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lunes, 29 abril 2024
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El camino de los sueños: El arte de soñar despierto

Por Juan Blanco

David Lynch alguna vez expresó que jamás aceptaría la teoría de que sus películas promuevan a la manipulación directa de la audiencia como una proyección de su voluntad. Es un artista que prefiere reparar en el amor que siente por sus ideas, y alega que de ese mismo sentimiento nace su necesidad de compartirlas, ya sean provocativas o no, pero no así la de crear una predeterminada reacción emocional con ellas. Desprendiéndose de esto -y confiando en Lynch-, dos de los factores determinantes que se evidencian en contradicción en muchas de sus obras, la incomodidad vs. el placer, tendrían entonces su origen en un lugar que poco y nada tiene que ver con la intención concreta, sino en una serie de operaciones a medio camino entre lo arbitrario y lo accidental; según Lynch, un choque entre dos factores, ese accidente que da origen a un tercer elemento, es lo que fundamenta la creación.

Ante un film de Lynch uno se siente incómodo porque nada nos es expuesto como lo conocemos, ni tiene lugar en contextos convencionales o en tiempos, digamos, cronometrables; cada pregunta encuentra su origen y cada respuesta su destino en un ejercicio, si se quiere, libre, abstracto en su contextura, y que no vale la pena intentar corregir, posibilitar ni normalizar. Al igual que un sueño, el cine de Lynch es la antítesis de lo “real”. Se supone que cuando uno sueña no debería angustiarse por los acontecimientos que puedan acechar en ese estado sin control, después de todo no es real. No obstante, uno suele hacer caso omiso de esto y normalmente sufre y se angustia por los sueños, porque en ese momento parecemos no dominar las riendas de nuestra propia mente y eso nos sumerge en un estado de pánico absoluto. Aún así, al mismo tiempo encontramos un cierto deleite en las imágenes que nos confunden entre su belleza inclasificable y sus posibilidades de existir como tales. El cine de Lynch, como una especie de sueño tangible, cautiva más allá de la angustia y de que nuestra percepción obtusa nos obligue a buscar un por qué a lo que experimentamos, en lugar de distendernos frente a esa experiencia. Si sus películas intentan algo de manera consciente, es hacernos comprender al cine como una sucesión de ideas que, ya sean convencionales o no, resultan el vehículo propicio para obsequiarnos vivencias diversas e infinitas. El cine no es real sino ficción, como los sueños, y Lynch siempre reflexiona sobre ese paradigma.

Lo que nutre a Mulholland Drive, su más reciente trabajo, es la necesidad -que a veces todos tenemos- de soñar una vida mejor; ese reniego que predicamos frente a nuestra amarga existencia, frente a esa trivialidad que nos encantaría modificar para ser parte de algo más grande, quizás menos rutinario y ciertamente más feliz (en el sentido utópico del término). El Camino de los Sueños explica cómo sin quererlo un sueño de placer se nos puede transformar en pesadilla y sumirnos en la más mortal confusión entre la experiencia de vida con la que contamos y esa fantasía que nos realizaría como seres felices, y tal vez más singulares. Sus personajes se encuentran en esa búsqueda de su identidad lejos de la imagen que les refleja el espejo, en algunos casos por ambición, en otros por simple necesidad y, en el mejor de los escenarios, por amor. Algo más acorde a la idea que ellos mismos tienen de lo que su vida debería ser y no es; del amor que debería corresponderles y que no les corresponde. Eventualmente, esa búsqueda terminará convirtiendo la obsesión de estos seres en locura, donde desaparecerá la línea entre lo real y lo onírico y entonces ya nada importará: se anularía todo concepto de moral y/o ética, dando quizás cabida al asesinato o al suicidio como simples elementos de rutina.

Sí, Mulholland Drive es una tragedia de amor ambientada en Hollywood casi ininteligible (aunque formalmente es un relojito suizo), pero sólo se advierte así si uno decide encausarla de ese modo y tratar de ajustarla a la lógica narrativa que acostumbramos emplear día a día. Sospecho que vista desde una fundada óptica más surrealista, onírica, y quizás hasta más propia del cine en estado puro, Mulholand Drive es una reflexión acerca de lo ilimitado de la misma representación cinematográfica en directa relación con el inconsciente. Nuestra aventura consiste en regalarnos a una sucesión de ideas que quizás no encuentren su cauce de manera 100% racional, sino que coquetean con un utilitarismo emocional que no se explica; se siente. Es el espectador quien deberá rellenar los espacios vacíos de esta historia detectivesca de rechazo y desamor que provoca con su complejidad de puesta en escena. Pero a no rendirse, porque el relato a la larga se cierra.

A nivel informativo sólo puedo apuntar que el proyecto alguna vez se pretendió para televisión y solventado por la cadena ABC de la Disney, pero que no se concretó por las dificultades que implica la comercialización de Lynch en TV. Por otra parte, si debo (aunque sé que no es tan así) caer en una recomendación hacia el lector, diría que se tenga en cuenta que El camino de los sueños está más en la línea pesadillesca de Eraserhead, Carretera Perdida o Twin Peaks que en la dramática convencional de El hombre elefante o Una historia sencilla. De todos modos, se lo puede considerar una especie de grandes éxitos de David Lynch -tampoco falta la connotación sexual o el cinismo de Terciopelo Azul ni el humor enfermizo de Corazón Salvaje (entre algunos de sus trabajos restantes)-, sobre todo porque se asume sin miedo como una mirada auto-biográfica de uno de los autores más interesantes que conoció la pantalla ancha jamás, así como también una polémica interna sobre la representación cinematográfica que “El Rey de lo extraño” siempre se esmera por dejar inconclusa.

Título: El camino de los sueños.
Título Original: Mulholland Drive.
Dirección: David Lynch.
Intérpretes: Naomi Watts, Laura Elena Harring, Justin Theroux, Ann Miller, Robert Forster, Brent Briscoe, Jeannie Bates, Melissa George, Dan Hedaya, Lori Heuring y Billy Ray Cyrus.
Género: Drama, Misterio, Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 147 minutos.
Origen: Francia/ EE.UU.
Año de realización: 2001.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 24/10/2002.

Puntaje: 10 (diez)

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