cae en una serie de repeticiones que la vuelven monótona. Rápidamente, deja de explicar el porqué de las cosas y los eventos avanzan basados en sutilezas que no obtienen respuesta más adelante. Las muertes fuera de cámara y la insistencia en cierto ritual con toques sexuales (me callo el spoiler) le restan impacto, mientras que la falta de una explicación clara de las reglas del mundo sobrenatural propuesto deja demasiadas incógnitas. Aunque tenía el potencial para ser un thriller envolvente, todo queda en eso, potencial.
Y cerrando el día, después de correr de la sala Tramuntana hasta el Prado, quién haya paseado por Sitges va a entender mi sufrimiento, me dispuse a ver Le deuxième acte (el segundo acto). Esta película es puro Quentin Dupieux: una comedia absurda sobre el cine en sí mismo, que aprovecha cada momento posible para romper la cuarta pared. Aquí, la trama es secundaria, casi inexistente, y lo que realmente importa son los diálogos que juegan constantemente con el metalenguaje del cine. Los personajes se quejan de los papeles que interpretan y discuten sobre las líneas que tienen que leer, creando una sátira que se ríe no solo del cine, sino también de la propia representación cinematográfica. Para quienes disfrutan del estilo único de Dupieux, esta película es todo un deleite, llena de momentos cómicos y reflexiones sobre el cine mismo. ¡Oh! ¡Y ese final! Totalmente indispensable.
Resumiendo este día puedo afirmar que fue un poco irregular, con películas que tenían ideas atractivas, pero que no siempre lograron concretarse de manera satisfactoria. Aun así, el humor irreverente de Le deuxième acte de Dupieux me ofreció un respiro divertido y refrescante en una jornada en la que las expectativas superaban a lo recibido.
Día 5: Una sorpresa del otro lado del océano
Este quinto día del festival vino acompañado de un clima irregular, con un calor sofocante durante el día, unas temperaturas de verano en toda regla, y una noche que parecía querer congelar a todos los que se atrevieran a pasear por las calles de Sitges. A pesar de las condiciones climáticas, las salas de cine seguían llenas, cosa rara para ser un lunes. Después de una comida de reencuentro con algunos compañeros de prensa que hacía un año que no veía, tocaba viajar a la Sala Prado, de la que no salí en toda la jornada.
El primer film del día fue Arcadian, de Benjamin Brewer, la nueva película de Nicolas Cage. Prometía una historia de supervivencia y horror con criaturas subterráneas que asedian una remota granja, y aunque las escenas de acción y suspense están bien ejecutadas, el entusiasmo de Nicolas Cage por la historia deja bastante que desear. El Coppola, quien ha demostrado recientemente en Dream Scenario que puede brillar cuando la historia lo atrapa, aquí parece en piloto automático, recordando más a su desempeño en Willy’s Wonderland, desganado y sin interés. Aun así, el metraje mantiene la tensión y resulta entretenido, pero la falta de motivación evidente de su protagonista principal le resta fuerza al conjunto. Otra película olvidable más en la larga filmografía del actor.
Seguido vino el último proyecto de Edgar Nito. Un cuento de pescadores es una sólida propuesta de folk horror ambientada en un pequeño pueblo pesquero de Michoacán. La película entrelaza cuatro relatos que se complementan bien entre sí, sin que ninguna de las historias destaque más que las demás, lo que da un equilibrio perfecto para hacer interesante todo lo que quiere contar. Las motivaciones de los personajes son creíbles, y la atmósfera opresiva del pueblo es palpable en la sala. No hay grandes interpretaciones ni pretende ser más de lo que es: una historia bien contada con un cierre contundente. Sin duda, un ejemplo de cómo hacer folk horror sin grandes pretensiones, pero con efectividad (te miro a ti Basileia).
