back to top
domingo, 28 abril 2024
InicioCríticaCuando acecha la maldad: ¡Vamos a morir todos!

Cuando acecha la maldad: ¡Vamos a morir todos!

Por Juan Alfonso Samaja

*Se advierte al lector que la nota contiene spoilers

En una olvidada localidad campesina se manifiesta una presencia diabólica, encarnada en el cuerpo de un muchacho llamado Uriel. Los hermanos Pedro y Jimmy son los únicos del pueblo que toman conciencia del peligro que los acecha, y contemplan con horror cómo la maldad va contaminando todas las almas del lugar, destruyendo a quienes intentan hacerle frente.

Crítica

El argumento comienza presentando a los protagonistas involuntarios de la tragedia: los hermanos Pedro y Jimmy. Habiendo escuchado una serie de disparos durante la noche, terminan dando con el cadáver horriblemente mutilado de un desconocido en lo profundo del bosque. Entre las pertenencias del difunto, hallan unos extraños objetos dorados, como de astronomía, y una documentación que les indica una dirección, la casilla de María Helena, a donde aparentemente este sujeto se dirigía antes de su fatal desenlace. Cuando los hermanos llegan a la casa de la mujer se les hace evidente lo que ha pasado. En la habitación trasera, postrado y deforme, se encuentra Uriel; su cuerpo está completamente “embichado” (Así denominan los lugareños a un infectado por alimañas y parásitos, consecuencia de un acto de brujería). Uriel está “embichado” desde hace un año, y María Helena ha informado a las autoridades para que tome cartas en este asunto. Sin embargo, nadie ha acudido a ayudarla; por ese motivo había solicitado la ayuda de este extraño, que aparentemente tenía conocimientos para poder enfrentar la presencia maligna en el cuerpo de Uriel del único modo que es posible: por medio de una muerte ritual. Pedro y Jimmy se dirigen entonces hacia la comisaría para poner en conocimiento a los oficiales sobre el cadáver que han encontrado en el bosque, y del cuerpo infectado de Uriel, pero ambos oficiales se desentienden del asunto. Los hermanos consultan con Ruiz, un terrateniente de cierto poder, que decide tomar cartas en el asunto antes de que la encarnación lo contamine todo. Ruiz y los hermanos deciden llevarse al infortunado, y abandonarlo fuera del pueblo, donde no pueda ejercer daño alguno. Pero algo sale mal, y el cuerpo de Uriel cae de la camioneta, sin que Ruiz y los hermanos lleguen a advertirlo a tiempo. Al llegar a destino, descubren que han perdido el cuerpo, pero deciden que esa distancia debe ser suficiente, y regresan, pero ya es demasiado tarde.

El relato expone con gran virtuosismo una estrategia narrativa que el realizador ya había comenzado a elaborar en Aterrados (2017). En ambas películas encontramos ciertos elementos recurrentes: el momento inicial el aviso del peligro potencial, la indiferencia de los protectores de las víctimas potenciales, la intrusión de especialistas o aspirantes a especialistas de lo paranormal cuyos asesinatos marcan la desolación total del resto de los personajes, y, en este sentido, un pulso rítmico en crescendo desde la víctima número 1 hasta cubrir todo el espacio narrativo de una destrucción inminente de la totalidad de los protagonistas, cuya dinámica fatal se expresa de modo eminente con aquella frase popularizada en pandemia por Pablo Molinari: “Vamos a morir todos”.

Sin embargo, Cuando acecha la maldad presenta una forma más ajustada y efectiva que su predecesora. Veamos algunas comparaciones interesantes entre ambas propuestas.

La víctima, el pedido de ayuda y la ignorancia de las víctimas

En Aterrados la primera víctima es la pareja de Juan, una mujer joven que oye voces amenazadoras en las cañerías subterráneas de su casa. Juan intenta convencerla, con cierta amabilidad, de que debe estar sugestionada por los ruidos linderos de un vecino que está haciendo refacciones desde hace semanas. En Cuando acecha… la primera víctima (muerta fuera de escena) es un extraño a quien no conocemos de entrada, y no sabremos tampoco quién es hasta algunas escenas más tarde. María Helena, quien sufre las consecuencias de una primera víctima no fatal, que es su hijo embichado, ha informado a las autoridades, pero la han ignorado. Cuando Pedro va a la comisaría, también lo ignoran.

