Por Pablo E. Arahuete
El genocidio armenio de 1915, donde fueron masacrados un millón de hombres, mujeres y niños por el ejército turco fue un crimen de lesa humanidad poco explotado por el cine. Por ese motivo, Ararat de Atom Egoyan (Exótica, El dulce porvenir), basada en el libro de 
Clarence Ussher (de 1917), resulta una propuesta novedosa desde su temática y, además, en su concepción cinematográfica. Dada su compleja estructura el riesgo asumido por Egoyan es doble: por un lado, contar una historia en tiempo presente a través del rodaje de un film sobre el genocidio, y por el otro, la reconstrucción del pasado a partir del relato de uno de los protagonistas.
El recurso empleado es el harto conocido del cine dentro del cine. Así como Truffaut en La noche americana reflexionaba sobre la producción de un film y el rol del director, en Ararat la mirada reflexiva se concentra en cómo se debe abordar un film sobre un hecho tan atroz, y donde es imposible no involucrarse emocionalmente. Lejos de encontrar una respuesta sobre este interrogante, Atom Egoyan muestra todas sus cartas y no toma ninguna posición.
Los tres pilares en los que se apoya la trama consisten en la historia de Edward Soroyan (Charles Aznavour), un director de cine que llega a Canadá para filmar una película acerca del genocidio armenio, cuyo protagonista es un niño, quien luego se convertiría en un pintor de renombre. Para elaborar el guión con cierto rigor histórico, Soroyan incorpora a su equipo a Ani (Arshinée Khandajian), una profesora especialista en la vida del pintor Arshile Gorky y conocedora de los episodios acontecidos en 1915, quien pone sus reparos en el tratamiento de los hechos con demasiadas licencias poéticas, en función del impacto emocional. La segunda historia tiene como protagonista al hijo de la profesora, Raffi (David Alpay), quien emprende un viaje al lugar donde se desataron los hechos en 1915 y recolecta imágenes del presente para dejar un testimonio sobre el pasado. A su regreso, un guardia de aduana (Christopher Plummer), a punto de jubilarse, lo retiene tras la sospecha de que Raffi intenta ingresar drogas al país y lo somete a un intenso interrogatorio, a partir del cual la historia del genocidio es contada desde el punto de vista histórico y no cinematográfico. La tercera historia descansa en el personaje de Celia (Marie-Josée Croze), hermanastra y novia de Raffi. Ella acosa constantemente a su madrastra porque la considera culpable de la muerte dudosa de su padre, quien en realidad se suicidó aunque no pueda aceptarlo.
Este complejo entramado de historias entrelazadas en el relato abre al mismo tiempo una serie de subtramas, que no es conveniente adelantar en esta nota para no quitarle
atractivo a la propuesta. La apuesta de Egoyan, desde la estructura narrativa, es un interesante ejercicio sobre cómo se construye un film; cómo confrontar con el objetivismo y el subjetivismo; en definitiva de cuál es el lugar de la verdad.
En otro orden, Ararat es una película sobre la memoria y el olvido (que no es siempre la ausencia de la primera) en sus dos facetas: la reparadora, que permite crecer, y la otra memoria, cargada de odio y resentimiento.
Su único defecto lo constituye su falta de equilibrio en el peso de las historias, producto de su intencionalidad por desarrollar muchas subtramas, unidas en algunos casos por cierta arbitrariedad del guión.
No obstante, el resultado final convence y dejar pasar a este film desapercibido sería un grave error, porque hoy por hoy encontrar propuestas originales en el mercado se torna tan difícil como descubrir películas sobre el genocidio armenio.
Título: Ararat.
Título Original: Idem.
Dirección: Atom Egoyan.
Intérpretes: Charles Aznavour, Christopher Plummer, Elias Koteas, Eric Bogosian, Arsinée Khanjian, Brent Carver, Marie-Josée Croze, Bruce Greenwood, David Alpay.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 115 minutos.
Origen: Canadá/ Francia.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 29/05/2003.
Puntaje: 8 (ocho)