Y ya tras la cena, le tocó turno a Steppenwolf, de Adilkhan Yerzhanov. Y lo siento, pero esta película tiene un grave problema desde el inicio: sus protagonistas. Un torturador de la policía y una mujer que se expresa menos que una piedra crean una dinámica con la que es difícil empatizar. La película intenta llevar al espectador por los caminos de la tristeza, es un mundo muy al estilo de la primera Mad Max, pero lo que logra es generar un rechazo general hacia todos los personajes, tanto principales como secundarios. Lo más curioso es el evidente plot armor de los protagonistas: todas las balas que deberían dañarles fallan y todas las armas se encasquillan cuando se les apunta, lo que añade un toque de humor (quizá involuntario) a una historia que debería ser más sombría. Aunque la atmósfera desolada del paisaje es digna de mención, la película no consigue conectar emocionalmente, por lo que a la larga desconectas de lo que te cuenta y solo quieres ver si mueren ya de una vez.
Lamentablemente, este día destacó más por las decepciones que por las alegrías, pero me ofreció una muy disfrutable obra mexicana. Entre el calor sofocante y la noche fría, Sitges sigue su marcha con altibajos, pero con la promesa de días más interesantes por venir.
Día 6: Fantasmas, asesinos y promesas incumplidas
El sexto día del festival trajo una mezcla de emociones, con películas que fueron desde la sorpresa más agradable hasta la decepción más profunda. Las expectativas a veces se cumplen, otras veces se superan y, por desgracia, en ocasiones se derrumban.
Bien empezada la mañana tocaba la sesión despertador en el Prado. Bodegón con fantasmas, de Enrique Buleo, resultó ser la sorpresa española de este año. Una comedia negra con un humor sencillo pero bien ejecutado, y con una atención al detalle que le añade un toque especial. Aunque el marketing alrededor del filme, con personas disfrazadas de fantasmas con sábanas por todo el Meliá, pudo haber hecho más mal que bien a la película, en pantalla Bodegón con fantasmas destaca por su ingenio. Humor costumbrista que no se toma demasiado en serio, y que funciona de manera efectiva.
Tras correr a la siguiente sala, casi llego tarde a Strange Darling, de J.T. Mollner. Strange Darling fue, sin duda, la sorpresa del día y una de las mejores experiencias del festival. Contada de forma no cronológica, la película se apoya en este recurso para mantener la tensión y el interés, ofreciendo una serie de giros narrativos que juegan con las expectativas del espectador. La acción y el suspense están presentes en cada escena, y la trama hace que constantemente dudes de lo que crees saber. Es una película que te mantiene alerta y te sorprende a cada paso. Sin duda, una recomendación imperdible para los amantes del thriller.
Pero después de esta dos grandes películas tocaba una decepción. Things Will Be Different, de Michael Felker comenzó prometiendo una historia llena de bucles temporales y trampas de ciencia ficción, pero lo que entrega es más bien un drama familiar centrado en la relación entre los dos hermanos protagonistas. La parte de ciencia ficción no queda explicada ni mínimamente, y el final es un auténtico tiro en el pie para una historia que parecía ir hacia algo más ambicioso. La idea tenía potencial, pero se pierde en una ejecución que no sabe aprovechar el tema de los viajes en el tiempo, quedando como un mero recurso secundario que, sinceramente, se puede quitar sin afectar a lo que quiere contar.
Terminé el día, por suerte temprano, con 100 Yards (Men qian bao di), de Xu Haofeng y Junfeng Xu. Una historia llena de combates de artes marciales con una trama centrada en el dominio de una escuela de kung fu, aunque lo que finalmente ofrece es una repetición de tópicos mal actuados y combates ridículos que están muy lejos del cine de artes marciales de calidad. La película, aunque visualmente bien producida (se nota que hay dinero detrás), se siente interminable con un duelo repetido entre los mismos dos personajes una y otra vez. A pesar de su puesta en escena y su presupuesto, 100 Yards no logra transmitir la adrenalina que uno espera de un título de estas características. Larga, lenta, y decepcionante en todos los aspectos.
El día empezó muy bien. Con dos grandes películas que no puedo más que recomendar, pero terminó torciéndose con dos “quiero y no puedo”. Realmente empiezo a pensar que cada día me encuentro lo mismo: alguna sorpresa que me mantiene con interés legítimo en la sala y un puñado de películas que me quedo sentado en la butaca esperando su redención antes de que se enciendan las luces. Aún quedan días para el cierre del festival, pero me huelo que la dinámica no va a cambiar.
