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miércoles, 24 abril 2024
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Green Book – Una amistad sin fronteras: ¿Cuál es el color de la discriminación?

Por Pablo Arahuete

Ambos viven de sus manos, uno desde su virtuosismo a la hora de ejecutar complicadas piezas para piano y el otro cuando la fuerza de sus puños amedrentan cualquier amenaza que ponga en juego los intereses de aquellos para quienes trabaja. Y entre ellos un contexto, un manto invisible que segrega más allá de la historia de cada uno; más allá de sus orígenes pero siempre teñido de ese color que no tiene gama llamado racismo.

Sin embargo, a la monocromática pereza mental siempre se le impone la creatividad y la necesaria y ferviente inquietud de que pese a todo vale la pena buscar un cambio. Tal vez este sea uno de los caminos transitados por esta road movie luminosa, Green Book – Una amistad sin fronteras, escrita y dirigida por Peter Farrelly, otrora relacionado con la comedia irreverente y que -si se permite el juego- ahora se vuelve irreverente aunque en un carácter mucho más amplio y profundo cuando dobla la apuesta sobre aquellas películas que buscan abarcar mucho y se quedan en el intento.

Green Book, en alusión a ese pequeño libro que funcionaba de guía para que los afroamericanos encontraran lugares en los que no operara la tradición segregacionista de los blancos y así evitar el contacto directo, funciona como road movie no sólo por respetar los códigos de este formato sino porque los personajes se transforman durante el viaje por Pensilvania, Ohio, Indiana, Iowa, Kentucky, Carolina del Norte y Georgia.

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El punto de partida es el pretexto de una gira para la cual el pianista afroamericano Don Shirley (Mahershala Ali) contrata los servicios de Anthony Vallelonga, alias Tony Lip (Viggo Mortensen) como chofer y guardaespaldas, pues parte de esa gira tiene por destino ciudades de Estados Unidos, más precisamente del Sur como Tennessee, Arkansas, Luisiana, Mississippi y Alabama, caracterizadas por el alto nivel de racismo en el contexto histórico en que se desarrolla la trama. La sola presencia del pianista negro en Alabama y el trato despectivo más allá de su nivel artístico es el único escenario que necesitaba el realizador de Loco por Mary para abarcar con sutileza el mayor conflicto que atraviesa al personaje de Don Shirley, algo parco, alcohólico, homosexual y retraído.

Ahora bien, la fuerza de este film justamente reside en todo lo que no muestra porque no se trata de un alegato contra las prácticas racistas, tampoco de un drama testimonial como por ejemplo Doce años de esclavitud. Antes que nada estamos en presencia de un relato de opuestos que se unen porque aprenden el uno del otro; comparten sus contradicciones y miserias con la misma equidad que los caracteriza, tan imperfectos como humanos. Peter Farrelly por momentos parece construir desde su guión un film cuya base no es otra que la identidad y por ende la defensa de la identidad y de la esencia frente a cualquier obstáculo o prejuicio. No obstante para pensar en identidad entra en juego el espacio y el entorno, por lo tanto la pertenencia, otro de los caminos transitados por Green Book – Una amistad sin fronteras, y más desarrollado respecto al grupo étnico de Tony Lip.

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El tercer eje es el de la amistad por encima de la lucha de clases, la riqueza en el intercambio de historia y experiencias es lo que en definitiva genera el vínculo entre Don y Tony, un afro y un ítalo americano, las minorías que hicieron de Estados Unidos lo que es en definitiva hoy por hoy. Todo eso mezclado con el humanismo que también es una posición política como decisión tanto desde el aspecto estético como en lo ético.

Bienvenidas sean películas como Green Book – Una amistad sin fronteras por contar la historia de Estados Unidos desde esos fragmentos sociopolíticos desperdigados en el correlato del relato del “american way of life”, una arista oculta por lo general como la del segregacionismo sureño aún vigente bajo la mirada no de un afroamericano sino de un director con sentido común y sensibilidad social como demuestra Peter Farrelly y su elenco de lujo para que explote el talento de Viggo Mortensen en un rol alejado de cualquier estereotipo de bruto de buen corazón y para el que tuvo que aumentar 20 kilos por el physique du rol de Tony Lip (en la vida real terminó como actor de cine) y Mahershala Ali, dúctil a la hora de transmitir emociones sin desborde y simplemente con una sonrisa o una lágrima extraviada en medio de un dique de contención emocional, que a veces se rompe cuando el arte desde la música clásica o jazz habla el idioma del corazón o cuando desde la simpleza de un diálogo no forzado con el sabio Tony le devuelve aquella esperanza de no estar tan solo en su castillo de la soledad.

En el piano hay teclas negras y blancas pero los acordes y las armonías se generan en la mezcla y allí la música es la que unifica. En la vida debería ser así.

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Título: Green Book – Una amistad sin fronteras
Título Original: Green Book
Dirección: Peter Farrelly
Intérpretes: Linda Cardellini, Viggo Mortensen y Mahershala Ali
Género: Basado en hechos reales, melodrama, road movie
Clasificación: Sin definir
Duración: 130 minutos
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2018
Distribuidora: Diamond Films
Fecha de Estreno: 14/02/2019

Puntaje: 9 (nueve)

Pablo Arahuete
Pablo Arahuetehttps://cinefreaks.net/2023
Licenciado en Periodismo y Comunicación, crítico de cine, escritor en potencia y soñador en acto. Amante del buen cine, la incertidumbre y las preguntas difíciles.
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