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martes, 18 noviembre 2025
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El Refugio Atómico: Cuando el miedo nos convierte en presas fáciles

Por Rubén Eduardo Barraza, corresponsal de Nueva Tribuna España

El refugio atómico llegó como un misil directo a nuestros miedos más primitivos. Y no es casualidad que se haya convertido en la serie más vista de Netflix. Álex Pina y Esther Martínez Lobato saben algo que preferimos ignorar. Vivimos permanentemente preparados para el fin del mundo. Lo llevamos en el ADN, esa certeza de que todo puede terminar mañana. Y en esa paranoia colectiva, somos presa fácil de quien sepa explotar nuestros terrores. La genialidad de la serie no está en el búnker ni en la amenaza nuclear. Está en Minerva, esa mujer que entendió que el mayor negocio del siglo XXI no es vender seguridad, sino comerciar con el pánico. Porque cuando no nos conocemos, cuando ignoramos nuestros propios abismos, cualquiera puede manipular nuestras sombras. Los millonarios de la serie, encerrados voluntariamente, creyendo que el mundo arde, son el retrato perfecto de una sociedad que prefiere pagar por el miedo antes que enfrentar la incertidumbre.

¿Cuántas veces hemos comprado refugios imaginarios? No búnkeres literales, sino esas certezas falsas que nos venden como salvación. El refugio atómico es una metáfora brutal de cómo el dinero y la locura bailan juntos cuando el terror toma el control. Los ricos de la serie no pierden su fortuna por una guerra nuclear, la pierden por no conocerse a sí mismos, por no entender que su mayor enemigo no está afuera, sino en esa necesidad desesperada de control que los vuelve ciegos. Me pregunto si no vivimos todos en nuestros propios búnkeres mentales. Encerrados en burbujas de información que confirman nuestros miedos, pagando suscripciones emocionales a quien nos prometa que el apocalipsis que imaginamos es real. La serie nos muestra algo incómodo; preferimos la certeza del fin del mundo a la ambigüedad de seguir viviendo sin respuestas.

Y aquí está lo más perturbador. El apocalipsis que tanto tememos ya está aquí, pero no es nuclear. Es esa incapacidad de mirarnos sin filtros, de reconocer que somos tan frágiles que cualquier Minerva puede convencernos de que el mundo se acaba y nosotros, agradecidos, le entregaremos todo con tal de sentirnos a salvo. La imaginación apocalíptica no es nueva —está en todas las culturas—, pero nunca había sido tan rentable. Nunca había sido tan fácil monetizar el miedo colectivo como en la actualidad, solo basta detenernos a ver el éxito de los canales de conspiración en las redes sociales.

El refugio atómico nos enfrenta a una verdad incómoda. No necesitamos una guerra mundial para perder la cordura. Basta con no conocernos, con ignorar nuestras propias vulnerabilidades. Y mientras sigamos huyendo de nosotros mismos, siempre habrá alguien dispuesto a vendernos un búnker, real o imaginario, donde escondernos de fantasmas que nosotros mismos hemos creado.

La serie me llevó a esta reflexión, y la pregunta la dejo aquí flotando en el aire: ¿y nosotros? ¿Cuándo descubriremos que el refugio donde nos escondemos es también una prisión? Al final, el verdadero apocalipsis no es el que destruye el mundo, sino el que destruye nuestra capacidad de vivir libremente.

Título: El Refugio Atómico.
Dirección: David Barrocal, Jesús Colmenar y José Manuel Cravioto.
Showrunners: Álex Pina y Esther Martínez Lobato.

Intérpretes: Pau Simón, Alícia Falcó, Miren Ibarguren, Joaquín Furriel, Natalia Verbeke, Montse Guallar, Álex Villazán y Agustina Bisio. 
Género: Serie, Ciencia-ficción, Thriller. 
Calificación: AM 16. 
Duración: 8 episodios de entre 45 y 70 minutos cada uno. 
Origen: España. 
Año realización: 2025. 
Plataforma: Netflix. 
Fecha de estreno: 19/09/2025.

Puntaje: 8 (ocho)

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