Por Emiliano Fernández
Esta película posee varios puntos de “interés” para el espectador, si se los puede llamar de esa forma. Reúne a dos de los peores actores de Hollywood, la anodina e inexpresiva Sandra Bullock y el siempre bienintencionado Keanu Reeves, ya transcurridos 12 años desde Máxima Velocidad (Speed, 1994). Por otro lado, constituye el primer film norteamericano del argentino Alejandro Agresti, conocido por El acto en cuestión (1994), Buenos Aires Viceversa (1996), El viento se llevó lo qué (1998) y Valentín (2002). Y como si fuera poco, la están vendiendo como una historia de amor con toques de ciencia ficción, beso entre los protagonistas incluido, que se basa en la película surcoreana Il mare (2000).
Kate Forster (Bullock) es una doctora que decide mudarse de la casa del titulo (una construcción avant garde con amplios ventanales, muy pocas paredes y suspendida sobre la orilla de un lago) para comenzar a trabajar en un hospital de Chicago. La mujer le deja al nuevo inquilino, el arquitecto Alex Wyler (Reeves), una nota en el buzón pidiéndole que por favor le remita toda la correspondencia a su nombre que siga llegando al lugar. Pronto Wyler y Forster descubren que los mensajes que se envían mutuamente llegan en el momento, y que el primero afirma vivir en el año 2004 mientras la segunda en el 2006. La distancia temporal, de índole fantástica, no será obstáculo para que surjan no solo la inquietud y la curiosidad, sino también el amor.
Este drama romántico está maravillosamente fotografiado por Alar Kivilo, un tipo que le saca el jugo a cada toma. Pero ni el guionista David Auburn ni Agresti aportan algún elemento destacable o novedoso a este producto excesivamente previsible. La chatura formal y los limitados recursos actorales de la pareja protagonista generan fastidio y cansancio, sobre todo a partir de la segunda mitad del film debido a la torpeza narrativa a la hora de resolver la historia. Es en ese momento en que se pierde la simpatía ganada durante la primera mitad.
Mientras que Bullock es un verdadero mamarracho actuando (y ni siquiera es linda), por lo menos Reeves casi siempre sale a flote con su eterna cara de “hago lo que puedo”. De todas formas, la película no es totalmente desdeñable ya que, a pesar de aburrir por momentos, no apela a los típicos edulcorantes infantiles a los que nos tiene acostumbrados Hollywood, cuando de historias de amor imposible se trata. Otra ventaja es que el relato se asume como rosa y no se pierde en tramas paralelas ni se apoya en secundarios simpáticos o personajes cómicos forzados. Reconocer los rasgos fundamentales del género y aplicarlos con relativa fortuna ya es un punto a favor.
Sin embargo, La casa del lago es muy derivativa; remite a otros innumerables films y series televisivas. De hecho, toda la película parece un capitulo extenso de La dimensión desconocida (The Twilight Zone), aquella mítica serie de los años `60. Al final uno se queda con las ganas de oír la conclusión final, la moraleja humanista que solía sacar el genial Rod Serling. Centrándose más en la relación amorosa que en las explicaciones filosóficas y/ o científicas de las cartas viajeras a través del tiempo, este curioso film no es ni absolutamente condenable ni tampoco digno de una ovación. La propuesta queda a medio camino y deja un sabor agridulce que resulta fácil de olvidar.
Título: La casa del lago.
Título Original: The lake house.
Dirección: Alejandro Agresti.
Intérpretes: Keanu Reeves, Sandra Bullock, Christopher Plummer, Ebon Moss-Bachrach, Willeke van Ammelrooy, Dylan Walsh, Shohreh Aghdashloo, Lynn Collins, Mike Bacarella y Kevin M. Brennan.
Género: Drama, Fantasía, Romance.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 99 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2006.
Distribuidora: Warner Bros.
Fecha de Estreno: 31/08/2006.
Puntaje: 5 (cinco)