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sábado, 27 abril 2024
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Una mujer partida en dos: El egoísmo de clase

Por Emiliano Fernández

Nadie puede acusar a Claude Chabrol de no ser coherente. El cineasta francés de 78 años ha mantenido una estructura símil Alfred Hitchcock desde sus primeros trabajos, haciendo suyo aquello de que “copiarse a sí mismo es tener estilo”. El problema para algunos es que primero imitó al maestro inglés y después sí se dedicó a refilmar hasta el infinito la misma película de siempre (intercalándola con films de otros géneros, principalmente dramas de época). A partir de los ’90 esta estrategia artística quedó mucho más en evidencia debido a las poquísimas diferencias existentes entre pasado y presente. Pero lo curioso del asunto es que los thrillers son su especialidad, lo que mejor le sale (habría que pensarlo dos veces antes de atacarlo con el argumento del cansancio formal). Además por suerte el balance es más que positivo y su última realización no se aparta de esta regla general.

Una mujer partida en dos nos ofrece un triangulo amoroso un tanto bizarro. El eje de la disputa es Gabrielle Deneige (Ludivine Sagnier), una linda meteoróloga que trabaja en un canal de televisión. Los señores son Charles Saint-Denis (François Berléand), un exitoso escritor casado y entrado en años, y Paul Gaudens (Benoît Magimel), un joven rico y caprichoso que ha heredado una fortuna familiar. El film se centra tanto en la pasión que despierta el primero en la chica como en la indiferencia de ésta última para con el segundo, un muchacho que de todas formas nunca deja de insistir. Tenemos tres modelos de familia burguesa: la de Gabrielle, hija de una mujer soltera, la de Saint-Denis, sostenida en una aparente felicidad y confianza mutua, y la de Paul, clan distante y orgulloso pero a la vez estable, con la madre como figura excluyente.

Chabrol vuelve a levantar la alfombra de la clase media francesa para mostrar toda la mugre que esconde en sus intentos desesperados por resguardar un prestigio y/ o “buen nombre” del que cree depender para subsistir socialmente. Sin embargo, en este caso el tono es mucho más distendido si lo comparamos con el de obras semejantes como La dama de honor (La demoiselle d’honneur, 2004), En el corazón de la mentira (Au coeur du mensonge, 1999) o El infierno (L’ Enfer, 1994). De hecho, la película es bastante compleja porque comienza como una comedia, se va transformando en un drama y finalmente desemboca en un thriller. El realizador construye con sabiduría el devenir narrativo, interconecta los distintos actos sin apuro, se luce una vez más en la dirección de actores y hasta nos regala un desenlace abstracto y esperanzador, muy poco habitual en él.

Los juegos de poder entre los tres protagonistas son retratados con sutileza y mínimos recursos. Ella está controlada por el novelista y a la vez controla en la distancia al joven, mientras tanto sus respectivas familias viven más o menos ignorantes de esta incesante acumulación de odio. Gaudens representa a la alta burguesía y Saint-Denis a los medios de comunicación, por eso Chabrol se regodea en el fracaso de uno y otro: el primero no puede comprar el amor de su amada y el segundo la destruye con sus patéticas depravaciones sexuales. Gabrielle es la única que parece despertar algo de simpatía y compasión en el cineasta, por más que en el fondo también le reprocha el dejarse arrastrar en este torbellino. Una mujer partida en dos abre numerosos interrogantes morales en lo que hace a la conducta de estos seres y condena fervientemente su nicho, el egoísmo de clase.

Título: Una mujer partida en dos.
Título original: La fille coupée en deux.
Dirección: Claude Chabrol.
Intérpretes: Ludivine Sagnier, Benoît Magimel, François Berléand, Mathilda May, Caroline Silhol, Marie Bunel, Valeria Cavalli, Etienne Chicot, Thomas Chabrol.
Género: Thriller, Comedia negra.
Calificación: Apta mayores de 13 años, con reservas.
Duración: 115 minutos.
Origen: Francia/ Alemania.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de estreno: 24/07/2008.

Puntaje: 7 (siete)

El staff opinó:

Tratándose de una película con la firma de Claude Chabrol uno siempre espera un plus de genialidad y distinción que en este caso no llega nunca. Sin embargo, su mirada ácida sobre la burguesía dice presente como es habitual en su obra y no defrauda.Pablo E. Arahuete (7 puntos)

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