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sábado, 27 abril 2024
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Sin rastro: Sin sentido

Por Juan Blanco

Cuando me senté a ver Sin Rastro, algo me resultó tan extraño al comienzo que hasta me predispuso ante eso por lo que en un principio no apostaba ni un caramelo. Resulta que había una chica (Katie Holmes) en pleno movimiento, que se advertía que estaba procurándose futuros contactos de trabajo; instantes después uno se entera de que Katie es la primera de su clase en la universidad, y que está a punto de terminar una tesis que la impulsaría profesionalmente, y pronto. En eso, y gracias a la magia del montaje alterno, se nos hace testigos de la asignación del detective Handler (Benjamin Bratt) a un caso de desaparición que data de un par de años de antigüedad. El desaparecido era un estudiante rico, Embry –una vez novio de Katie-, quien de golpe se esfumó sin dejar rastro luego de una presentación de teatro en el sótano de la escuela (el pibe era un artista); nunca más nadie supo nada de él, ni su ex abandonada, ni sus compañeros ni su familia.

Pero ahora el caso está reabierto, y Handler será quien deba inmiscuirse en la relación pasada entre Katie y Embry para averiguar qué pasó, cuándo y cómo. En ambas anécdotas paralelas se denota una suerte de caos y de presión constante que rodea a estos dos protagonistas; y el sólo hecho de que el misterio ya estuviese planteado desde el comienzo, y que estos dos mártires ya estuviesen involucrados en el entuerto mucho antes de lo que las imágenes pudieran explicárnoslo, fueron los detonantes para obligarme a pensar –por un momento- que no se trataba de otra película de suspenso universitario, con adolescentes ingenuos y perseguidos, y con ese detective arquetípico en pleno despliegue de soberbia policíaca. Sin rastro parecía otra cosa, algo raro proveniente del guionista de Traffic, pero que sólo moriría en eso mismo, en las apariencias.

Cuando Katie conoce al detective, se flashea (aunque lo niega), y lo flashea (cosa evidente), y en seguida el asunto se complica. De golpe Katie empieza a sufrir las súbitas apariciones de su ex-novio en los lugares y momentos más insólitos, motivo por el cual la joven se asusta, se siente acosada, y para colmo al no ceder las presiones de su estudio, la confusión se incrementa hasta sumirla en la paranoia absoluta. Entonces pasan a haber tres participantes en el juego: la chica (entre estresada y enamorada), el detective (entre desorientado y caliente), y el ex-novio de la primera (entre celoso y rompequinotos). Hasta ahí todo parece cuanto menos divertido…

No obstante, el juego no tarda en volverse uno de esos en los que hacer trampa resulta difícil sin que otro de los participantes deschave la movida, por eso Sin rastro se entierra por pretender continuar un misterio agotado, aún cuando alguien ya botoneó la trampa y no vale la pena seguir intentando. En la transición de la primera a la segunda mitad del relato, los personajes pasaron de ser ambiguos a un papel de calcar barato, y sus situaciones pasan a exponer lo obvio (cosa que aburre) y a redundar con intentos de despiste, como si el espectador fuera tonto (cosa que ofende). Y creo que justamente el motivo más acertado por el que Sin rastro termina sufriendo su castigo, es porque el espectador ya no es tan tonto como hace veinte años; y su error garrafal es intentar subestimarlo sin sentido con recursos baratos y fechados. Maduremos un poco…

Título: Sin rastro.
Título Original: Abandon.
Dirección: Stephen Gaghan.
Intérpretes: Katie Holmes, Benjamin Bratt, Charlie Hunnam, Zooey Deschanel, Melanie Lynskey, Gabrielle Union, Fred Ward, Will McCormack, Gabriel Mann.
Género: Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 99 minutos.
Origen: EE.UU./ Canadá/ Alemania.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 21/11/2002.

Puntaje: 3 (tres)

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