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domingo, 28 abril 2024
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K-19: The Widowmaker: El naufragio del enviudador

Por Juan Blanco

Hay algunos detalles acerca de las películas de submarinos que resultan muy extraños como para pensarlos demasiado: nunca son grandes películas pero nunca llegan a estar mal; resuelven un promedio de dos horas con buena acción y un suspenso claustrofóbico; y hasta se puede considerar que crearon un subgénero dentro del cine bélico o en algunos casos de espionaje. ¿Cómo lo lograron? Bueno, uno de los referentes contemporáneos para consultar sería Wolfgang Petersen, que con su film El barco (1981) marcó el más ambicioso proyecto dedicado a las naves submarinas del ejército.

Pasando El barco, se conocen otros ejemplos sólidos como La caza al octubre rojo, de John McTiernan; Marea Roja, de Tony Scott; y la más reciente U-571, del iniciado Jonathan Mostow. Todas estas películas dotadas con la gran cualidad de verse concentradas en simples anécdotas dispuestas a entretener por sobre cualquier intento de grandilocuencia discursiva, ya sea de carácter político o simplemente humano. Y en eso siempre radicó la efectividad de las películas de submarinos: en no ambicionar más allá de esas anécdotas de guerra, y contando tan sólo con ellas para lograr su cometido y asegurarse un lugarcito en el recuerdo del público.

Con el estreno de K-19: The Widowmaker, siendo la última excusa para una nueva aventura bajo el agua dentro de uno de esos torpedos motorizados, se llega a ser testigo de esa excepción que significaría el fracaso para un film de submarinos: la del intento de trascender esa anécdota con un relato sentencioso digno de película bélica americana. Aunque hay que apuntar que no se trata de americanos sino de rusos, pero lo desalentador es que se cuenta con los primeros haciéndose pasar por los segundos en plena construcción de un hecho histórico ruso. Lo demás está cantado.

El film está a cargo de la directora Kathryn Bigelow (Punto Límite, Días extraños), conocida por ser la mujer dura de Hollywood que paradójicamente disfruta dirigiendo películas para hombres, y en quien descansa casi toda la porción de efectividad de esta historia que, limitándose a la sola reconstrucción de los hechos, resulta cautivante y estremecedora. Lo cierto es que si K-19 tiene algunos puntos a favor, es en la destreza con que se suceden los trágicos acontecimientos dentro del submarino enviudador, producto de la pericia de una de las pocas y mejores directoras del cine americano, y después, en la justa actuación de Harrison Ford en la piel del capitán de la nave soviética. Su personaje es de esos creíbles hasta que un guión conveniente decide destruirlo con vuelcos de personalidad incongruentes que nunca encuentran sus causas ni tiempos. No obstante, Ford es un tipo que puede hacer de ruso con la misma dificultad con que Indiana Jones puede sacudir el látigo, y K-19 le debe todos sus buenos momentos a él y a la Sra Bigelow.

La lástima viene de la mano de un guión y de toda una periferia de producción (aunque hay que reconocer que Ford y Bigelow también están metidos en la última) que no se conforman con esos fines utilitarios subestimados que en ocasiones tanto bien le hacen al cine, sino que en esa tonta necesidad por “enseñarnos” acerca del heroísmo y la nobleza, arruinan con cursilerías la impecable labor de gente que solía saber lo que hacía dentro de la industria de Hollywood.

Título: K-19: The Widowmaker.
Título Original: Idem.
Dirección: Kathryn Bigelow.
Intérpretes: Harrison Ford, Liam Neeson, Peter Sarsgaard, Sam Spruell, Peter Stebbings, Christian Camargo y Joss Ackland.
Género: Drama, Histórica, Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 138 minutos.
Origen: Reino Unido/ Alemania/ Canadá/ EE.UU.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 31/10/2002.

Puntaje: 5 (cinco)

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