Por Juan Alfonso Samaja
En el barrio de Bernal, y en medio del mundial de fútbol de 1990, comienzan a ocurrir una serie de sangrientos asesinatos. Dos amigos, Mica y Carlos, intentarán revelar la identidad del misterioso asesino.
Crítica
La historia transcurre en 1990. La fecha no es sólo un dato fáctico, ha sido utilizada como una caracterización del escenario; 1990, y sobre todo la música asociada, los artefactos y soportes de reproducción, operan prácticamente como la personalidad y el color narrativo, relativamente nostálgico, que el relato pretende asumir. Del mismo modo que la ambientación temporal, la música también parece escapar a una mera presencia incidental, participando como un personaje lateral en el acontecimiento. La enunciación del relato es dinámica y va conservando una dosificación eficiente del intríngulis narrativo, pasando incuso por un falso desenlace.
Aspectos menos dotados, en cambio, son los que atañen al núcleo narrativo de los acontecimientos y a las caracterizaciones. En cuanto a la estructura narrativa, la película presenta dos líneas principales: por un lado, los misteriosos asesinatos que han empezado a ocurrir en el barrio, y, por otro, el vínculo entre Mica y Carlos, como sus historias individuales. Ninguna de estas líneas centrales ha recibido un desarrollo suficiente.
En cuanto al asesino, prácticamente no tiene presencia dramática en el relato, y la indagación que llevan adelante Mica y Carlos tampoco revela nada significativo ni sobre el desencadenamiento de los crímenes, ni sobre los motivos por los cuales estarían sucediendo en el contexto espacio-tiempo que el relato plantea.
De la historia del vínculo entre Mica y Carlos, es poca la información que el relato nos ofrece. De ella sabemos apenas que trabaja en el local de venta de música y reparación de reproductores de su padre; que sus progenitores han salido de viaje, y la han dejado a cargo del local; que además de asistir a su papá en el local, realiza por cuenta propia grabaciones caseras personalizadas según los gustos de los clientes; y que pasa música en un videobar. De Carlos, tenemos incluso menos información, aunque los datos disponibles –a diferencia de los de Mica- eran potencialmente sustanciosos para un propósito dramático, pues es el único personaje que tiene un conflicto interno. Es homosexual, pero aún no se anima a revelar esta condición a su familia; sale con un joven llamado Carlos, de quien Mica sospechará que está vinculado a los asesinatos. Pero este conflicto latente queda, lamentablemente, limitado a un comentario verbal que luego no tiene ningún desarrollo a lo largo de los acontecimientos.
El otro aspecto deficiente, a mi juicio, son las caracterizaciones endebles y muy desdibujadas de los personajes secundarios, que transitan únicamente la escena para servir de víctimas al asesino.
Es, de todos modos, elogiable la propuesta de producir un relato slasher hecho en Argentina; un tipo de producto que -en nuestro país- sólo podemos apreciar en festivales del género como Buenos Aires Rojo Sangre.
Título: Nadie va a escuchar tu grito.
Dirección: Mariano Cattaneo.
Intérpretes: Sol Wainer, Byron Barbieri, Román Almaraz, Leonel Romero, Alma Laura Loiacono Donatini, Germán Baudino, Pablo Marini, Valentín Sasson y Fabián Forte.
Fotografía: Facundo Nuble.
Música: Luciano Onetti.
Género: Terror, Slasher.
Calificación: AM 16 años.
Duración: 80 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2025.
Distribuidora: Independiente.
Fecha de estreno: 02/10/2025.
Puntaje: 6 (seis)
