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domingo, 28 abril 2024
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Amor sin barreras: Fiarse de los mayores

Por Aleix Sales, corresponsal Cine Nueva Tribuna, España

Cuando se anuncian ciertos proyectos cinematográficos que conciernen la reelaboración de obras magnas del séptimo arte es inevitable dejarse llevar por la indignación y el cuestionamiento de si es necesario reaprovechar algo que parece inmejorable. Y duele más al ver que el encargado es un cineasta de talento descomunal como Steven Spielberg, quien podría haber invertido ese tiempo y esfuerzo en algo inédito en la gran pantalla, o menos presente en la memoria colectiva. Por no hablar del aura de duda que sobrevuela sobre estas apuestas que parecen más un ejercicio de egocentrismo para equipararse con las leyendas, máss que una verdadera urgencia narrativa.

Con el director de El color púrpura (1985), drama algunas de cuyas secuencias habían sido su mayor acercamiento al musical hasta hoy, no se iba a ser menos e incluso vaticinar una obra menor ateniéndonos a otras ocasiones en las que ha remakeado como en Guerra de los mundos (2005). Teniendo todo el escepticismo del mundo golpeándole la espalda, Spielberg ha dado una lección a sus 75 años con esta colosal versión de West Side Story: fíate de los maestros. Es decir, si alguien con una cinefilia de la talla de Spielberg –o cualquiera de los compañeros de su quinta-, decide embarcarse en una revisión así es porque puede igualarla o superarla.

Estando el listón alto, porque la adaptación de Robert Wise y Jerome Robbins fue una modélica inyección de modernidad a un vetusto género musical, Spielberg ha logrado un perfecto equilibrio entre el redescubrimiento y el respeto por el original, corrigiendo todo aquello que sobrepasaba lo teatral en el film de 1961. El cineasta pule lo que podía haber de obsoleto para los ojos de 2021, dinamizando las acciones y dando más organismo a las coreografías, pero manteniendo una esencia inequívocamente clásica.

El Nueva York de los años 50 está bien vivo gracias a la implacable mano de Spielberg, quien no se conforma con un homenaje al material de base, sino que también invoca otros tótems cinéfilos como Gene Kelly, Orson Welles –ese travelling inicial que traspasa vallas al más puro estilo El Ciudadano (1941)-, o los melodramas de amores imposibles de Douglas Sirk como Lo que el cielo nos da (1955), haciendo de esta Amor sin barreras una de las bombas más cargadas de auténtico cine recientes.

El libreto de Arthur Laurents, la música de Leonard Bernstein y las letras del recientemente desaparecido Stephen Sondheim siguen igual de vigentes al exponer a través de su historia de amor universal los aún existentes problemas raciales en Estados Unidos –acentuados en la era Trump y su proteccionista política migratoria-, la esclavitud de la sociedad capitalista (ese choque de frente con el sueño de America), e incluso incide de manera más patente que antes en la causa feminista –María y Anita están más guerreras que nunca-, la lacra de la violación o la identidad de género (el rol de Anybodys, estupendamente interpretado por el actor no-binario Iris Menas).

Spielberg y su guionista Tony Kushner amplían ligeramente la información y otorgan más empaque a los personajes, enriqueciendo el conjunto y favoreciendo ese mencionado acto de (re)descubrir un clásico. Además, establecen un bello diálogo con la película de Wise y Robbins mediante la bonita reescritura del personaje del tendero Doc ahora como mujer, Valentina, encarnada conmovedoramente por una Rita Moreno (la Anita de 1961) todavía despierta, que toma algo más de relevancia en la trama.

En su particular versión, el director de Ohio redimensiona la obra y magnifica algunos pasajes (notable el glow-up que ha pegado America, I feel pretty en unos grandes almacenes), saliendo más a las calles del West Side y resiguiendo sus edificaciones; pero preserva también la intimidad requerida en momentos como Maria, Tonight o A boy like that/ I have a love. Sensiblemente más violenta y oscura que su predecesora, la fotografía de Janusz Kaminski es de una potencia apabullante en los movimientos (el prólogo o Cool son de escándalo), mientras consigue una textura añeja hollywoodiense elegantísima que realza la belleza de todos los engranajes del goloso envoltorio.

Y la contundencia de la propuesta es reforzada por un casting capitaneado por una radiante Rachel Zegler –que equilibra la inocencia adolescente y la impulsividad de María fantásticamente-; un Ansel Elgort que supera al Tony de Richard Beymer; una enérgica Ariana DeBose con el caramelo de Anita; David Álvarez como un Bernardo muy fresco y creíble; o Mike Faist engordando el carisma en pantalla de Riff.

Sensibilizada con la demanda de diversidad actual al no subtitular los diálogos en español en su versión original, West Side Story es la confirmación de que Spielberg no tiene género que se le resista, aprobando con matrícula la ardua tarea del musical, del cual esperemos que esta no sea su última incursión porque es una gozada lo que ha facturado. Y también una prueba de que, con cariño e inteligencia, se puede jugar con las obras maestras. Lágrimas en la cara ante tal celebración de la música y, sobre todo, del cine en su máximo esplendor. “Something good has come”.

Título: Amor sin barreras.
Título Original: West Side Story.
Dirección: Steven Spielberg.
Intérpretes: Rachel Zegler, Ansel Elgort, David Alvarez, Ariana DeBose, Rita Moreno, Mike Faist, Josh Andrés Rivera, Corey Stoll, Brian d’Arcy James, Maddie Ziegler y Ana Isabelle.
Género: Remake, Musical, Drama, Crimen.
Clasificación: Apta mayores de 13 años con reservas.
Duración: 156 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2021.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 10/12/2021.

Puntaje: 9 (nueve)

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