Pocos directores argumentarán en contra de una frase que para el ámbito cinematográfico resulta un lugar común y es aquella que asocia a un equipo de filmación en pleno rodaje como una estructura de familia. Cualquiera de las experiencias -del proyecto que se trate- encierran otras verdades, como por ejemplo la desmitificación de la magia del cine, idea que tantas veces encuentra imágenes bellas para convencernos de que esta pasión es precisamente eso, mágica. Pero la alquimia de ese esfuerzo conjunto entre corazones, cuerpos, manos, cabezas, sensibilidades y arte en toda su dimensión, es lo que hace interesante acercarse al detrás de la pantalla. ¿Qué hay detrás? Indagamos en el minuto cero de un proceso creativo, que deviene en lucha de egos y mucho músculo para que en definitiva el resultado esté librado a la suerte de un sinnúmero de factores. Por eso, en CineFreaks nos parece que el lugar de los hacedores es importante además de hablar de sus películas, sin importar de quién se trate, sin caer en la imagen vacía de que todo está bien. Para ello, qué mejor que las palabras de alguien muy involucrado en estos procesos: el director Matías Famulari se suma con sus páginas de rodaje en este nuevo espacio para transmitir la aventura de hacer cine, en esta oportunidad como Jefe de locaciones y Director de producción en la película de Javier Diment El Eslabón Podrido (2015).Por Matías Famulari
Entre los tiempos previos y posteriores a mi paternidad, en los que por propia decisión me alejé de los alocados ritmos del trabajo cinematográfico, habían pasado algo más de seis meses de inactividad laboral. (Lo recomiendo enormemente para aquellos que puedan y estén transitando o vayan a transitar la senda de la paternidad, pero en todo caso eso sería un artículo para otro sitio con otros intereses)
El retorno a las pistas no resultó sencillo. Varios de los proyectos en los que había tenido propuesta de participar habían caído o demorado. Algunos otros, incluso habían entrado en la órbita caprichosa de quien comandaba, proponiendo suspenso indefinido ante la re iniciación o no de sus movimientos. Nada sorprendente en esos menesteres, pero no por eso menos incómodo. Es así: lo muy bueno que tiene un trabajo al permitirte tomar un tiempo sabático, lo mismo tiene de malo en cuestiones de irregularidad y sus derivados.
El punto es que estaba en la nada y tuve que barajar y dar de nuevo. Como un sabueso, empecé a moverme en busca de algo que me pudiera interesar. No era buen momento, el año ya estaba entrado y el panorama empezaba aponerse oscuro. Y quizás esa oscuridad fue necesaria para encontrar aquello que estaba oculto de la luz; aquello de lo que se había empezado a hablar por lo bajo y yo tuve la suerte de oír.
Desde el vamos todo fue raro. El esquema, la estructura, el guión, las ideas. La incomodidad atravesó todo el proceso hasta el día en que finalmente se terminó de rodar. Estado en el que uno ya se sentía cómodo, pero porque había logrado meterse de lleno, ser parte al punto tal de que -sin darse cuenta- podía causar en otros esa misma sensación. Recuerdo que a la hora de armar el equipo de producción recibí muchas negativas. O porque se vislumbraba un rodaje difícil desde el punto de vista de poner el cuerpo, o porque había quienes tenían rumores de que la intensidad de los capitanes era mayor a la que podían o se permitían tolerar. Lo bien que hicieron, claramente no era cuestión de andar mostrando debilidades.
Al principio me encontré en soledad buscando pueblo que con grandes cuotas de ficción y fantasía el director me había intentado transmitir. Lugares con tanto barro que ni las botas a las rodillas podían mantener a salvo al resto de la ropa de las salpicaduras. Frío, mosquitos y campo, mucho y hermoso campo. Orientado por los lugareños con su particular idiosincrasia me fui metiendo hasta encontrar la locación que nos albergaría durante casi dos meses.
La soledad siguió aun cuando entró en funcionamiento el equipo. Yo era el nuevo, ellos ya venían trabajando juntos en su gran mayoría y hasta eran amigotes. Lógicamente, esa distancia se fue acortando a medida que los días transcurrieron pero me encargué de mantenerla existente hasta el final. Un poco porque uno es como es, pero principalmente porque lo sentí necesario, me ubiqué como una célula aparte. Yo sabía que iban a venir los momentos en que ellos necesitarían un lugar donde descargar sus penurias. Y era lógico que en algún momento se iba a necesitar de cada uno un poco más de lo que la media exige. Para ambas situaciones, la cercanía no resultaba conveniente.
El Eslabón Podrido (2015) es una película en la que el director no desayuna con almendras ni esas en que la actriz principal se niega a salir a escena hasta tanto el pibe de producción le consiga el varietal del té Banchá con el que suele desayunar. Es una película realizada a puro huevo, desde el primero al último y en sentido figurado ya que muchas de sus hacedoras han sido mujeres. No alcanzaría el sitio entero para enumerar la cantidad de problemas y vicisitudes que hubo que atravesar: económicas, logísticas, internas, climáticas y del tipo que se te pueda ocurrir. Un día hasta se cayó un árbol de más de 100 años en el medio del campo que sería set al día siguiente. Pero sin duda todas esas cosas se han impreso y han quedado impregnadas entre las unidades indivisibles que la conforman. Por eso trascienden los hechos de la realización y se mantienen en la película, donde el espectador podrá vibrar desde la historia, los personajes, los conflictos y todo en rededor, más allá de conocer o siquiera interesarse por el proceso de producción.
Uno siempre aprende con cada cosa que hace, el día en que eso ya no suceda entonces mejor dejar de hacer. Entre varias cosas que atesoré, la que más me valió en esta aventura, fue la de que siempre hay una salida posible. A veces el trabajo se vuelve tan metódico, tan mecánico, y no en el sentido repetitivo del término, sino en el de ser firme, conciso y contundente, que a veces algo que se descoloca puede dejarte sin saber bien qué hacer.
Pase lo que pase, siempre se puede seguir hacia algún lado. Eso quedó demostrado para mí, al menos en los que al quehacer cinematográfico se refiere. Pero claro, no es gratuito. Tiene que haber una idea clara, enormemente fuerte, deseada con arraigo, añorada con sangre y sudor, perseguida con enorme pasión de lágrimas por aquel o aquellos que la conducen. Porque si no es así, no se llega a puerto o terminan siendo (pese a la pompa de sus anuncios), meros chiches bonitos y olvidables.
Ojalá estos tiempos sirvan para seguir produciendo películas de forma plural tanto de estas como de aquellas y que todos podamos hacernos las preguntas correctas para encontrar las respuestas necesarias para que el Cine Argentino, heterogéneo pero siempre Argentino, pueda seguir siendo fuerte y siga llegando a ojos lejanos y a los nuestros cada vez más.
Continuará…