Día 7: Una de trompadas con Ma Dong-seok
Ya empieza la recta final de mis días en Sitges. Mi valoración por el momento es bastante positiva, sobre todo si lo comparamos con el año anterior. Es cierto que por el momento pocos títulos son memorables y que me he llevado más decepciones que alegrías, pero en general está siendo una muy buena edición. Toca comenzar el séptimo día bajo el calor veraniego que en pleno octubre se niega a abandonar la ciudad.
Madrugo para llegar a tiempo a Tenement, de Inrasothythep Neth y Sokyou Chea, en la mini sala Escorxador. Tenement comienza con una premisa intrigante, y su primera mitad es un auténtico placer para los amantes del horror asiático. La atmósfera se va construyendo lentamente, y el espectador es arrastrado a un mundo lleno de oscuros secretos familiares y un terror urbano bien presentado. Sin embargo, una vez que se desvela hacia dónde se dirige la trama, el film pierde parte de su frescura y se vuelve predecible. Aun así, los efectos prácticos, aunque de bajo presupuesto, cumplen su función, y la sonrisa perturbadora de Sveng Socheata es probablemente lo más aterrador de toda la película. Un buen intento, pero con un final que no sorprende tanto como debería.
Después comer en los food trucks del festival, viene uno de los platos fuertes de la edición. Con su humor característico y sus tramas simples, pero adictivas, llega la cuarta película de la saga con The Roundup: Punishment, de Heo Myeong Haeng, que no decepciona a sus fans. Ma Dong-seok, como siempre, entrega lo que promete: golpes contundentes y acción desbordante. Esta vez, el tema de los criptocasinos aporta un enfoque fresco y más relevante, lo que la convierte en una historia más interesante que la tercera entrega con sus líos de drogas y polis corruptos. La mezcla de humor slapstick, combinada con la pasividad casi cómica de Dong-seok, que tanto recuerda al estilo de Bud Spencer, es precisamente lo que le ha dado éxito a la franquicia. Para quienes disfrutan de ver a Ma impartir justicia con sus puños, esta película no defrauda y mantiene el nivel que se espera de la saga.
Ya al caer la noche, entro a la sala Auditori a ver que me presentan con Mr. K. Es una película que claramente no es para todos, pero aquellos que disfrutan de obras oníricas con mensajes velados y sutiles críticas sociales encontrarán en ella una joya. Tallulah Hazekamp Schwab crea un relato lleno de detalles ocultos que pueden pasar desapercibidos en un primer visionado, pero que enriquecen la experiencia a medida que se desentrañan. La historia reflexiona sobre la sociedad y su obsesión con el progreso en el trabajo, el ego de las figuras públicas y la idolatría en falsos líderes que ella misma crea, mientras descuida su libertad y estabilidad, incluso física. Aunque el final puede dividir opiniones, la película logra ofrecer una experiencia inmersiva y agobiante. En cierto sentido, recuerda a Mother! de Darren Aronofsky, aunque con un enfoque y mensaje diferentes. Personalmente, salí encantado.
La gran decepción del día llegó con Night Silence (Cisza nocna), de Bartosz M. Kowalski. Aunque Maciej Damiecki carga con la película a sus espaldas con una interpretación sólida, el film en su conjunto no consigue ofrecer nada nuevo. La película aborda los miedos y la soledad de los ancianos en los asilos, pero el terror que prometía queda diluido en una narrativa que no logra atrapar al espectador. Con una trama que no aporta sorpresas, y una atmósfera menos aterradora de lo esperado, Night Silence se queda corta y deja la sensación de que podía haber sido mucho más.
El séptimo día ofreció una buena dosis de emociones, desde una reflexión social encubierta hasta la acción desenfrenada de una saga que sigue dando de qué hablar. Aunque no todas las películas estuvieron a la altura, hubo momentos que brillaron y dejaron una huella en la jornada. Ahora solo resta volver a la cama y esperar que más me va a ofrecer esta edición del Sitges Festival.
Día 8: Humor fantasmal inesperado
Arranco el día lleno de esperanza y cafeína. Tras el bodrio de Night Silence esta madrugada pasada, mi cuerpo pide adrenalina para despejar la mente. Mi paseo matutino por un Sitges medio vacío no ayuda en lo más mínimo a ello, pero sé que siendo viernes, en cuando se vayan sucediendo las horas, la ciudad se va a llenar junto a las salas.
