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sábado, 27 abril 2024
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Poder que mata: Preguntas sobre lo agridulce

Por Luis Pietragalla

En 2003 los EE.UU. entraron en guerra con el fin de derrocar a Saddam Hussein como mandatario de Iraq. Tras ocho años los norteamericanos no se han ido de allí, así como tampoco de Afganistán. En nuestros días, al igual que ayer, otros países están en la misma campaña, como es el caso de su mejor socio, el Reino Unido. El nuevo objetivo es Libia, donde también se trata de echar a un tirano y darle la libertad a su pueblo…

Pero, ¿hay otras causas por las cuales están allí tanto los estadounidenses como sus aliados? ¿Podría pensarse, como bien lo retrató Bertold Brecht en su “Madre Coraje”, que hay un valor añadido a la guerra que son los negocios que derivan de ella? El de la reconstrucción sería el más obvio de todos.

Aunque, ¿habrá otro más fuerte, más vital, más necesario, más de supervivencia, como sería asegurarse de algún bien imprescindible para la vida, por lo menos tal y como se la concibe hoy?

El petróleo (o algún derivado) parecería ser la respuesta y el elemento común que tienen los territorios como Iraq, Afganistán o Libia (este último con las mayores reservas de África).

¿Por qué en Poder que mata nunca se menciona, ni siquiera lateralmente, así sea para refutarla, que la causa de la invasión a la tierra de los orígenes de la civilización humana pudo haber sido económica, con el oro negro en primer plano, y no un “exceso de celo” sobre la posibilidad (bajísima, tal como lo propone la película que nos ocupa) de que el ex régimen autárquico de Bagdad tuviese armas de destrucción masiva?

¿Por qué la Casa Blanca se enoja tanto con el personaje que encarna Sean Penn (tan convincente y sólido como es habitual) cuando denuncia en TV que tales armamentos no existen?

Y aquí aparece el sabor agridulce que es posible que le quede a algunos espectadores del filme, ya que si bien el aspecto humano de la injusticia que sufre la pareja protagonista (muy bien tratado desde el guión y la realización) tiene el telón de fondo político del poder y su abuso en la era Bush, parecería que algo le faltase a la trama, que un dato no dicho estuviese latente, y como seguramente haría un chico, esos espectadores podrían preguntarse por qué los aliados fueron a Iraq, además de a derrocar a un gobernante despótico.

Esa ausencia no le quita brillo al ritmo del film, ni a los aciertos de guión y puesta en escena, como ni tampoco a la también buena actuación de Naomi Watts, que interpreta con verosimilitud a la real agente de la CIA, que aparece al culminar la película, cuyo caso verídico es el que se cuenta. Y se lo cuenta bien, tan bien y con datos tan interesantes que un espectador distraído puede no darse cuenta que algo falta; … pero ese silencio provoca mucho ruido.

Título: Poder que mata.
Título Original: Fair game.
Dirección: Doug Liman.
Intérpretes: Naomi Watts, Sean Penn, Sam Shepard, Ty Burrell, Bruce McGill, Michael Kelly, Brooke Smith, David Denman, Noah Emmerich y Liraz Charhi.
Género: Biografía, Drama, Thriller.
Clasificación: Apta para todo público.
Duración: 108 minutos.
Origen: EE.UU./ Emiratos Árabes Unidos.
Año de realización: 2010.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 12/05/2011.

Puntaje: 6 (seis)

El staff opinó:

Cuando se dieron a conocer las implicancias del escándalo Wilson durante la administración de George W. Bush -en el último periodo post 11 de septiembre- y tras la publicación de los libros “The politics of truth” y “Fair game”, escritos por la ex agente de la CIA Valerie Plame Wilson y su esposo el diplomático Joseph Wilson, los rumores de una versión cinematográfica no tardaron en aparecer. Finalmente el encargado de llevar a cabo el proyecto fue el realizador Doug Liman (responsable de Identidad desconocida, el primer eslabón de la saga de Jason Bourne), quien en esta película de espionaje, mezclado con thriller político, se las ingenia para no traicionar la historia ni a los espectadores encontrando el equilibrio narrativo en un guión que maneja una complejidad poco frecuente para un producto hollywoodense de estas características. Naomi Watts y Sean Penn están bien en sus papeles y resultan convincentes en sus respectivas luchas, tanto desde lo ideológico como en el plano humano. Tal vez el problema del film reside en su falta de sorpresa o novedad al tratarse de un caso ya perteneciente al pasado, que pese a su audacia expositiva no aporta originalidad ni verdad a la historia…- Pablo Arahuete (7 puntos)

Tomando como base el “Valerie Plame affaire”, otra de las tantas matufias de la administración de George W. Bush, Poder que Mata (Fair Game, 2010) combina con inteligencia el thriller político, los films de denuncia de los ´70 y los melodramas conyugales. El guión podría haber indagado aún más en el tema pero a fin de cuentas cumple al poner al descubierto todo ese manojo de mentiras masivas y represalias patéticas. Doug Liman entrega su mejor opus hasta la fecha y consigue actuaciones muy interesantes por parte de Naomi Watts y Sean Penn, aquí bastante medido para variar.- Emiliano Fernández (7 puntos)

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