Por Pablo Arahuete
Yo Sandro, documental de Miguel Mato acerca la figura del Gitano desde un lugar muy poco conocido. Es su voz recuperada de entrevistas aquella que relata su propia historia, sin intermediarios, con los puntos y altibajos reales cuando se trata de recordar una infancia y el comienzo de una carrera que nada menos terminara configurando a Sandro de América. Roberto Sánchez comparte su intimidad y Miguel Mato también desde esta entrevista que esperamos aporte nueva data sobre el artista y más que nada sobre la mirada de uno de los rockeros nacionales menos recordado en ese terreno.
Pablo Ernesto Arahuete: -¿Desde qué edad te familiarizaste con Sandro y sus canciones?
Miguel Mato: – Sin poder precisarte la edad exacta, te diría que desde muy pibe. Ahora tengo 65 años y fue una suerte de revancha: o eras Rolling o eras Beatle por ese entonces. Si escuchabas Sandro eras grasa. A mí me gustaban tanto Sandro como los Beatles, me conocía sus canciones, la letra. Su etapa más rockera y además Atmósfera pesada compuesto por él en esa etapa me parece uno de los temas más grandes del rock nacional.
P.E.A.: -Imagino que en tiempos de Youtube, y archivos que se consiguen por internet representaba todo un desafío la idea de un documental sobre el ídolo popular lo suficientemente novedoso para que resulte atractivo. ¿Cuáles fueron los criterios a la hora de investigación?
Miguel Mato: – La investigación partió de la base de conseguir material inédito. En el medio de la investigación conseguimos los archivos de audio de la entrevista, yo sabía de esas entrevistas pero escritas y no grabadas. Usamos fragmentos de esa grabación, también audios de las fans de Sandro que fueron apareciendo. A la vez busqué a la cantante puertorriqueña Lucecita Benítez para a sus 76 años cuando la trajimos a Argentina volviese a grabar el tema que había grabado en su juventud, es el primer tema de Sandro grabado fuera de Argentina, Una muchacha y una guitarra, para esta nueva versión también contamos con arreglos de Esteban Morgado. Considero que si te metes en internet encontrás cualquier cosa sobre Sandro, pero de Roberto Sánchez no encontrás nada. Mi premisa de trabajo fue que Roberto Sánchez contara cómo se volvió Sandro de América.
P.E.A.: -¿Cómo surge la idea de introducir momentos ficcionales dentro del conjunto de materiales de archivo?
Miguel Mato: – Los momentos de ficción siempre fueron pensados. No están para suplantar ausencias de material. Tienen la función del contexto. Vos viste por ejemplo algo fundamental que fue la negativa de poder inscribir a Sandro con ese nombre y la alternativa de nombrarlo finalmente Roberto, para que lo aceptaran. Poca gente sabe de la necesidad de Sandro por mantener su nombre, más allá de lo artístico, porque data de aquellas épocas con sus padres intentando inscribirlo. El resto de la ficción apunta a lo contextual barrial, dónde se crió, su primera maestra en el mismo barrio donde daba clases. El jardín de infantes en la casa de barrio de una maestra, el juego en las calles, escuchar radio teatros, sus comienzos musicales en el bar Pancho, simbolizar su relación temprana con el cigarrillo. Yo no hago referencia ni a su enfermedad posterior ni a su muerte causada por ese vínculo porque no me interesa pero sí quería dejar plasmado que el cigarrillo influyó en el final de su vida.
P.E.A.: -Al tener contacto con la intimidad de Sandro, ¿era como vos la imaginabas antes de conocerla?
Miguel Mato: – En realidad nunca me había podido imaginar que pasaba detrás de ese paredón, por ponerle un nombre, me costaba entender cómo se podía vivir encerrado, construir un mundo con ese encierro y entender el mundo que él había construido. Me fui sorprendiendo desde muchos lados te diría por ejemplo un primer piso donde estaban las cocheras y que había hecho como un club en el que recibía a sus amigos. Ese lugar tenía un mini pool, un tablero de ajedrez, un piano, una barra de bar, un televisor viejo. Era un lugar para recibir visitas alejado en cierto sentido de la casa de Sandro propiamente dicha. Eso me permitió descubrir su necesidad de preservar espacios íntimos. También me sorprendieron su estudio, con la tecnología suficiente para grabar, adelantado a su época, y una biblioteca y discoteca repleta de música ecléctica. Me lo imaginaba en su intimidad diaria leyendo libros o escuchando discos muy diversos. Creo que fundamentalmente lo que descubrí de su intimidad fue ese deseo profundo de ser un músico, un artista, evidentemente fue consecuente, se obsesionaba por la perfección para ser mejor artista.
P.E.A.: – Creo que un elemento clave de tu documental tiene que ver con escuchar la voz del protagonista como una suerte de punto de vista compartido y que tengo entendido se había publicado en una revista. ¿Fue ese material el que de alguna manera diagramó la estructura de Yo, Sandro?