Las diferencias son interesantes: en primer lugar, si hablamos de víctimas fatales, (la mujer que muere en el baño, reventada contra las paredes por la presencia demoníaca que ha ingresado a la casa, y el hombre que Pedro y Jimmy encuentran en el bosque, horriblemente mutilado) lo más sobresaliente es que en Cuando acecha…, la víctima no forma parte del grupo afectivo de los protagonistas; de hecho, su presencia como su muerte forman parte de la intriga, pues el develarse de su identidad forma parte de la resolución del enigma que plantea la trama. Por un lado, el hecho de que la primera víctima sea un ajeno a la comunidad otorga a la primera situación un transcurrir menos abrupto, y sosegado, pudiendo contenerse para los golpes de efecto posteriores. Pero además es un personaje fuertemente vinculado al núcleo de la trama; el personaje de la mujer, en cambio, es apenas una excusa narrativa para exponer la primera situación de ataque, pero ella luego (ni como pareja de Juan, ni como funcionaria en el relato) desempeña ningún tipo de papel, es lo que se denomina víctima colateral.

Aterrados desarrolla, además, el llamado de auxilio y la ignorancia en este mismo marco socio-afectivo, donde de un modo paternal Juan, a pesar de no hacerse cargo de revisar las cañerías, intenta contener a su pareja. Por el contrario, las ignorancias de esta última producción no sólo son más pronunciadas en cantidad (hay dos superpuestas, una anterior -no escenificada-, y una actual), sino que están enmarcadas en una indiferencia burocrático-negligente, marcada por cierta corrupción de los agentes del sistema. Como si esta indefensión de inicio fuese el contexto propicio para la intrusión del mal. Este carácter oficinesco y burocrático, impersonal, de la ignorancia, refuerza la sensación de impotencia e indefensión.

Ambas decisiones muestran que en esta última producción la estructura narrativa de la trama está orgánicamente mejor ensamblada, y su realizador exhibe un control de los recursos de impacto que le permiten desenvolverse con mucha eficiencia, consiguiendo clímax emocionales de gran tensión.

A esta efectividad colabora, además, una mejor organización en la focalización del protagonista. Cuando acecha la maldad tiene a dos protagonistas exclusivos (Pedro, en primer lugar, Jimmy, en segundo). Y todo el relato gira en torno a ellos. En Aterrados, por el contrario, la focalización queda distribuida en la dispersión de narradores que exponen la historia del film: aunque estructuralmente el protagonista sea Juan (porque es él quien enmarca el comienzo y el fin del relato, y porque los eventos están alrededor de su casa y de sus afectos: su mujer, sus vecinos), la aparición de relatos secundarios genera otras figuras que compiten narrativamente por la atención del espectador, sobre todo, el comisario, amigo de Jano.

Esta unipuntualidad de la focalización narrativa otorga a Cuando acecha la maldad una claridad más robusta, y una mejor oportunidad para explotar las situaciones emocionales de los personajes.

Además de estas diferencias en torno a los elementos de la trama (en el nivel de sus contenidos), hay diferencias enunciativas en el modo de exposición del argumento (en el nivel de la enunciación): por un lado, la estrategia discursiva por medio del cual se difunde la información, y, por otro, la temporalidad de los acontecimientos.

Monodía vs. Polifonía Narrativa

Aterrados presenta una estructura como de mamushkas, donde un relato se inserta dentro de otros. La película arranca con el asesinato de la pareja de Juan. Más tarde hay un interrogatorio hacia Juan por parte de tres personajes, y en este relato es donde Juan se entera que su caso es uno entre otras situaciones paranormales que estos personajes vienen investigando. Aquí se insertan dos relatos: la historia de Walter, un vecino lindero de Juan; y la historia de la vecina de en frente a Juan. Esta polifonía de enunciadores-narradores omniscientes (que ya conocen eventos antes que el protagonista y/o el espectador) está ausente en Cuando acecha la maldad, cuya estrategia enunciativa se desarrolla –en principio- sin estos engrosamientos narrativos, presentando toda la información en un único nivel de diégesis, y haciendo coincidir el punto de vista del espectador con el de sus protagonistas, de modo tal que el develamiento de la trama para los personajes principales ocurre al mismo tiempo que para el espectador. Esta expresión menos enrevesada del relato es beneficiosa para el film, porque incrementa su nivel de tensión dramática de los acontecimientos.

