Por Guillermo Barrera, corresponsal de Nueva Tribuna España
Con su primera temporada emitida en 2021, que parecía ser la primera y única, pocos imaginaron que años después, aquella sátira ácida sobre el privilegio y la decadencia disfrazada de vacaciones de lujo se convertiría en una de las series más inteligentes, estilizadas y adictivas de los últimos años. Y, sin embargo, aquí estoy, hablando de su tercera temporada (asequible en HBO y Max) como un evento global. Cada entrega de la serie es una especie de experimento social disfrazado de ficción, y su creador, Mike White, parece disfrutar al escarbar en la superficie reluciente de la clase alta, para mostrarnos lo que verdaderamente se esconde debajo: ansiedad, hipocresía, deseo y mucha, mucha desesperación. Mike White, que también dirige todos los capítulos, hace de esta: el arte de incomodar a través de paisajes de postal.
Para el que no esté en absoluto familiarizado con este show televisivo, sin desvelar nada, solo a modo de introducción, debe saber que cada temporada se desarrolla en un hotel de esta misma cadena de lujo ficticia: White Lotus, (¿posible destino español para una 4 Temporada ya anunciada?) lo que permite a la serie mantener una coherencia estética y temática, pero renovada. El reparto cambia con cada entrega, introduciendo nuevos personajes y conflictos, aunque de forma ocasional, algún rostro familiar regresa, enlazando discretamente una temporada con otra.
La primera temporada, ambientada en Hawái, fue una presentación impecable: un hotel de lujo, unos huéspedes privilegiados, empleados que sirven con sonrisa obligada… y un cadáver. La segunda, es exactamente la misma dinámica, pero en Italia. Y esta tercera se desarrolla en Tailandia. No solo cambia el escenario exótico, sino que también amplía la ambición narrativa. Aquí, su creador, no solo se queda en la sátira, si no que, al igual que en las anteriores temporadas, intenta ir más allá, y darles una profundidad narrativa a sus ricos personajes, de una forma muy inteligente, explora temas aún más densos: la espiritualidad como medio para afrontar los problemas, la culpa como herencia cultural y la búsqueda de autenticidad en un mundo diseñado para el consumo. Juega con la estética del templo, la jungla, los contrastes entre tradición y turismo, con una sensibilidad visual que roza lo hipnótico. Es, probablemente, la temporada más compleja, más lenta, pero también la más fascinante.
El reparto, como en entregas anteriores, es una mezcla brillante de rostros conocidos, nuevas revelaciones y algún que otro rostro autóctono de la zona en la que se desarrolla la temporada. Aunque Jennifer Coolidge dejó una huella imborrable en las primeras temporadas (especialmente la segunda, donde se robó literalmente la función), en esta nueva entrega hay una rotación de elenco que funciona. Hay actores que traen frescura, otros que cargan con un aura de misterio… Destacan en esta entrega nombres como: Jason Isaacs, Leslie Bibb, Carrie Coon, Michelle Monaghan, la jovenrevelación: Aimee Lou Wood (autentico descubrimiento), el hijo de Arnie: Patrick Schwarzenegger, Scott Glenn, un brillante Walton Goggins, el cual, nos regala alguna de las mejores secuencias de la temporada, sobre todo, compartiendo escenas con la estrella invitada de lujo: Sam Rockwell que ofrece un monólogo casi teatral, que rompió internet, tan crudo como conmovedor, que se convierte en uno de los momentos más memorables de la temporada. Y ahí está una de las claves del éxito de la serie: su mencionado creador, se coloca como un mero observador. Su mirada es irónica pero nunca cínica. Sabe que el ser humano es contradictorio y se permite explorar esas contradicciones sin juzgarlas demasiado, aunque sí exponiéndolas. Su narrativa, que mezcla, y sabe dar el protagonismo justo y necesario a cada personaje, está perfectamente calculado: cada escena suma tensión, y cada línea de diálogo tiene una intención.
La música, compuesta por Cristobal Tapia de Veer, merece una mención especial. No es solo un acompañamiento: es parte del alma de la serie. Ese sonido tribal, inquietante, con coros disonantes y percusiones salvajes, crea una atmósfera única. En la tercera temporada, la música juega aún más con lo espiritual y lo ritual, reforzando esa idea de que los personajes están atravesando no solo un viaje físico, sino también emocional.
La puesta en escena no trata solo de lugares bonitos, sino de cómo se encuadran, cómo se usan. Está todo cuidado al milímetro. Es una serie que se concibe para ser vista y escuchada como una elegante obra de arte.
En definitiva, un show televisivo que ha encontrado su fórmula y, a la vez, ha sabido reinventarse. Cada temporada es distinta, pero comparte un ADN claro: el deseo de diseccionar al ser humano en contextos de aparente belleza. No solo se queda en burlarse de la frivolidad y poner en un aprieto a los ricos, es mucho más compleja que eso. Es una serie madura, inteligente, que sabe tratar la narrativa y a sus personajes, la serie no busca un clímax comercial, espectacular ni efectista, se apoya en interacciones humanas realistas, para construir, capítulo a capítulo, una tensión sutil pero asfixiante, que se resuelve de forma coherente con ese mismo realismo. Y la tercera temporada es más profunda, más arriesgada, menos complaciente. Puede que no tenga un impacto inmediato, pero deja un poso más duradero. Y eso, en los tiempos que corren, es casi un milagro. Por todo esto, The White Lotus se resume en belleza, verdad y un toque de incomodidad.
Título: The White Lotus (3a. Temporada). Título original: Idem. Creador de la serie y dirección: Mike White.
Intérpretes: Aimee Lou Wood, Walton Goggins, Natasha Rothwell, Leslie Bibb, Carrie Coon, Sarah Catherine Hook, Jason Isaacs, Scott Glenn, Lalisa Manobal, Michelle Monaghan, Sam Nivola y Patrick Schwarzenegger. Género: Serie, Drama, Comedia, Sátira.
Clasificación: AM 16 años.
Duración: 8 capítulos de 60 minutos aproximadamente.
Origen: EE.UU. Año de realización: 2025. Plataforma: Max. Fecha de estreno: 17/02/2025.
Puntaje: 8 (ocho)