Miguel Mato: – Era muy difícil tener una estructura clara de cómo iba a ser este documental. Soy amante de la gastronomía y entonces cuando quiero elaborar un plato, voy al supermercado y me fijo qué ingredientes puedo conseguir. Desde ahí imagino el plato, pero nunca cocino lo mismo. En paralelo con la película yo sabía qué quería contar; en realidad que Roberto Sánchez se contara a sí mismo. Me importaba poco el Sandro en primera persona, quería el Roberto en primera persona. Había materiales y estaba esta especie de autobiografía escrita y publicada en la revista “Radiolandia” en siete números. Una entrevista original de Francisco Loiácono. Desconocía la existencia de parte de esas cintas, no están todas. Conseguimos unos cassettes en mal estado que hubo que restaurar. Eso me obligó a cambiar la estructura pensada antes, tenía materiales de las fans, audios e imágenes muy ricos pero el descubrimiento de los cassettes me obligaron a rearmar y demorar un año más.
P.E.A.: -De acuerdo a tu opinión y cercanía con la música de Sandro, ¿por qué creés que se puede seguir disfrutando entre generaciones, desde abuelas a nietas, desde madres a hijas, sin olvidarnos de los varones en los mismos niveles?
Miguel Mato: – Yo creo que Sandro es un fenómeno muy particular. Lo dice Lucecita en la película artistas hay muchos y buenos pero ídolos pocos. De algún modo él se fue construyendo, su música supo interpretar los momentos. En el rock argentino primero hacía canciones chamulladas en un falso inglés, después en castellano pero siempre era rock. Fijate que en los recitales de sus primeras etapas se ven más hombres, no mujeres. Las mujeres vinieron al final y me parece que era lo que él buscaba, como su evolución musical desde el rock a lo más romántico de la etapa cúlmine, sin abrir un juicio de valor sobre la evolución o involución de su música. Además, la poesía de sus letras. No sé, imaginate Trigal, en realidad es la oda a un pubis, no cualquiera se hubiera atrevido a escribir así. En ese sentido era un trasgresor. Sumale ese movimiento de pelvis provocativo, celebrado por las nenas, que le trajo tantos problemas. Todos esos elementos creo son vasos comunicantes. Fijate que varios cantantes del mundo interpretaron algunas de sus canciones, inclusive el disco homenaje hecho por grupos de rock argentino. Cuando hablás con músicos de rock de Sandro, siempre notás respeto. Creo para concluir con tu pregunta la permanencia de Sandro se debe a que supo interpretar los momentos.
P.E.A.: – Desde tu experiencia como documentalista, supongo que las motivaciones de llevarlos a cabo son diferentes. ¿Cuál fue en este caso la principal motivación y desde qué lugar te interesan los abordajes de figuras de tamaña talla?
Miguel Mato: – Casi toda mi filmografía tiene un corte político social. Mi historia está atravesada por lo político. Soy un ser político, jamás el cine ha sido un instrumento que me haya permitido conectar ideas, transmitir miradas, recomponer los vasos generacionales que fueron destruidos por la dictadura. Pero tenía necesidad de volcarme a otra cosa y te diría que mi primer ensayo fue con Gogó Andreu, fue seguirlo durante dos años mientras grababa un disco con León Gieco, Esteban Morgado, Facundo Arana. Me hizo muy bien, fue un aire nuevo que me permitió aflojarme un poco de estar narrando siempre la historia, desgarrando mi interior. Venía de un proyecto que se frustró y ahora estoy intentando reflotar. Por medio de un amigo me pude acercar a Olga, la última esposa de Sandro. Me fui entusiasmando y conectando con el Sandro de mi infancia, muy importante en mi historia de adolescente. En este momento no tengo en mente ningún personaje, hombre o mujer, pero siempre me interesa contar historias no desde lo biográfico.
P.E.A.: – Desde que comenzaste con el proyecto del documental hasta su finalización. ¿Qué aprendiste de Roberto Sánchez y qué descubriste de Sandro?
Miguel Mato: – No sé, uno siempre está aprendiendo cuando investiga. Me sorprendió su tenacidad frente a su vocación de ser músico, de ser cantante, no sé si él dimensionó al principio hasta dónde podía llegar pero al re escuchar su relato aparece una pulsión por las cosas que quería, yo en ese sentido soy igual. Podría hacer otro cine más aceptado, pero mi pulsión es más fuerte por el cine que quiero hacer. Tengo el capricho de contar lo que yo quiero , sin condicionamientos. Eso fue una cosa muy fuerte que me impactó de Roberto y de Sandro descubrí su maravillosa locura, algo que no había dimensionado antes, si te fijás en los vestuarios por ejemplo, prendas desgajadas que veinte años después usaría por ejemplo Kiss y dos décadas antes que Michael Jackson las usara. Los bocetos de los movimientos escénicos jamás imaginé que estaban tan pensados. Descubrí la búsqueda artística en Sandro y aprendí a respetarlo y valorarlo mucho más.
P.E.A.: – ¿Considerás que dado sus orígenes, Sandro debería ocupar un espacio de mayor reconocimiento en el llamado Rock argentino?
Miguel Mato: – Creo que Sandro debería estar ocupando un mayor espacio en el rock argentino, un mayor reconocimiento. Como decía antes lo tiene de parte de los rockeros pero no del público en general. El Sandro rockero quedó olvidado, no así el Sandro romántico. Lo fue tapando pero calculá que era un tipo con éxito en los años ’70, hay muchas generaciones después. Me encantaría que esta película sirva para que el público revalorice a ese Sandro.