El día empieza con Call of Water, de Élise Otzenberger, que explora el angustioso viaje de una madre, Sarah, que recupera a su hijo tras perderlo en la playa, solo para descubrir que algo en él ha cambiado por completo. Lo que podría haber sido un relato conmovedor sobre la pérdida y el trauma, se convierte en una espiral de obsesión por parte de la protagonista. Sarah se hunde en su paranoia, ignorando a su otro hijo y poniendo en riesgo la vida de su familia. Aunque la película intenta sumar con su toque sobrenatural, en realidad, este elemento parece restarle más de lo que aporta, ya que la caída de Sarah hacia la locura se sostiene por sí sola. El resultado es una historia que se siente estirada y que en gran parte no consigue conectar emocionalmente con la fuerza que pretende.
Con el sol, cayendo y sin muchas esperanzas en la siguiente película, me dirijo a la sala Tramuntana. En todo el festival, esta sala ha demostrado el porqué de su nombre, con el aire acondicionado al máximo. Además, sigue teniendo problemas de audio desde la edición anterior del festival, haciendo que los tímpanos de las primeras filas sufran a cada grito. Con esos ánimos entro a Dead Talents Society.
Por suerte, previo al pase, su director John Hsu y Bo-Lin Chen, uno de los actores, ya nos hacen reír con sus bromas. Hsu nos cuenta que la idea de su obra surge cuando, viendo una película de terror en un festival de cine, le dio pena el fantasma de una mujer que salía de un baño. Se imaginó lo horrible que debía ser para ella arrastrarse por ese suelo. Lo que en definitiva, era un trabajo de mierda.
Dead Talents Society es puro humor absurdo y una de las películas más divertidas que he visto en el festival. Los fantasmas y espíritus dejan atrás su halo de terror y misterio para convertirse en simples celebridades que compiten por la fama en el más allá. Aunque la premisa es descabellada, la película brilla por su ingenio y creatividad. Lo más aterrador de la historia, sin embargo, es la idea de que incluso después de la muerte, uno tenga que seguir trabajando para siempre. No hay jubilación para los fantasmas. Es una comedia de terror que juega con lo absurdo de la fama y lo lleva a un terreno completamente surrealista. Un auténtico respiro cómico. No recuerdo una sesión tan divertida desde One cut of the dead.
Y cierro el día con Else, de Thibault Emin. En la selección de películas, previo al festival, me pareció interesante su propuesta, donde una extraña enfermedad hace que los seres vivos se fusionen con los objetos que tocan. Las primeras escenas recuerdan inevitablemente a los días de confinamiento por la pandemia de Covid-19, lo que añade una capa extra de mal ambiente a la trama. Los efectos visuales, creados con prótesis y maquillaje, son sin duda lo más destacado de la película. Sin embargo, las interpretaciones dejan mucho que desear, y el tercer acto, lleno de imágenes generadas por IA, empuja la película hacia un mensaje transhumanista y a una reflexión sobre los límites del individualismo y el yo que suenan a paja y relleno. Lo que comenzó como un prometedor relato de horror corporal termina siendo un ejercicio filosófico que no llega a cuajar del todo, aunque visualmente tiene su mérito.
Termino el día contento con lo ofrecido: risas y angustia, a partes iguales, aunque no todas las películas lograron cumplir con las expectativas y me sobraron todas esas reflexiones filosóficas. A pesar de algunos tropiezos, la jornada me dejó buen sabor de boca, especialmente con la comedia fantasmal Dead Talents Society, que destacó por su originalidad y frescura. Mañana ya viene mi penúltimo día del festival, por lo que toca descansar y recuperar fuerzas, que ver tantas películas en pocos días cansa más de lo que parece.
Día 9: Del desastre al absurdo
Y ya comienza mi penúltimo día en el Festival de cine de Sitges. El cansancio acumulado se va notando y cada vez más me cuesta ver innovación en las tramas e historias. Estos últimos días, descartando algunas sorpresas, me ha parecido que realmente las películas no tenían nada nuevo que contarme y que solo eran buenas ideas sin buen desarrollo. Hoy toca buscar el resarcimiento del festival. Empiezo ya con la luna en el cielo, entrando en la sala Prado, de la que no saldré hasta mañana por la mañana.
