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domingo, 28 abril 2024
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Déjame Entrar: Desangrada de audacia

Existe una producción fílmica no hollywoodense que parece predestinada a ser clonada por la inveterada moda de los remakes. Por sus características intrínsecas tan adaptables al gusto estadounidense sentimos que la excepcional película sueca Criatura de la noche: Vampiros (Låt den rätte komma in, 2008) sería uno de esos casos. Y, desde luego, no nos equivocamos ya que apenas un año y algunos meses después del estreno argentino nos llega esta Déjame entrar en co-producción con Inglaterra y nada menos que con el aval de la legendaria Hammer Films, que vuelve a reinsertarse en el ambiente como compañía productora luego de décadas de ausencia.

Cuando la producción convocó al autor y director Matt Reeves para ofrecerle el trabajo de reescribir el guión original de John Ajvide Lindqvist (basado en su propia novela), el creador de Cloverfield – Monstruo les dio a entender que el filme de Tomas Alfredson era inmejorable. No obstante, tras leer el libro de Lindqvist, aceptó adaptarlo para contar su versión personal de la historia. La primera impresión de Reeves no estaba errada: Criatura de la noche: Vampiros es una obra única e irrepetible que vuelve estéril cualquier intento de recrearla -por más bienintencionado que éste sea-. Déjame entrar lucha con denuedo contra esta sombra omnipresente y si bien pierde nítidamente en la comparación, algunas de las cualidades que deslumbraran en su oportunidad vuelven a manifestarse aquí con cierto esmero.

Era improbable que desde lo argumental surgieran cambios significativos dado que esto conspiraría contra la belleza de la idea matriz: la amistad entre un niño solitario y abusado por sus compañeros de colegio y una niña nada convencional que se muda al departamento contiguo. Una de las quejas recurrentes con los remakes está vinculada con el perezoso hábito de copiar al carbónico. Para tratar de evitarlas Matt Reeves implementó unas cuantas modificaciones que no traicionan el espíritu de la película de Alfredson. Son sutilezas pero deben tomarse en consideración a la hora del balance final.

Una de ellas es la mayor presencia del policía que encarna Elias Koteas (con su asombroso parecido físico a Robert De Niro) que usurpa escenas de otro personaje (el aquí desdibujado marido de la mujer del perrito). Algunas imprecisiones deliberadas del guión de John Ajvide Lindqvist son prolijamente corregidas por Matt Reeves. Cartelito mediante, ahora sabemos que la acción transcurre en Los Álamos, Nuevo México, en el año 1983. Como si no fuera suficiente con los usos y costumbres de la época -ropa, peinados, autos, canciones pop-, para anclar el contexto histórico se recurre a ese facilismo tan innecesario como redundante. Pequeñas intrigas no resueltas en la película sueca como la edad aproximada (real) de la niña o los motivos de fondo que provocan la aprehensión de su guardián (interpretado por el siempre taciturno Richard Jenkins) son respondidas para que el cerebro del espectador promedio yanqui no trabaje más de la cuenta. Todo lo que en Criatura de la noche: Vampiros era pura sugerencia acá está subrayado dos veces (por las dudas, ¿vio?).

Se nota que Reeves no le tenía fe a su público porque, además de todos los detalles mencionados, agregó una introducción -en concreto, un flashforward- planteada como un inapelable gancho comercial. Recordemos que el relato es minucioso y de crecimiento lento.

En la película de Alfredson había que aguantar una buena media hora para que pasara algo dramáticamente fuerte. En Déjame entrar la acción arranca bien arriba y recién después se procede a presentar al conflictuado Owen (Kodi Smit-McPhee) y a narrar la llegada de Abby (una correcta Chloë Grace Moretz) a la propiedad lindante. Estructuralmente hablando la única justificación visible es casi obvia: atrapar la atención de la audiencia. Conocedor de los resortes del género y con una extensa experiencia en el ámbito televisivo, huelga decir que Reeves logra ese objetivo con creces.

Se podría seguir enumerando un sinfín de ligeras diferencias entre los dos guiones, pero en definitiva lo más importante es que Déjame entrar respeta la línea argumental rectora, proyecta con contenida emoción los vaivenes sentimentales de sus jóvenes protagonistas y nunca pierde de vista aquellos elementos claves que convirtieron a su predecesora en un éxito comercial y artístico. Lo que Reeves no logró o no quiso emular fue el lirismo evocativo, el tono perturbador y, en especial, la audacia para alcanzar climas eróticos insólitos con sus púberes protagonistas en su primera etapa de despertar sexual.

Con todo, la secuencia en la que Richard Jenkins es descubierto en la parte trasera de un auto es de una maestría narrativa que por sí sola justifica la visión de este aceptable remake cuyos ajustes para el paladar americano no fueron capaces de contaminar una de las más genuinas historias de amor que haya concebido el séptimo arte.

Título: Déjame entrar.
Título Original: Let me in.
Dirección: Matt Reeves.
Intérpretes: Kodi Smit-McPhee, Chloë Grace Moretz, Richard Jenkins, Elias Koteas, Sasha Barrese, Cara Buono, Chris Browning, Dylan Minnette, Jimmy ‘Jax’ Pinchak, Seth Adkins.
Género: Drama, Fantasía, Terror, Remake, Basado en novela.
Clasificación: Apta para mayores de 16 años.
Duración: 116 minutos.
Origen: EE.UU. / Reino Unido.
Año de realización: 2010.
Distribuidora: AVH.

Puntaje: 6 (seis)

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