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martes, 18 noviembre 2025
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Crónicas de la 58ª edición del Festival Internacional de Sitges: Día 1

Por Joan Segovia, corresponsal en España

Sitges 2025 – Día 1: Para no perder la costumbre, empezamos con tormenta

Empezó el Festival Internacional de cine de Sitges, 58º edición ni más ni menos, y, para no variar, el cielo decidió acompañar el tono del cartel: oscuro, húmedo y con esa lluvia tonta que parece inofensiva hasta que cala. Entre chaparrones, acreditaciones empapadas y cafés demasiado caros, arrancó esta nueva edición de Sitges, que prometía grandeza con Julia Ducournau inaugurando el festival con Alpha. Y sí, había ambiente de estreno, pero también caras de “a ver si este año empieza mejor que el anterior”.

Pese a su elenco y premisa prometedora, Tornado (2025) se ha quedado a medio camino.

Mi primera película del día fue Tornado, a las 10:45 en la sala Tramuntana. La dirigió John Maclean y tiene detrás nombres de peso: Kōki, Tim Roth y Jack Lowden, entre otros. El concepto suena potente: una historia ambientada en la Inglaterra de 1790, con una joven japonesa huyendo de una banda de criminales, mezclando estética samurái y western polvoriento. En teoría, perfecta para Sitges. En la práctica… no tanto. Visualmente es preciosa, con una fotografía de esas que podrían ser tu fondo de pantalla y un sonido que te mete en el barro. Pero a nivel narrativo, la cosa se queda corta. Tornado, así se llama la protagonista, pasa más tiempo corriendo y escondiéndose que pensando con lógica lo que debe hacer, mientras sus perseguidores avanzan andando, con una paciencia bíblica. Y aun así, siempre la alcanzan. Las actuaciones son tan planas que ni el buen hacer de la protagonista logra salvarlo del tedio. Lo mejor, sin duda, fue el silencio de la sala: nadie se atrevía a moverse por miedo a despertar a los vecinos.

Shelby Oaks (2024), ópera prima del crítico Chris Stuckmann, no ha logrado convencer con su propuesta.

Después tocó Shelby Oaks, ópera prima del conocido crítico de YouTube Chris Stuckmann. Se trata de la típica película de terror que te hace gritarle a la pantalla porque la protagonista toma cada decisión absurda posible. Ya sabes, ese tipo de historia en la que si le persigue algo peligroso y consigue escapar, lo más lógico para el personaje es ir directo hacia el ruido de la habitación de al lado. No es que esperase una obra maestra, pero cuesta tomarte en serio algo así cuando tu cerebro solo puede pensar en lo mucho que su elenco merece la muerte. Técnicamente está bien, eso sí: tiene atmósfera y sabe jugar con la tensión, pero el guion y los personajes parecen escritos por alguien con una apuesta personal por el absurdo o por una mala IA.

Alpha (2025), de la premiada en Cannes por Titane Julia Ducournau, es un paso atrás en su carrera.

Entrada la tarde llegó Alpha (ver crítica de Mónica Grau-Seto), la gran inauguración. El Melía se llenó de flashes, paraguas, trajes oscuros y caras conocidas. Tras el éxito de Titane (2021), Julia Ducournau trajo un drama visualmente impecable, con toda esa estética fría y metálica que ya es su sello. Hay una idea interesante detrás, con metáforas sobre virus, aislamiento y miedo al contagio —entre el VIH y el eco del COVID—, pero la película no acaba de lanzarse. Se queda flotando en su propio drama, demasiado preocupada por ser intensa y poco por contar algo realmente nuevo. Es bonita, sí. Pero también distante, como si estuviera más interesada en posar que en aportar.

Con la proyección terminada, el cielo decidió hacer su propio espectáculo: tormentón monumental, calles inundadas, gente corriendo con los periódicos como escudos y las luces del Melía fallando cada dos por tres.

Paul Rudd y Jenna Ortega en la entretenida y sin pretensiones Death of a Unicorn, de Alex Scharfman.

En medio de la lluvia, me lancé a ver Death of a Unicorn, dirigida por Alex Scharfman, en la Tramuntana. Y, sinceramente, después de todo lo anterior, fue como una ducha de agua templada: simple, divertida y sin pretensiones. Paul Rudd y Jenna Ortega atropellan a un unicornio, y a partir de ahí se monta una historia de ciencia, poder y estupidez humana. Es el tipo de película que sabe lo que es y no intenta disimularlo. Humor de manual, monstruos digitales, diálogos ligeros y actores que claramente están pasándoselo bien. Puede que no sea brillante, pero entra sola, y después de un día pasado por agua, se agradece no tener que pensar demasiado. En varias ocasiones se fue la luz durante unos instantes y las luces de emergencia se encendieron, aunque por lo menos, la película no se cortó.

Y con esto, la primera jornada del Festival de cine de Sitges 2025 terminó con los pies mojados y la sensación de que, un año más, sigue fiel a sí mismo: desbordante, caótico, lleno de películas de dudosa calidad y, pese a todo, imposible de abandonar.

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