Lo que más destaca de It Doesn’t Get Any Better Than This, de Rachel Kempf y Nick Toti, es su bajísimo presupuesto, que se refleja tanto en la pobre calidad visual como en las actuaciones, o mejor dicho, la falta de ellas. Rachel Kempf, quien además de codirigir actúa en el film, consigue que desees que su personaje sea eliminado de cada escena lo más rápido posible. La película, que adopta el formato de found footage, no consigue transmitir ni tensión ni miedo. Probablemente, habría sido más soportable si solo se tratara de una sucesión de torturas a Kempf durante 83 minutos. En resumen, un desastre en todos los sentidos. Vamos, es que no tiene ni un giro final conciliador con el espectador.
Y, tristemente, se viene mi último maratón infinito del festival: la nit + Killer. Tres películas que, empezando a la 1 de la madrugada, no creo que termine antes de las 6.
La primera, Jimmy & Stiggs, de Joe Begos, es el tipo de película que podría haber sido rodada en casa con un par de amigos y unos muñecos de goma que hacen de extraterrestres. Y de hecho es lo que es. La trama es lo de menos: un director de cine de terror venido a menos que se enfrenta a una invasión alienígena mientras está completamente drogado. El film es una excusa para ver muñecos ser disparados y litros de sangre fluorescente salpicando todo. Aunque carente de profundidad, Jimmy & Stiggs es lo que promete: macarra, divertida y llena de momentos que te arrancan una sonrisa. Cumple su cometido sin pretensiones, que, visto lo visto, ya es.
Le sigue Les pistolets en plastique (Plastic Guns), de Jean-Christophe Meurisse. La sorpresa de la noche. Plastic Guns es una comedia que, a pesar de comenzar a las 3 am, me mantuvo atento todo momento y con ganas de más, cosa que tiene su mérito. Llena de humor absurdo, la película juega con el concepto de cómo las cosas que damos por ciertas pueden llevarnos a situaciones ridículas, impulsadas por ideologías y prejuicios. Con un ritmo ágil y un guion ingenioso, esta cinta es un ejemplo de cómo el humor puede sostener incluso las ideas más descabelladas. Una película que se disfruta y que sorprende, y con la capacidad de mantenerte enganchado en plena madrugada y muerto de sueño.
El maratón termina con Krazy House, de Steffen Haars y Flip Van der Kuil. Se presenta como una telecomedia al estilo de The Fresh Prince of Bel-Air, pero con un toque ultracatólico. La idea del formato es ingeniosa y la actuación de Nick Frost, siempre convincente, le añade cierto peso al conjunto. Sin embargo, el resto de la película falla en casi todos los aspectos. La comedia no llega a funcionar, los personajes secundarios no aportan nada y la sátira que intenta hacer queda en un esfuerzo poco logrado. Una película más con potencial, pero que terminó por ser un fracaso en su ejecución.
Y así termina mi última noche en Sitges. Mañana cierro el festival con una última película y un repaso al palmarés, aunque dudo que vaya a sorprenderme después de lo visto por mí mismo y oído de compañeros del medio. Una pena terminar ya con estos diez días de puro cine, pero de momento toca volver a la cama que la triple sesión ha terminado cerca de la salida del sol y se nota.
Último día: Un año más, termina aquí.
En este día, como cierre, mis intenciones no estaban puestas en las salas y sus proyecciones, sino en las despedidas. A varios de mis compañeros ya no los veré hasta el año siguiente, eso sí volvían, y hasta que vuelva a pisar las calles de la ciudad también faltan meses. Así que solo entré a una proyección, como broche final.
La última película, Cloud, de Kiyoshi Kurosawa, fue una experiencia abrumadoramente horrible y monótona. La ejecución resultó ser fría y distante, impidiendo que conecte con nadie de la obra. Kurosawa vuelve a sus orígenes con un enfoque en el thriller psicológico, pero la película no logra destacarse en la misma medida que otras de sus obras. Aun así, su crítica a la era de Internet y el aislamiento es interesante, aunque el resultado es algo de lo que alejarse como de la peste.
