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miércoles, 21 mayo 2025
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Misericordia: El desconcierto como forma de thriller

Por Iara Reboredo

Con Misericordia, Alain Guiraudie confirma su lugar entre los cineastas contemporáneos más inclasificables e intrigantes del panorama europeo. Fiel a su estilo, el director francés vuelve a desafiar los límites de los géneros establecidos, y en esta ocasión se sumerge en el thriller psicológico no para replicar sus fórmulas, sino para diluirlas, subvertirlas y, en última instancia, reinventarlas. En lugar de perseguir un relato de tensión creciente y resolución dramática, Guiraudie construye una obra que se apoya en lo insinuado, en lo que no se dice, en los gestos apenas perceptibles y en las miradas cargadas de ambigüedad. Es una película que trabaja con la incomodidad como lenguaje y con la incertidumbre como motor narrativo.

La historia, en apariencia sencilla, esconde múltiples capas de complejidad. Jérémie (Félix Kysyl), joven callado y enigmático, regresa a su pueblo natal para asistir al funeral de su antiguo jefe. Lo que parecía un gesto breve y protocolar se transforma paulatinamente en una permanencia inquietante, marcada por la convivencia con Martine (Catherine Frot), la viuda del fallecido. El vínculo entre ellos, tenso y cargado de elementos no resueltos, se convierte en el núcleo de una historia donde cada interacción social está atravesada por un sentimiento de rareza, como si todos los personajes vivieran ligeramente desplazados de sí mismos y de su entorno.

Guiraudie elige no apresurar los acontecimientos ni explicitar los conflictos. Su apuesta narrativa está marcada por el ritmo pausado, los silencios prolongados y las decisiones formales que priorizan la construcción de atmósfera por sobre la progresión de la trama. La cámara se mueve con discreción, observando más que enfatizando, y la puesta en escena insiste en lo cotidiano para dejar que lo extraño emerja dentro de ese mismo marco. En ese sentido, Misericordia recuerda a ciertos pasajes del cine de Michael Haneke o incluso de Lucrecia Martel: hay una tensión latente que nunca explota, pero cuya presencia se vuelve casi física.

La fotografía de paisajes rurales, fríos, envueltos en una luz apagada, refuerza esa idea de aislamiento existencial. Los espacios abiertos parecen encerrar más que liberar, y lo que podría haberse mostrado como un reencuentro íntimo con las raíces se convierte, más bien, en una experiencia de alienación progresiva. Jérémie no encuentra en el pueblo ni calidez ni refugio, sino un territorio marcado por los espectros del pasado y por una comunidad que opera bajo lógicas opacas.

Uno de los aciertos más notables del film es el tratamiento del tiempo. Lejos de la urgencia narrativa de los thrillers clásicos, Misericordia dilata las escenas, las deja respirar, permite que la incomodidad crezca de forma orgánica. Este riesgo formal puede resultar desafiante para ciertos espectadores, pero al mismo tiempo es lo que otorga a la película su potencia distintiva. El thriller, aquí, se convierte en un estado anímico más que en una estructura dramática: la tensión se siente, más que comprenderse.

Félix Kysyl, en su papel protagónico, aporta una presencia contenida pero magnética. Con mínimos gestos, logra transmitir el desconcierto, la sospecha, y también una extraña forma de deseo. Jérémie es un personaje hermético, pero esa opacidad está construida con delicadeza, nunca de forma vacía. Por su parte, Catherine Frot compone a Martine con una mezcla de autoridad, fragilidad y ambigüedad moral que eleva aún más el conflicto latente entre ambos. El duelo, la soledad y la culpa se entrelazan en una relación que nunca se define del todo, pero que resulta profundamente perturbadora.

El guion, cargado de giros discretos pero efectivos, evita con elegancia los lugares comunes. Hay humor, sí, pero siempre bajo una capa de extrañeza que impide que el relato se vuelva cómodo o predecible. Guiraudie logra un difícil equilibrio entre géneros: su película navega entre el drama íntimo, el misterio y la comedia negra con notable solvencia, sin perder en ningún momento su coherencia estética y narrativa.

Misericordia no busca respuestas ni ofrece consuelo. Es una obra que asume la incomodidad como condición esencial del relato, y que invita al espectador a habitar ese terreno incierto donde las cosas no se resuelven, pero se sienten profundamente. Es una experiencia que persiste más allá del visionado, como una presencia que no termina de desaparecer.

En un panorama cinematográfico donde muchas veces se privilegia la claridad, la contundencia y la espectacularidad, Guiraudie ofrece lo contrario: una película sutil, áspera, hermosa en su desolación y radical en su apuesta por lo ambiguo. Misericordia es, en definitiva, un thriller que no busca inquietar con sobresaltos, sino con la lenta certeza de que nada es exactamente lo que parece. Y en ese desconcierto, encuentra su mayor poder.

Título: Misericordia. Título original: Miséricorde. Dirección: Alain Guiraudie. Intérpretes: Félix Kysyl, Catherine Frot, Jacques Develay, Jean-Baptiste Durand, David Ayala, Serge Richard, Tatiana Spivakova, Elio Lunetta, Sébastien Faglain y Salomé Lopes. Género: Thriller, Drama, Crimen, Comedia.
Calificación: AM 16 años. Duración: 104 minutos. Origen: Francia/ España/ Portugal. Año de realización: 2024. Distribuidora: LAT-E. Fecha de estreno: 01/05/2025.

Puntaje: 8 (ocho)

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