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lunes, 29 abril 2024
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El nuevo mundo: El origen de lo natural

Por Emiliano Fernández

Cuarto film de Terrence Malick en más de 30 años, El Nuevo Mundo (The New World, 2005) es un filosófico y onírico poema visual de imponente belleza. Mientras que el sistema de estudios de Hollywood se regodea en fórmulas gastadas y personajes vacíos y estereotipados, el ya sexagenario director vuelve a construir una película extremadamente personal, marcada por ese existencialismo naturalista tan característico de su cine.

El film narra la leyenda popular estadounidense de Pocahontas. Los primeros británicos llegan a las costas de Virginia en 1607 y fundan una pequeña colonia. Al no encontrar oro y comenzar a pasar hambre, le encomiendan al Capitán John Smith (un correcto Colin Farrell) encabezar una expedición en busca de alimentos. Cuando penetran en los frondosos bosques son atacados por los indígenas nativos de esas tierras, los Powhatan. Smith resulta ser el único sobreviviente y es tomado prisionero. En la aldea de la tribu conoce a la hija favorita del jefe indígena, Pocahontas (la genial Q`orianka Kilcher), de la que se termina enamorando y a través de la cual conoce las costumbres y la cultura del pueblo nativo. Cuando finalmente es dejado en libertad, Smith vuelve a la colonia. Pero los ingleses no quieren irse, lo que motiva enfrentamientos con los Powhatan. Pocahontas ayuda a los británicos, y cuando es expulsada de la tribu por su padre y dejada abandonada en otra aldea indígena, los anglosajones le “devuelven” el favor comprándola como salvoconducto para evitar futuros ataques de los nativos. La pasión de Pocahontas hacia Smith no merma, por lo que este decide tomar una muy dura decisión que afectará la vida de ambos.

Mezcla de épica histórica y relato lírico ensoñado, el film deambula por los recovecos más vírgenes de los bosques de Virginia, nos presenta el choque de dos civilizaciones y traza la crónica de un amor imposible como trasfondo general. Al igual que los delincuentes de Badlands (1973), los campesinos de Días de Gloria (Days of Heaven, 1978) o los soldados de La Delgada Línea Roja (The Thin Red Line, 1998), los protagonistas de El Nuevo Mundo se cuestionan sobre sus condiciones de existencia y su lugar como ínfimos granos de arena en la inmensa duna que los rodea. La duda es la fuerza propulsora de todos y cada uno de ellos; el preguntarse y repreguntarse es lo que los motiva y dirige.

Aquí encontramos todas los elementos recurrentes en la obra de Malick: soliloquios por parte de los personajes centrales, tomas de hierbas altas en extensos campos y terrenos, iluminación natural y sin artificios, planos del sol, de árboles, de arroyos, de ríos, etc. Nuevamente encontramos esa búsqueda incesante por el nacimiento de la naturaleza, por el origen de lo natural, por la raíz de la vida misma, entendida no como una serie de ciclos vitales que siempre se repiten, sino como una gran “madre” que reside en cada uno de los entes que conforman el mundo, en su flora, en su fauna y en su inconmensurable geografía.

Siempre un cineasta de preguntas abiertas y de respuestas complejas, Malick parece querer decirnos que las razones de la victoria británica y la derrota indígena residen no en la superioridad en armas, enfermedades y drogas, las cuales sin duda ayudaron en el objetivo británico de diezmar a los nativos, sino en la mentalidad inglesa, en la cultura europea en general. Esta última demostró en forma constante una capacidad de adaptación muy grande: incorporar a las nuevas civilizaciones y a las nuevas culturas siempre le resultó relativamente sencillo. Por otro lado, a los indígenas comprender al europeo les llevó mucho más tiempo, demostrando poseer una cultura menos receptiva a lo nuevo, a lo diferente. Malick nos dice que la derrota no fue solo material, sino fundamentalmente intelectual, simbólica: las armas mataban pero la neutralización cultural de los pueblos aborígenes fue tanto o más violenta.

Quizás por eso el director decidió adaptar esta historia del folklore estadounidense: la progresiva adaptación de Pocahontas a la vida de la colonia, que culmina con el abandono de su nombre aborigen (que nunca se pronuncia en el film) y la aceptación de un nombre anglosajón, Rebeca, es un buen ejemplo de la victoria cultural inglesa. Este desistir de sus tradiciones originarias para ajustarse a nuevos patrones de comportamiento destruye el vivir de los pueblos autóctonos de América, lo que se conecta para Malick con su constante pesquisa en pos de la causa y el fundamento de nuestra existencia.

Sin brindarnos una solución fácil ni apresurada, El Nuevo Mundo narra la derrota de una civilización manteniendo siempre un estilo contemplativo, relajado y sereno que produce un fuerte extrañamiento hacia todo lo que vemos en pantalla. Examinando el mundo con profundas abstracciones, Malick nos ofrece el sonido del agua corriendo en el pequeño afluente de un río o el zumbido del viento soplando entre dos árboles. Con estas hermosas imágenes el director busca su paraíso perdido mientras nos dice que quizás allí resida la gran “madre” de toda la vida, esa que casi nunca vemos ni oímos en nuestras pequeñas rutinas cotidianas.

Título: El nuevo mundo.
Título Original: The New Wold.
Dirección: Terrence Malick.
Intérpretes: Colin Farrell, Q’orianka Kilcher, Christian Bale, Christopher Plummer, Yorick Van Wageningen, David Thewlis, August Schellenberg, Noah Taylor, Eddie Marsan y Wes Studi.
Género: Biografía, Drama histórico.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 135 minutos.
Origen: EE.UU. / Reino Unido.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 27/04/2006.

Puntaje: 9 (nueve)

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