Tremenda decepción de último pase con el que cierro este año. Pero para no hacer esta última crónica algo escueta, aprovecharé para hablar por encima de algunos premios del palmarés de esta 57ª edición. Es cierto que no todas las obras las he visto en el festival estos días, pero no todas las películas se ven en el cine, ¿no?
Palmarés de Sitges 2024:
Sección Oficial Fantàstic a Competición
Mejor película: El baño del diablo (The Devil’s Bath) de Veronika Franz & Severin Fiala
El baño del diablo es una impactante fusión de folk horror y drama histórico, ambientada en la Austria del siglo XVIII. Franz y Fiala nos sumergen en un oscuro relato sobre la depresión femenina y las supersticiones rurales, destacando por una cuidada recreación de época y una atmósfera opresiva. La historia de Agnes, atrapada en su mente y sus circunstancias, ofrece una crítica demoledora a las promesas de salvación a través del dogmatismo religioso. Este es, sin duda, un trabajo impresionante que mezcla elementos de terror con un estudio profundo de la psicología humana, consolidando la filmografía de Franz y Fiala.
Premio especial del jurado: Exhuma de Jang Jae-hyun
Una de las películas más destacadas que pude ver en el festival, Exhuma combina elementos de la mitología asiática con una narrativa de investigación paranormal. La atmósfera es envolvente, y los giros argumentales están magistralmente ejecutados. La película logra mantener una tensión constante, y su premio especial del jurado está más que justificado por su capacidad para mezclar terror y tradición con una precisión impresionante.
Mejor dirección: Soi Cheang por Twilight of the Warriors: Walled In
Soi Cheang ha entregado una obra que evoca el espíritu del cine de acción hongkonés de los 80. Twilight of the Warriors: Walled In es una vuelta a los thrillers violentos y estilizados, ambientada en la infame Ciudad Amurallada de Kowloon. Es un film de pura adrenalina, que no escatima en violencia y estilo, y el reconocimiento a la dirección es muy merecido.
Mejor actriz: Kristine Froseth por Desert Road
Kristine Froseth presenta en Desert Road una interpretación poderosa, llevando todo el peso de la película en sus hombros. A pesar de algunos problemas de guion, Froseth consigue mantener la atención del espectador gracias a su actuación. El premio a mejor actriz es completamente acertado, ya que su presencia domina la pantalla; aunque creo que tenía contrincantes muy fuertes este año.
Mejor interpretación masculina: John Lithgow y Geoffrey Rush por The Rule of Jenny Pen (ex aequo)
The Rule of Jenny Pen de James Ashcroft es un thriller psicológico oscuro y claustrofóbico que combina elementos de horror con una trama sobre abuso en una residencia de ancianos. La película destaca por la maestría de sus dos protagonistas, John Lithgow y Geoffrey Rush, quienes interpretan a un exjuez y un anciano psicópata, respectivamente. Sus interpretaciones ofrecen un duelo actoral de gran intensidad que mantiene el suspense. A pesar de que la película pierde algo de fuelle hacia el final, Lithgow y Rush consiguen sacar adelante una trama retorcida y perturbadora, lo que justifica su premio compartido.
Mejor guion: Aaron Schimberg por A Different Man
Un hombre diferente es una mezcla entre thriller psicológico y metanarrativa existencial. Schimberg ofrece una reflexión sobre la identidad y la percepción del yo a través de la historia de un actor que se somete a una cirugía estética para cambiar su vida. Este guion destaca por su complejidad y por su capacidad para jugar con las expectativas del espectador, sumergiéndonos en una experiencia perturbadora y desconcertante. Aunque personalmente se me quedó algo flojo.
Mejores efectos especiales: Else
El galardón a los mejores efectos especiales para Else es muy justo. Los efectos prácticos, como las prótesis y el maquillaje, son sobresalientes, representando de manera visualmente impresionante la fusión de los cuerpos con su entorno. Aunque la película perdió fuerza hacia el final con el mensaje filosófico que trae y su excedente de IA, su apartado técnico en la primera mitad de la obra es digno de elogio.
