Por Mónica Grau-Seto, corresponsal en Sitges
Una familia se muda a una casa suburbana y al llegar a su nueva vivienda empiezan a sospechar que no están solos, ya que una presencia extraña empieza a manifestarse. Se trata de la primera incursión de Steven Soderbergh en el género del terror sobrenatural, apoyado en un guion del cotizado David Koepp (Carlito’s Way, Jurassic Park, Ecos mortales, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, etc.). El filme tuvo su première mundial en la última edición del Festival de Sundance y ha inaugurado la última edición del Festival de Sitges (España).
Si el público espera la clásica historia de espíritus en una casa encantada aterrando a una familia o entes malvados al estilo de títulos como Poltergeist, El Ente o La casa en la montaña embrujada, se encontrarán con una película que no encaja en este género de terror.
Presence se cuece a fuego lento y no hay grandes sustos ni un espíritu maligno, el ser invisible que habita en la casa actúa como una especie de observador y protector de esa familia que se acaba de instalar en ese hogar, y sobre todo intenta contactar con la hija, que parece ser la más sensible a percibir esa presencia.
La originalidad del filme recae en la forma en que Soderbergh rueda las escenas y en su propia edición, desde el inicio vemos desde los ojos de esta entidad y así se mantiene durante toda la historia, somos observadores desde su propia mente, vamos viendo los acontecimientos desde la llegada de operarios de mudanzas hasta la llegada de la familia, también destaca como humaniza de algún modo a este ser sobrenatural, mostrando respeto hacia los habitantes de la casa y hasta pudor en momentos de intimidad de la hija de la familia. Aunque descubrir una narrativa a través de un espíritu no es algo nuevo, como ya hemos visto en títulos como como el cuento de Ambrose Bierce “Un habitante de Carcosa” y los filmes A ghost history, El sexto sentido o Los Otros, aquí se diferencia en el uso de la cámara, consiguiendo unos movimientos fluidos que nos dan la sensación de levitar y traspasar paredes, también repite una estructura de planos cortos jugando con la idea de la memoria de los fantasmas y el paso del tiempo para ellos, pero más allá del aspecto visual y del trabajo correcto del conjunto de actores, estos no consiguen salvar el filme. Para conseguir que miremos y nos pongamos en la piel de este ser fantasmal, se filmó con una lente ultra de gran angular de 14 mm, con esa cámara tan pequeña y esos movimientos siguiendo a los personajes moviéndose por la casa, y apenas hay primeros planos, sino planos secuencia de pocos minutos con fundido a negro y esto se va repitiendo continuamente.
De hecho, la familia parece como un esbozo y no sabemos demasiado de ellos, descubrimos que Chloe, la hija adolescente, está traumatizada por la reciente muerte por sobredosis de una de sus mejores amigas, que la madre ha hecho algún tipo de estafa en el trabajo, pero el marido le da su apoyo, y el hijo necesita la aprobación continua de uno de los estudiantes más populares.
El espectador que espere encontrarse con una película sólida como lo fueron Contagio o Traffic o un ritmo que atrapa como lo consiguió con la saga Ocean’s Eleven se encontrará con una película menor comparándolo con estos títulos que han marcado su carrera cinematográfica.
El gran punto débil es el guion de David Koepp, que no aporta nada novedoso, y aunque hay un giro final que nos muestra el motivo de la existencia de esa presencia, este resulta ser bastante previsible para el espectador y la historia se convierte en una especie de telefilme para pasar la tarde en casa, y el clímax no está a la altura. Por lo que no funciona del mismo modo que en Contagio, donde descubrimos el origen del virus mortal al final de la película revisando una cámara, ni tampoco como lo hizo con la miniserie Círculo cerrado.
Estamos ante una película que consigue que el público perciba estar en la mente de una entidad fantasmal y sintiendo sus emociones, aunque en ningún momento tendrá voz en off ni se comunicará hablando con los personajes vivos, que logra sorprender por los movimientos de cámara pero que decepciona en el tratamiento del guion y decae en la resolución final de la historia.
Título: Presence.
Dirección: Steven Soderberg.
Guion: David Koepp.
Intérpretes: Lucy Liu, Julia Fox, Chris Sullivan, West Mulholland y Callina Liang.
Género: Drama/ Terror.
Duración: 85 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2024.
Exhibición: Sitges 2024.