Tiempo directo vs. Tiempo diferido de los acontecimientos

En cuanto al tratamiento del tiempo, Aterrados presenta una serie de dislocaciones temporales, es decir, que no todo lo que ocurre o atañe a la trama ocurre en el momento en que el espectador percibe los hechos. Luego de la escena de la muerte de la mujer de Juan ocurre una elipsis (flashforward) donde vemos al protagonista ser interrogado por 3 personajes, y, dentro de este segundo tiempo más adelante, se insertan dos saltos hacia atrás (flashbacks): la historia de Walter y de la vecina y de los 3 personajes que interrogan a Juan. Hay un retorno al tiempo presente, y una elipsis final, donde Juan nuevamente es interrogado, pero ahora por otras personas que le preguntan por aquellos personajes que lo entrevistaron, y que han desaparecido. Por el contrario, en Cuando acecha la maldad, predomina una exposición casi en directo de los acontecimientos. La única elipsis es la del inicio, entre el anochecer y la madrugada, donde los hermanos hallan el cadáver del hombre mutilado en el bosque. La elipsis no es sólo temporal, sino que permite pasar del evento del asesinato que está ocurriendo en la primera escena, donde se escuchan los disparos, al momento donde el crimen ya se ha cometido, y los hermanos sólo descubren el cadáver. El resto del relato se expone en un continuo tiempo presente, que coincide con el transcurso de la acción.

Del mismo modo que hemos señalado sobre la polifonía narrativa, la conservación del tiempo en directo de los acontecimientos percibidos y sucedidos frente al espectador, fortalecen el impacto dramático, ya que aumenta las expectativas, no sólo por saber lo que ha pasado, sino de saberlo antes de que termina de ocurrir lo que ya ha empezado a ocurrir. Hay, en este sentido, una especie de carrera de velocidad por el revelamiento de los acontecimientos, que incrementa la efectividad del proceso en este film.

La infancia y el centro de la gravedad del mal

Otro elemento recurrente en ambas películas es la relación entre los niños/as y la maldad diabólica. Este tópico es un clásico del género, desde películas clase B como El pueblo de los malditos, Los hijos de los condenados, hasta El exorcista y Poltergeist. La contraposición entre pureza/ingenuidad infantil y capacidad abyecta para el mal, ha producido siempre una atracción peculiar en el género.

En Aterrados encontramos este recurso apenas esbozado en la forma de niño diabólico muerto y resucitado que, en su versión cadavérica, retorna a la casa de su madre, infectado de la presencia maligna. En Cuando acecha la maldad, en cambio, este recurso se explota e de un modo más sistemático y ominoso, sobre todo porque los infantes no atraviesan el umbral de la muerte para entrar en contacto con el mal, ellos mismos sienten una atracción enfermiza por la maldad. La relación entre los infantes y la maldad se presenta de un modo paroxístico: primero la vemos en el momento en que Pedro va a su casa a buscar a sus hijos. Allí la niña, que regresa milagrosamente luego de ser atacada de modo salvaje por un perro, revela al oído de su madre que la está abrazando emocionado por encontrarla sana y salva, el horror que se avecina “Papá va a matarte”. En el último de la película Pedro y la mujer que lo acompaña llegan hasta una escuela tomada por infantes que custodian al encarnado. Estos niños y niñas han matado a todos los adultos, y matan a la mujer que podía darle muerte ritual a Uriel. Finalmente, en las últimas escenas de la película también descubrimos que los hijos de los protagonistas están involucrados con las muertes de sus familiares: el hijo de María Helena confiesa haber matado a la primera víctima, y luego haber comido de su cuerpo, como también haber matado a su propia madre y devorado su cuerpo. En la escena final Pedro descubre que su propio hijo autista se está atragantando con el mechón de pelos de su abuela, a quien ha matado y devorado.

En síntesis, Demian Rugna nos ofrece una producción virtuosa y de gran impacto narrativo y visual, que amerita todas las recomendaciones positivas para que el público local se anime a una experiencia en el marco del género, que en esta oportunidad nos entrega un producto superlativamente elaborado, y que exhibe una madurez narrativa encomiable.

Título: Cuando acecha la maldad.
Título internacional: When Evil Lurks.
Dirección: Demian Rugna.
Intérpretes: Ezequiel Rodríguez, Demián Salomón, Silvina Sabater, Virginia Garófalo, Luis Ziembrowski, Emilio Vodanovich, Marcelo Michinaux y Paula Rubinsztein.
Género: Terror.
Calificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 99 minutos.
Origen: Argentina/ EE.UU.
Año de realización: 2023.
Distribuidora: BF+Paris Films.
Fecha de estreno: 09/11/2023.

Puntaje: 9 (nueve)

NOTAS RELACIONADAS

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

ÚLTIMAS PUBLICACIONES