Sección Anima’t
Mejor largometraje de animación: Memoir of a Snail de Adam Elliot
Esta encantadora fábula en stop motion sigue a Grace, una niña solitaria de los años 70, y su inusual amistad con una anciana excéntrica. Memoir of a Snail destaca por su mezcla de humor negro y ternura, mientras explora la ansiedad y el duelo desde la perspectiva de una niña que ha sufrido la pérdida de su padre. El director Adam Elliot, conocido por su dominio del stop motion, ha creado un mundo artesanal lleno de detalles emotivos y visuales, consiguiendo que esta historia se sienta tanto íntima como universal. La película ha sido aclamada por su guion y por su habilidad para entrelazar la tragedia y la comedia, haciéndola merecedora del premio al mejor largometraje de animación en Sitges.
Sección Noves Visions
Mejor película: A Desert de Joshua Erkman
A Desert es una road movie de terror con un enfoque único en la fotografía y la ambientación. La película juega con lo desolador del paisaje americano, envolviendo al espectador en una atmósfera cada vez más opresiva. La presencia de personajes enigmáticos y las decisiones visuales crean una sensación inquietante que aumenta conforme avanza la trama. Erkman ha conseguido crear una obra neo-noir que destaca por su construcción del mundo y su capacidad para sumergir al espectador en un universo extraño y peligroso.
Mejor dirección: Grazia Tricarico por Body Odyssey
Body Odyssey, que también pude ver aquí, es una película ambiciosa que destaca por su enfoque introspectivo sobre el cuerpo y la psique de una culturista. Tricarico demuestra un dominio del lenguaje visual, explorando las complejidades del cuerpo humano desde una perspectiva tanto física como emocional. Su dirección muy bien llevada y merecedora de este reconocimiento, que consigue hacerte sentir mal a ratos por ver body horror donde no lo hay.
Sección Órbita
Mejor película: Zero de Jean Luc Herbulot
Zero es un thriller de acción que destaca por su mezcla de comedia y crítica social. Dos estadounidenses se encuentran con bombas atadas a sus cuerpos en Dakar, Senegal, y tienen solo diez horas para descubrir por qué. La película combina un ritmo vertiginoso con reflexiones profundas sobre la injerencia extranjera en África. Herbulot consigue mezclar la acción explosiva con una crítica al impacto del colonialismo moderno, lo que la convierte en una obra sólida dentro del género de acción.
Sección Blood Window
Mejor película: Mi bestia de Camila Beltrán
Mi bestia es un ejercicio interesante dentro del folk horror latinoamericano. Ambientada en la Bogotá de los años 90, la película explora las ansiedades de la adolescencia femenina a través de una atmósfera mística y ominosa. Beltrán utiliza el eclipse lunar como un símbolo del cambio y la opresión, creando una obra cargada de simbolismo y terror psicológico.
Jurado de la crítica
Mejor película: El baño del diablo (The Devil’s Bath) de Veronika Franz & Severin Fiala
El premio de la crítica para El baño del diablo refuerza su estatus como una de las películas más impactantes del festival. La recreación de los horrores psicológicos y físicos a los que se enfrentan las mujeres en un contexto rural del siglo XVIII es una muestra del dominio de Franz y Fiala sobre el terror humano y social.
Premio Citizen Kane: Thibault Emin por Else
Emin, a pesar de los problemas en el desarrollo final de Else, ha demostrado tener una visión ambiciosa y original. Su exploración del terror corporal y la fusión del ser humano con su entorno tiene momentos visualmente deslumbrantes. Este premio lo posiciona como una voz a seguir dentro del cine de género, aunque esto siempre son gustos personales.
Y hasta aquí mis vivencias durante esta 57ª edición del Festival Internacional de cine fantástico de Sitges. Han sido muchos días, muchas películas y termino con una sensación general de mejora en comparación con el año anterior. Es cierto que gran parte de lo visto me ha defraudado, pero esas pequeñas joyas y sorpresas inesperadas han sido suficientes para gozar esta edición. Ahora toca, retirarme de las salas unos días, pero no muchos, que esto no para y el cine nunca deja de sorprendernos. Gracias por leer.